Presidiendo la céntrica Plaza del Carmen, mirando de frente la esquina del kiosco de Amalia, sobrevivió hasta los años sesenta el gran palacio del Hotel la Perla, antes de que las palas se lo llevaran por delante para construir un monstruoso edificio.
En medio de tanto esplendor, destacaba su hermoso vestíbulo, también llamado ‘hall’, donde los huespédes tomaban la merienda en las tardes de verano aprovechando la corriente de aire fresco que entraba por la claraboya del techo. Allí se alineaban las mecedoras y las sillas y las mesas de anea sobre las que reposaban los periódicos del día: la prensa local y la que llegaba, a veces con un día de retraso, procedente de Madrid.
Aquel hotel ocupaba una casa señorial con fachada principal que daba a la Plaza del Carmen, y dos fachadas laterales con diez balcones cada una y otros tantos ventanales que ocupaban la calle Antonio Vico por poniente y la de la Encantada por levante. A finales del siglo XIX ofrecía sus servicios con precios especiales a familias completas que llegaban de los pueblos del interior y de la provincia de Granada para tomar los baños de mar que en aquella época tanto recomendaban los médicos. De julio a septiembre la fonda La Perla rozaba el lleno y los dos últimos días de la Feria colgaba el cartel de ‘no hay billetes’.
Don José Benítez, que fue su propietario hasta 1934, le supo dar al establecimiento el toque familiar necesario para que sus huéspedes se sintieran como en casa. Tenía una clientela fija de viajantes de comercio, representantes y charlatanes. Cuando en los años treinta aparecieron los primeros aparatos para aliviar los dolores de los herniados, el famoso ‘propulsor automático herniol’, el vendedor montaba su clínica ambulante en el bajo de ‘La Perla’. A la hora de la consulta, la puerta parecía la del Mercado Central.
La fonda se transformó en hotel en 1934 cuando se quedaron con ella Gustavo Rodríguez Hernández y su esposa, Antonia Florido Lorenzo, una mujer de treinta años que tenía experiencia en este tipo de negocios ya que su familia había regentado el Hotel Inglés, en el Paseo de Almería, que en aquella época ya había cambiado de nombre y seguía abierto al público como Hotel ‘Florida’.
Los nuevos propietarios hicieron más competitivo el hotel y pusieron en funcionamiento un servicio propio de autobuses a todos los trenes de pasajeros que entraban y salían de la estación. El objetivo era ganarse la clientela de viajantes y veraneantes que llegaban por el ferrocarril a la ciudad.
La Guerra Civil frenó el negocio y aunque el hotel siguió abierto, el número de huéspedes se fue reduciendo y sólo permanecieron los fijos que vivían allí todo el año. La planta baja fue utilizada incluso para reuniones y comilonas organizadas por los miembros de los comités obreros que gobernaron la ciudad en aquellos años de guerra.
En mayo de 1939, tras unas obras de reparación y acondicionamiento, el Hotel La Perla volvió a abrir sus puertas. Gustavo Rodríguez y Antonia Florido hicieron una inversión importante para darle al recinto el toque moderno que los nuevos tiempos requerían para hacerse más competitivos. Montaron un baño completo en la habitación número ocho, entonces la suite de lujo, y en el piso superior construyeron un baño general para el resto de las habitaciones. Arregló el comedor para una capacidad de cien personas y llevó el agua caliente a los lavabos de todas las habitaciones.
En noviembre de 1957, falleció el dueño Gustavo Rodríguez Hernández, cuando sólo contaba con 56 años de edad. Su hijo, Gustavo Rodríguez Florido, asumió el mando del hotel desde entonces.
Quiso continuar la labor hecha por sus padres y se esforzó porque el establecimiento siguiera manteniendo el sabor familiar que lo caracterizaba. El respeto a la clientela fija fue su estandarte. En 1961, cuando la productora de la película Lawrence de Arabia quiso alquilarle todo el hotel durante dos meses, rechazó la oferta para no dejar en la calle a los huéspedes habituales, a los que habían hecho de aquel lugar su segunda casa.
El nuevo propietario fue el que emprendió la construcción del edificio de diez plantas donde actualmente sigue ubicado el hotel. Las obras comenzaron en 1962 cuando las piquetas echaron abajo el viejo caserón del siglo XIX.
El 21 de marzo de 1964 fue inaugurado el nuevo hotel. Siguió siendo un lugar de viajantes y gentes del comercio y un punto de reunión para grandes acontecimientos. La televisión del comedor fue una de las primeras que se vieron en Almería, por lo que cada vez que ofrecían un partido de fútbol de la selección o la final del Festival de Eurovisión, había cola para coger una silla. En los años setenta el Hotel la Perla sufrió la crisis del turismo y tuvo que salir adelante gracias a la fidelidad de los viajantes y a los soldados del campamento que daban mucha vida al local los fines de semana.
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Eduardo de Vicente