Solo la guerra pudo con la Semana Santa

La crisis sanitaria actual suspende los actos religiosos populares por primera vez

Un grupo de exaltados  en la calle de las Tiendas, delante de la puerta de la iglesia de Santiago, que acababa de ser incendiada.
Un grupo de exaltados en la calle de las Tiendas, delante de la puerta de la iglesia de Santiago, que acababa de ser incendiada.
Eduardo de Vicente
00:17 • 17 mar. 2020 / actualizado a las 07:00 • 17 mar. 2020

Este año no habrá procesiones en la calle y es probable que ni los templos puedan abrir sus puertas para celebrar los tradicionales actos religiosos en los días de Cuaresma. La Semana Santa se ha suspendido por primera vez en los últimos ochenta y dos años, desde los días de la Guerra Civil, cuando en Almería no se celebraron ni procesiones ni ceremonias dentro de las iglesias. 



Ya en los años de la República la Semana Santa estuvo entre las cuerdas. En 1932, un año después del cambio de régimen político, ante la atmósfera de agitación anticlerical que se respiraba en algunos sectores de la sociedad, las autoridades decidieron que no saliera ninguna  procesión del templo y así evitar provocaciones. A la hora prevista para la salida de la Soledad, se realizaron los cultos en su honor, con meditación y canto por parte del coro de los Luises.



En 1933 el Viernes Santo fue el 14 de abril, cuando miles de almerienses celebraban en las calles el segundo aniversario de la proclamación de la República, quedándose las imágenes un año más dentro de sus iglesias. Después de tres años sin salir, en 1935 estaba previsto que volvieran los desfiles. El Viernes Santo regresó a las calles el Santo Entierro, pero no la Virgen de Santiago, que se quedó más sola que nunca debido a que un buen número de hermanos, quizá por miedo a demostrar su religiosidad en tiempos  tan convulsos, no dio un paso adelante. Uno de los cofrades de la hermandad, Eduardo Moreno Gutiérrez, escribió un artículo en el periódico La Independencia, explicando este difícil momento: “No pudo ser. La Virgen, rica de amor y misericordia, excelsa Señora del orbe todo, hoy es pobre, y su pobreza no le permite salir de la modestia de su templo. Tuviste y tienes junto a ti cofrades fervorosos, pero son escasos para reunir tanto como es necesario para hacer posible tu desfile por las calles de Almería”.



El sentimiento anticlerical, que había ido apareciendo desde el triunfo de la República en 1931, rebrotó con crudeza después de la victoria, en las elecciones del 14 de febrero de 1936, del Frente Popular.  Mientras,  las autoridades trataban de calmar los ánimos y de que las escaramuzas de los violentos no tuvieran ningún eco social. 



La Semana Santa se celebró dentro de los templos. No hubo desfiles en la calle ni grandes actos de exaltación religiosa para evitar que pudiera producirse algún tipo de enfrentamiento. El Jueves Santo, los comercios y los bancos cerraron a partir del mediodía y se respetó la vieja costumbre de mantener cerrados los cines. Las iglesias se llenaron para celebrar los Santos Oficios, pero las imágenes no salieron de los templos. Aquella primavera no hubo procesiones, pero se mantuvo la religiosidad popular más cercana, actos íntimos de fe como el de subir por el mes de mayo al cerro de San Cristóbal para rendir cuentas ante la imagen del Corazón de Jesús. 



La primera Semana Santa oficial, después del parón de la guerra, se celebró en 1940. Como no había ninguna cofradía con capacidad para reorganizarse tras los daños sufridos en los años de contienda, las celebraciones se refugiaron en los templos que habían quedado menos dañados. El 21 de marzo, las autoridades publicaron un comunicado dirigido a todos los fieles de la ciudad haciéndoles saber que: “Este año no podemos gozar del sublime espectáculo de las procesiones. Los sin Dios hicieron tabla rasa de nuestros templos y las imágenes fueron pasto de las llamas. Quizá haya sido Almería una de las poblaciones más dañadas por el materialismo revolucionario. Eso nos obliga a la tarea de reconstruir los templos y reorganizar nuestras cofradías”.



Como no había posibilidad de celebrar los actos religiosos en la calle, se intentó crear la atmósfera más adecuada para el recogimiento y se decretó el estado de silencio. Don Arsenio Local Fuentes, alcalde accidental de la ciudad, publicó un bando dando órdenes de obligado cumplimiento para la población, haciendo saber que durante el Jueves y el Viernes Santo se prohibía el tránsito de toda clase de vehículos por las calles, así como durante la mañana del Sábado de Gloria. Para los casos de urgencia, en los que fuera imprescindible el uso de vehículo, se obtendría una autorización especial de la Guardia Municipal.





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