Música para las almas del purgatorio

Por diciembre el barrio de Los Molinos celebraba sus tradicionales bailes de ánimas

La misa del gallo  que se celebraba en la Catedral sufrió más de un atropello en los años finales del siglo XIX.
La misa del gallo que se celebraba en la Catedral sufrió más de un atropello en los años finales del siglo XIX.
Eduardo de Vicente
07:00 • 30 dic. 2019

En la Almería de finales del siglo diecinueve existían algunas tradiciones que se fueron perdiendo con el paso del tiempo. Una de ellas eran los frecuentes bailes que se organizaban en la ciudad durante el mes de diciembre, tanto en los barrios como los que programaban algunas sociedades privadas. No hacían falta muchos preparativos para empezar la fiesta, con un par de guitarristas y otros cuantos virtuosos de bandurría era bastante para que animar la reunión y que todo el mundo se pusiera a bailar.



Sorprende descubrir que cuando pasaba el día de Navidad, por San Esteban, se celebraban bailes de máscaras, algunos de mucho arraigo como los que organizaban el Casino y la sociedad ‘Los Amigos’, que engalanaba un gran salón que tenía en la calle de las Cruces para que se dieran cita los jóvenes del barrio. También había baile en el Teatro Principal, en el corazón del Paseo, y en un local privado de la calle Real que se habilitaba para salón de fiestas. 



En la barriada de Los Molinos de Viento, en la plaza de San Antonio y frente a la casas de las escuelas, se celebraban los llamados bailes de ánimas, que tenían fama en la ciudad por el prestigio del maestro de baile que contrataban para la ocasión y la categoría de los músicos que lo acompañaban. 



El baile de ánimas era el colofón a una tradición que empezaba por la tarde, cuando las pandillas de jóvenes, formando cuadrillas improvisadas de músicos, iban recorriendo las calles del barrio, tocando y cantando de puerta en puerta, en unas serenatas que en ocasiones llegaban a tener letras ofensivas si el vecino al que iba dedicada no repartía unas monedas generosamente. Había quien cerraba la puerta de su casa a cal y canto aquella tarde para ahorrarse unos cuartos y algunas estrofas desagradables.



El objetivo de aquellas cuadrillas era recaudar dinero para destinarlo a encargar misas en la parroquia por las almas benditas del purgatorio, aunque la mayoría de las veces el botín se empleaba para invertirlo en comida y  sobre todo en bebida. 



Algunos cafés importantes del centro, como el Suizo, organizaba veladas musicales para clientes entendidos. A finales del siglo diecinueve estaba también muy arraigada la tradición de la música en la Misa del Gallo en La Catedral. En la noticia que el diario La Crónica Meridional publicó de la misa celebrada el 24 de diciembre de 1898, destacaba que “la orquesta tocó con admirable maestría los villancicos que todos sabemos desde la cuna”. 



En su relato informativo, el periodista señalaba como si fuera un hecho insólito, que esa noche no había ocurrido ningún incidente dentro del templo: “Esta vez no hubo escándalos, ni gritos, ni atropellos, lo cual revela que se van desterrando ciertos hábitos que sirven para denotar nuestra falta de cultura”. 



Esos hábitos a los que se refiere el cronista venían de años atrás, cuando pandillas de muchachos, muchos en un estado lamentable por culpa del alcohol, aprovechaban la Misa del Gallo para penetrar en el templo catedralicio, interrumpiendo la velada religiosa con cánticos poco decorosos y alusiones directas a la honestidad de los sacerdotes que se encontraban en el altar. 


Estos incidentes tuvieron que ser muy importantes porque en la Nochebuena de 1894 el gobernador civil interino, señor Burgos, acompañado por el comandante de la Guardia Civil, señor Mazeres, se dedicaron a recorrer las principales calles de la ciudad con varias parejas de la benemérita y del cuerpo de serenos, con el fin de mantener el orden y de que no se repitieran los “desagradables incidentes” de otros años. 


Esa Navidad, la de 1894, se le prohibió tanto a los serenos como a los municipales y a los funcionarios de la policía urbana que fueran por las casas pidiendo el aguinaldo como venía siendo costumbre. 


Otra tradición que tenía muchos seguidores era la de las populares inocentadas públicas. Sirva como ejemplo las que publicó el periódico del día el 28 de diciembre de 1890. El dueño del Café Universal y el del Méndez Núñez pusieron un anuncio diciendo: “Esta tarde, de dos a cuatro, en nuestros establecimientos, se servirá gratis café con gotas y con bollos a todo el que acredite ser mayor de edad y hallarse en pleno uso de facultades”. Más guasa le pusieron los dueños del Café Suizo, que además de consumiciones gratis anunciaban una actuación artística inédita: “”De diez a doce de la noche se repartirá gratis chocolate de Orta. Al que la pida le darán también una tostada. El acto será amenizado por varios tocaores y cantaores flamencos contratados en Pamplona”.



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