En 1872, un empresario alicantino de 24 años de edad, Isidro García Sempere, se embarcó en la aventura de dejar su tierra y hacer negocio en Almería con una papelería que bautizó con el nombre de ‘El Alcoyano’.
Una década después, cuando la ciudad luchaba por la llegada del tren, el negocio del señor Sempere fue bautizado con el nombre de El Ferro-Carril, sumándose de esta forma a la fiebre reivindicativa que envolvía a todos los sectores de la ciudad en pos de un mismo objetivo. En esta época, a finales del siglo diecinueve, la papelería, que contaba también con un taller tipográfico, estaba ubicada en la calle de las Tiendas, frente a la iglesia de Las Claras, en el espléndido edificio donde años después se abrió la tienda de tejidos de El Blanco y Negro.
Sempere destacó también por su compromiso con los más desfavorecidos, siendo durante muchos años mantenedor de los niños del Hospicio, internado que el señor Sempere acostumbraba a visitar con frecuencia para comprobar que los pequeños estaban bien atendidos. Por diciembre, cuando se acercaba la Navidad, solía mandarles cuantiosos obsequios, además de comida, les enviaba libretas, lápices de colores y cuentos para celebrar el día de Reyes Magos. Quizá, el hecho de no haber tenido ningún descendiente en su matrimonio con Concepción Felices Padral le acentúo esa vocación paternal que sacaba a relucir con las desamparadas almas del orfanato. Su continua preocupación por subrayar su almeriensismo, a pesar de haber nacido en Alcoy, lo empujó a iniciar una de las colecciones más importantes de postales con fotografías de la ciudad que se hicieron en los primeros años del siglo pasado. Mandó retratar los lugares más emblemáticos, dejándonos un testimonio impagable.
Desde los primeros años de funcionamiento, la papelería de Isidro García Sempere se convirtió en un referente en toda la provincia. Los escaparates que daban a la calle de las Tiendas y a la de Santo Cristo, cambiaban según la época del año. A comienzos de septiembre eran un reclamo para los niños que tenían que empezar el colegio: los estuches de colores más llamativos, los mapas del mundo a todo color, las plumas de último modelo que salían al mercado, llenaban las vidrieras del negocio transformándolo en un gran bazar para los escolares.
Por Navidad aparecían expuestos los célebres almanaques americanos surtidos de hermosos dibujos que iban anunciando los meses, y en uno de los escaparates montaba un Belén con figuras de barro que componían una estampa de gran belleza, como así lo reflejaba un artículo aparecido en la prensa local en 1884, que decía: “Como nos tiene acostumbrados por estas fechas, don Isidro García Sempere ha vuelto a decorar el escaparate principal de su papelería con un Nacimiento al que no le falta detalle alguno, formado por lujosas figuras que le han enviado de Valencia. Son numerosos los niños y padres que se asoman a admirar tan apreciada obra de arte”.
El señor Sempere, en su constante preocupación por sorprender a su clientela con nuevos productos, trajo a Almería, en 1883, el papel para liar cigarrillos marca Sultana, un papel de crema oriental fabricado en Egipto que estaba considerado en aquella época como el de mayor calidad por el gusto y el sabor que lo acreditaban.
Isidro García Sempere llegó a ser uno de los comerciantes más prestigiosos de la ciudad a lo largo de los más de cuarenta años en los que estuvo ligado a su negocio. En los últimos días de su vida tuvo que apartarse de la actividad por culpa de una enfermedad que lo llevó a la tumba el dos de febrero de 1917, a los 69 años de edad. La tarde de su entierro fue una jornada de luto en Almería.
El sepelio resultó conmovedor: el cadáver iba encerrado en una severa arca de ébano y fue colocado en una carroza tirada por cuatro caballos empenachados. En medio de un silencio y un luto riguroso, destacaba una gran cruz alzada que encabezaba el duelo, y delante de ella, cuarenta niños del Hospicio que abrían el cortejo dispuestos en dos filas y portando cirios encendidos. La presencia de los muchachos fue por voluntad expresa del difunto, que a lo largo de su vida estuvo muy ligado al orfanato como mantenedor de los niños allí alojados.
Al no dejar descendencia, el negocio del señor Sempere pasó a manos de su sobrino Francisco Guillén Felices, que hasta su fallecimiento, en 1930, trató de adaptar el comercio a los nuevos tiempos. En esta época, la papelería de Sempere pasó por dos nuevas ubicaciones, ambas en el Paseo: la primera haciendo esquina y con fachada a la calle de Ricardos, y la segunda en el tramo de acera entre el edificio de Banesto y calle Lachambre.
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