Las casas se van marchitando cuando dejan de tener vida. Una casa vacía es una ruina futura. En Almería tenemos ejemplos por todos los barrios de espléndidos edificios antiguos que han ido muriendo acorralados por el abandono. Este es el caso del inmueble donde hasta hace catorce años estuvo ubicada la popular bodega ‘La Oficina’, en el corazón de la calle de Granada. Mantuvo su gloria mientras el bar lo llenaba de vida. El día que cerraron empezó el declive del edificio que sobre todo en la parte posterior, presentaba ya claros signos de deterioro.
Ahora, el inmueble se prepara para un cambio de imagen que según se puede ver en el cartel que se ha colgado de la fachada lo va a transformar radicalmente, aunque respetando su histórica fachada de dos plantas a la que se añadirá una más de nueva construcción. Será un bloque de viviendas y oficinas con un garaje en el sótano.
Sería todo un detalle que los promotores del nuevo edificio conservaran el nombre de ‘La Oficina’ porque merece formar parte de la memoria de la ciudad. Durante más de cincuenta años, la recordada bodega fue todo un templo del chato de vino y la tapa sin necesidad de grandes adornos ni alardes estéticos. Bastaba con una pequeña mesa y una docena de humildes sillas de madera para que el local fuera un refugio para los hombres, donde por unas pesetas podían disfrutar del mejor vino de la Mancha que venía a Almería y de las tapas de anchoas y garbanzos tostados, que fueron la especialidad de la casa en sus comienzos.
El bar La Oficina tenía la atmósfera de las antiguas bodegas de barrio: el trato familiar de los dueños, el clima de camaradería de los clientes, las largas tertulias que se iban formando a la caída de la tarde cuando cerraban los comercios del centro y los hombres empleaban el poco tiempo libre que les quedaba alrededor de una botella de vino compartida con los amigos.
‘La Oficina’ fue uno de los bares más conocidos de Almería. Lo abrió el empresario Gerónimo García López en el año 1951, en el corazón de la calle de Granada, a pocos metros de la Puerta de Purchena.
En 1951, con la colaboración del empresario Esteban García Martínez, propietario de la popular bodega ‘En la esquinita de espero’, montó el bar La Oficina. En aquella época, la calle de Granada era una de las avenidas principales, una artería por donde transcurría casi todo el paso hacia el centro, que además estaba sembrada de comercios. Era difícil andar tres metros por la acera de la calle de Granada sin encontrarse con un negocio: los comestibles de Vicente Martínez, las alpargaterías, la tienda de las máquina de coser Alfa, los hermanos López con sus coches de bebés, las panaderías de El Globo y el Corazón de Jesús...
La Oficina tenía entonces una numerosa y variada clientela, gentes que venían desde todos los barrios buscando un rato de tertulia y el vino de excelente calidad que importaban desde La Mancha en grandes barriles que llegaban en tren a la estación y que luego se transportaban en carros hasta el negocio. Contaba también con una clientela diaria de los empleados de los comercios del centro y de los bancos del Paseo, que solían hacer siempre una parada para reponer los ánimos y las fuerzas en La Oficina cuando terminaban la jornada de trabajo. Era habitual utilizar a modo de chascarrillo aquella frase de “vengo de la oficina” cuando se quería disimular la verdadera procedencia, que era la barra del bar.
Detrás de aquella barra estuvo siempre Gerónimo García, el dueño, apoyado por su hijo Juan, que desde 1953, cuando cumplió los ocho años de edad, ya estaba incorporado al negocio como si fuera un hombre más. El equipo de empleados lo completó durante los primeros años Antonio Iglesias, yerno de Gerónimo. Tras el fallecimiento de éste, en 1994, fue su hijo Juan el que siguió regentando La Oficina.
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