La tienda invencible de los Salcedo

Lleva abierta más de 50 años en el barrio de Regiones y ha sobrevivido a Pryca y a Carrefour

Isabel Salcedo y su hijo José Antonio Cabrera.
Isabel Salcedo y su hijo José Antonio Cabrera. La Voz
Eduardo de Vicente
07:00 • 08 dic. 2019

Detrás del mostrador de los Salcedo el reloj camina despacio. Hay una sensación de tiempo detenido que llega desde la trastienda y se cuela por las estanterías entre las viejas cajas de cartón que han servido de almacén a varias generaciones de púas.




Nadie ha arrancado las hojas del almanaque desde que en 1968, Isabel Salcedo abriera el negocio en la calle de Santiago, que en aquel tiempo era un lugar fronterizo dentro del barrio de Regiones, justo en el límite donde se estaba proyectando la moderna Avenida del Mediterráneo.




Se vino de la Alpujarra siguiendo las recomendaciones del doctor Cassinello, que estaba tratando a uno de sus hijos que había enfermado de diabetes.  Era aconsejable estar cerca del médico y de los nuevos avances y no dudó en hacer las maletas y correr la aventura de empezar una nueva vida en la ciudad. Con los ahorros que trajo montó una tienda de comestibles que con el paso de los años fue derivando en un bazar donde lo mismo podías encontrarte una caja de tomates que una botella de lejía.




Detrás del mostrador ha estado de forma permanente Isabel, sin un mal gesto, entendiendo siempre que el cliente llevaba la razón por muy equivocado que pudiera estar, dispuesta a abrir la puerta aunque fuera de noche o a quedarse sin el descanso obligado de los domingos. La tienda ha sido su medio de vida y también su pasión, por eso sigue al pie del cañón aunque tenga más de ochenta años. El mostrador es su fuente de la eterna juventud, donde se siente útil ayudando a su hijo. “Me gusta porque llevo toda la vida despachando, desde que con diez años ya trabajaba en la tienda que mis padres tenían en el pueblo de Mecina Bombarón”, asegura.




Los Salcedo forman parte de la historia del barrio, con tanta fuerza, que se puede decir sin temor a exagerar que no hay una sola familia en Regiones que no haya pasado por su tienda. Hay quien ha bautizado el negocio como la tienda de ‘el toíco’, una expresión que define bien el alma de un establecimiento donde nada falta. Cuando dejó ser tienda de comestibles se reconvirtió en droguería, pero su oferta va mucho más allá y al lado de una lata de pintura o una botella de aguarrás, uno puede encontrarse con una caja de gaseosas El Tigre o con una carterilla de azafrán de El Niño. Tiene velas, juguetes para Navidad, plantillas para el calzado, papel para forrar libros y hasta paraguas para los días de lluvia y relojes de pared.




El bazar de los Salcedo se ha hecho inmortal superando obstáculos. En los años ochenta, cuando llegó la noticia de que iban a abrir en Almería el supermercado Pryca a pocos metros de distancia, hubo algún parroquiano que le auguró un final prematuro. Pero la tienda siguió su camino con su trato amable por bandera,  con ese contacto directo mirando a los ojos del cliente, con esa vocación familiar que era imposible encontrar en los pasillos interminables de un supermercado. “El año que abrieron el Pryca vendí más colonias que nunca”, recuerda Isabel.




Tiene edad para descansar, pero no entiende la vida sentada en una butaca al calor de una estufa viendo la televisión. Necesita la actividad que ha tenido siempre, rozarse con la gente, tener la preocupación del negocio y seguir ejercitando el cerebro en cada suma y en cada resta que realiza. Isabel Salcedo sigue haciendo las cuentas con la cabeza, con el lápiz y con la libreta, que para ella no se ha inventado todavía la caja registradora.



Aprovechar el espacio En la tienda de la familia Salcedo no hay un centímetro libre. El género salta por encima del mostrador y se mete dentro de los clientes nada más abrir la puerta. Al entrar uno siente el impulso de comprar, atraído por esa técnica de marketing antiguo que consistía en sorprender por amontonamiento. Como los tenderos de antes, los Salcedo tienen la casa pegada al negocio, lo que les permite estar siempre dispuestos por si algún cliente rezagado les toca a la puerta.


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