Recuerdo cuando mi padre nos compró nuestras primeras raquetas de tenis. Eran de madera, creo recordar que la de mi hermano, el cual tendría unos 12 años, era una Kennex. A mí, al tener dos años menos, me tocó una muy chula más pequeña de la marca Donnay. Mi padre, quien hizo construir en nuestro cortijo de Pechina una pista de tenis, nos empezó a enseñar él mismo a cómo coger la raqueta y golpear la pelota.
Mi hermana Patricia acababa de nacer. Debía de ser el año 1.981 y mi padre no tardó en traernos algún profesor de tenis que supiera enseñarnos mejor como iba este deporte tan bonito y a su vez complejo. Lo suyo era la enseñanza, pero de matemáticas, física...
Amor por el tenis
Mi hermano José Carlos y yo atendíamos entusiasmados a las clases de tenis, nos asombrábamos al ver cómo rápidamente aprendíamos e incluso éramos capaces de hasta jugar un partidillo. Nombres tan ilustres como Pepe Salamanca (hijo), Simón Carillo (hijo), o el gran Daniel Lezcano, fueron los que realmente nos iniciaron en nuestros primeros pasos con la raqueta.
Mi padre, debido a su carácter inconformista, luchador, e incluso ganador, era tal vez demasiado exigente en los partidos. Se enfadaba un montón cuando perdíamos y disfrutaba como un niño cuando salíamos vencedores. Recuerdo esas largas tardes de verano, cuando entrenaba junto a mi hermano, y yo, que me encantaba cabrearlo, le hacía dejadas y jugadas realmente tontas hasta que él saltaba y nos peleábamos. Pronto aparecía mi padre y nos hacía correr por la pista hasta que nos calmábamos. Suerte que estábamos en forma. Cuando nos íbamos los viernes al cortijo, siempre nos solía dejar en Viator o en El Chuche, nosotros corriendo, y él con su coche y mi madre a su lado iba detrás nuestra todo el trayecto. Pronto nos apuntó a torneos en el Club de Tenis de Almería, Club Hípico o La Michelín (actual Club de Natación), e incluso llegó a montar un mini torneo en mi cortijo con varios de los tenistas de la época, muchos de los cuales se convirtieron con el tiempo en grandes amigos.
Los cientos y cientos de chavales que jugábamos al tenis en aquellos años, al fin y al cabo y sin darnos cuenta, íbamos formando una gran familia, la familia de tenis almeriense.
Recuerdo cuando mi padre nos llevaba en el Renault-18 blanco a Albox para unas convivencias de tenis en las que venían los mejores tenistas de toda Andalucía.
Gran motivador
Qué grandes recuerdos de esos veranos. En una de esas convivencias se celebró el Campeonato de Andalucía de Tenis. Yo era alevín y por la mañana me había proclamado campeón de dobles junto a un sevillano de nombre Sergio Contreras. Por la tarde, tenía la final de individuales frente al malagueño Manolo Gómez. Mi padre ya se había encargado de incentivar con barra libre de Cola-Colas a todos los chavales del pueblo para que me animaran. Finalmente me impuse 6/4 - 6/1 y me llevaron en volandas, con mi padre como cabecilla de la operación, a tirarme con ropa a la piscina del Club de Tenis de Albox.
Don de gentes Recuerdo esa ansiada fecha en la que se celebraban las fiestas de su pueblo natal, Serón. Qué recuerdos en la plaza del pueblo con las grandes orquestas que se daban cita. Creo que allí mi padre pasó algunos de los días más felices dentro de una vida quizá demasiado intensa. Él era una persona que vivía el momento a tope, siempre rodeado de gente, de sus amigos y de su inseparable mujer Manoli (mi madre), sin mirar más allá. Recuerdo que siempre me gustaba de día ir a la plaza del pueblo con mi padre para que él pidiera permiso y nos dejarán entrar a la habitación donde se guardaban los cabezudos. Yo me asombraba de lo importante que era mi padre, al conseguir algo que tanta ilusión me hacía.
Él me decía que yo era el único niño que los podía ver “parados”, y quizá no se equivocaba. Recuerdo esos fines de semana en mi cortijo, en el que se daban cita personas muy aficionadas al tenis de Almería; Antonio Gázquez, Paco (el de deportes Indalo), Pepe Martínez, Antonio Fernández.. así un largo etcétera de gente con ganas de deporte, de jugar al tenis y pertenecer a un proyecto común.
Su gran sueño
Así se fue cimentando poco a poco la idea de crear un club de tenis en Pechina. De la nada, sin dinero y sin apoyos. Fueron años muy intensos en los que nosotros seguíamos jugando al tenis con la incorporación de nuestra hermanilla Patricia a los torneos, mientras que mi padre no desistía en su idea de montar uno de los mejores Clubes de Tenis de Andalucía. Al final lo consiguió, gracias también a muchas personas que contribuyeron y le ayudaron en algo tan difícil, ver realizado su sueño, el Club de Tenis Indalo. Iván Ledl (nº 1 del mundo), Guy Forget, los hermanos Sánchez Vicario o nuestro paisano Ricardo Sánchez ‘Richi’, fueron solo algunos de los nombres más ilustres que pasaron por las pistas del club. Hasta la Copa Davis pasó por allí.
Amó a su familia
En fin, son tantos recuerdos de mi padre, de una persona única, con sus defectos, que los tenía sin duda, y sus virtudes, con un carácter a veces difícil, muy amigo de sus amigos. Pero un día como hoy, cuando ya hace varios que nos dejó, me quedo con el recuerdo de un ser especial al que todos sus hijos y su mujer quisieron con locura. Dejó una huella imborrable entre mucha gente, sus alumnos, el mundo del fútbol, los socios y amigos del club, sus innumerables amigos de su querida Almería.
Nos inculcó muchos buenos valores, y entre ellos, uno de los mejores valores que un padre puede trasmitir a sus hijos, el amor por el deporte.
Por toda una vida dedicada a nosotros, de tu hijo Jorge y de toda tu familia. GRACIAS PAPÁ.
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