Cuando en los años setenta se abordó el proyecto de unir la parte norte de la ciudad con el puerto, a través de una gran avenida que desde el Paseo de la Caridad llegara hasta la Plaza Circular, pasando por la Puerta de Purchena, pocos podrían imaginar que medio siglo después esa nueva artería que surgiría por encima de la Puerta de Purchena se iba a convertir en la auténtica gran avenida del centro de Almería, más habitada y con más volumen comercial que el propio Paseo.
Hace cincuenta años el poderío del Paseo era incontestable y si un local se quedaba vacío, en un par de semanas volvía a renacer con otro proyecto. Hoy abundan los espacios muertos, las sombras de los comercios que se fueron, unas veces por no poder afrontar el alto precio del alquiler y otras por esa pérdida de identidad comercial que ha afectado al corazón de la ciudad en los últimos años.
Mientras el Paseo ha ido decayendo, otra calle hermana, la de Pablo Iglesias, se ha convertido en la auténtica gran avenida del centro de la ciudad. Basta con darse una vuelta a cualquier hora del día para entender este fenómeno. A lo largo de la calle apenas hay dos o tres locales vacíos y son cerca de ochenta establecimientos comerciales los que conviven, arropados por la intensa vida vecinal del barrio. Es una zona que se ha ido renovando y donde la llegada de familias jóvenes le ha dado un nuevo impulso.
En la Avenida de Pablo Iglesias se pueden encontrar todo tipo de comercios sin tener que cambiar de barrio. Una prueba de la importancia de esta calle es que las dos entidades ahorradoras más arraigadas en la ciudad, como son Cajamar y Unicaja, mantienen abiertas sus oficinas en Pablo Iglesias, imprescindibles por el volumen de clientes que pasan por ellas a diario. Hay todo tipo de bares y algunos negocios de gran solera en la ciudad como ‘Los Espumosos’, como la bodega ‘La Reguladora’ o como la tienda de discos de Río Preto, que es uno de los contados establecimientos de música que han conseguido sobrevivir. La Avenida de Pablo Iglesias tiene restaurantes, casas de comida para llevar, peluquerías de señoras y de caballeros, su centro de fisioterapia y sus dentistas. Tampoco le faltan supermercados de la talla de ‘El Día’ y ‘La Plaza’, su estanco, su herbolario, su restaurante chino, su tienda esotérica, su sede del Partido Socialista y su viejo gimnasio, el de Paco Barrilado, que se mantiene como un viejo monumento romántico.
Tiene tanta fuerza que la vida nunca llegue a apagarse ni siquiera los fines de semana cuando en el Paseo apenas corre un hilo de vida. La Avenida de Pablo Iglesias es un río que no para: siempre es posible encontrarse con una tienda abierta mientras la otra ciudad ha echado el cierre. Este auge comercial y vecinal empezó en los años setenta, cuando aparecieron en escena los primeros bloques de edificios que trajeron savia nueva a toda la manzana, cientos de familias jóvenes que fueron un gran atractivo para la llegada de nuevos negocios.
En aquellos años la Avenida de Pablo Iglesias se llamaba Paseo de Versalles y era más corta que ahora, ya que no desembocaba en la Puerta de Purchena. Parte de su pujanza y de su integración en el centro de la ciudad se debía a la presencia, en mitad de la avenida, del gran cine Imperial, que servía de vínculo sentimental y los fines de semana establecía un contacto constante con el centro. Después llegaron los multicines, coincidiendo en el tiempo con ese despegue definitivo que trajo la moderna urbanización de todos los terrenos del viejo Huerto de Jaruga y el campo de Regocijos.
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Eduardo de Vicente