Nos quedamos sin Semana Santa, nos vamos a quedar por ahora sin comuniones multitudinarias y seguramente sin la tradicional procesión del Corpus, que tantos fieles convocaba por las calles de Almería. A un mes de su celebración, parece imposible que la procesión pueda desarrollarse con normalidad, salvo un milagro.
La última procesión del Corpus que se tuvo que suspender fue la de 1936, poco antes de estallar la guerra. El ambiente anticlerical que se respiraba, acentuado tras el triunfo del Frente Popular, dejó a los católicos sin la exaltación popular del Cuerpo de Cristo que todos los años marcaba en el calendario sentimental de la gente el comienzo del verano. No fue una sorpresa la suspensión, porque a lo largo de los años de gobierno de la República, el Corpus tuvo que pasar por auténticos calvarios y quedarse en el templo.
La primera vez que por motivos políticos se tuvo que suspender la procesión fue el 4 de junio de 1931. Eran los primeros meses de la Segunda República y la ola de anticlericalismo que azotaba a todo el país tenía también sus efectos en Almería. A primera hora de la mañana, el señor Company Jiménez, alcalde accidental de la ciudad en ausencia de don Miguel Granados Ruiz, que se encontraba de viaje, acudió al Palacio del Obispo para pedirle que se suspendiera la procesión que había sido programada para las seis y media de esa misma tarde, advirtiéndole que los ánimos estaban caldeados y que tenía noticias de que un grupo de obreros del Puerto tenía previsto boicotear el acto religioso.
El obispo, Bernardo Martínez Noval, quedó en que esa misma tarde le daría una contestación, ya que antes tenía que reunirse con varias personas de su confianza para darle a conocer la petición del alcalde. Esa reunión se llevó a cabo a las doce de la mañana en el número 3 de la Plaza Careaga, en la casa del presidente de la Adoración Nocturna, Andrés Casinello Barroeta. Asistieron también Eduardo Valverde, cura del Sagrario, Pedro Martín Abad, Beneficiado Organista de La Catedral, Antonio Villaespesa Quintana, presidente del Casino y Eduardo Pérez Cano, Hermano Mayor del Santo Entierro.
Fueron dos horas de una tensa discusión. El obispo era partidario de acatar las órdenes municipales, pero los organizadores de la procesión querían seguir adelante con la tradición, argumentando que un grupo de obreros podía estar en contra, pero eran miles los almerienses que esperaban la salida a la calle de la Custodia y no podían defraudarlos. A las seis de la tarde, Bernardo Martínez Noval, desde el balcón del Palacio, se dirigió a los miles de fieles que abarrotaban la plaza para explicarles la difícil situación que se estaba viviendo. Les pidió acatamiento a las autoridades del nuevo régimen y “obediencia, pues así lo manda Dios”.
Las puertas del templo se abrieron y la gente pasó al interior donde se cantaron las letanías y la procesión recorrió las naves y el Claustro, en el acto religioso más emocionante que se recuerda.
Durante tres años el Corpus no pisó las calles de Almería y el día dejó ser festivo en el calendario laboral, aunque la mayoría de los comerciantes del centro continuó cerrando sus negocios y participando en la liturgia que se siguió realizando en el interior de La Catedral.
El triunfo de los partidos de derecha en las elecciones de noviembre de 1933 propició que el 31 de mayo de 1934 el Corpus volviera a la calle. El Gobierno Civil colocó un policía en cada esquina para evitar incidentes y recortó el recorrido tradicional, evitando el Paseo. Más de cinco mil personas acompañaron la Custodia por la calle Eduardo Pérez, Real (bautizada como Riego por la República), Mariana (por aquellos años Pablo Iglesias), Cervantes y Catedral.
En 1936, con la victoria del Frente Popular, el Corpus volvió a prohibirse. Reapareció el 8 de junio de 1939 con la dictadura franquista. Desde entonces la procesión de los niños vestidos de Primera Comunión no ha faltado nunca a su cita con los almerienses, ni en la capital ni en los pueblos.
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