El edificio de Correos es una de las cicatrices que el desarrollismo de los años sesenta y setenta dejó en el corazón de Almería. Este mastodonte, inagurado a bombo y platillo por los Príncipes de España en 1970, lleva casi una década cerrado, enfermo de aluminosis, como una herida abierta en el centro de la ciudad.
Es imposible entender cómo las autoridades permitieron, en 1967, que las piquetas se llevaran por delante el antiguo edificio de Correos que se habilitó en lo que había sido el colegio de Jesús Maestro. Echaron abajo una auténtica obra de arte para levantar un bodrio que durante medio siglo ha pesado como una losa sobre el urbanismo de la ciudad, machacando con su presencia una manzana completa.
El viejo caserón embellecía ese rincón de Almería donde confluían el Paseo y la calle Conde Ofalia, compitiendo en belleza con la casa de los Rodríguez. Aquél edificio realzaba todo su entorno, perfectamente integrado en esa Almería gestada en el siglo diecinueve que resistió en pie hasta los años sesenta. Era una casa de cuatro plantas, con una hermosa portada donde destacaban dos columnas salientes y un balcón central ornamentado de frontispicio, moldura y alegorías, todo en piedra. En el proyecto inicial de Trinidad Cuartara, la cornisa principal estaba rematada por un reloj, pero finalmente se sustituyó por una esfera armilar labrada en piedra.
La historia de aquellas piedras comenzó a gestarse en 1890 cuando el diácono de La Catedral, don José María Navarro Darax, se enamoró de una manzana entre la calle Real y el Paseo para poder levantar allí la escuela de la Iglesia que tantas veces había soñado. En septiembre de 1891 comenzaron a derribar las antiguas casonas que formaban la manzana de las calles del Teatro y Elvira (hoy Padre Luque), donde había empezado a funcionar de manera provisional el colegio de Jesús. Navarro Darax quería un gran edificio que fuera una referencia para las familias católicas de la ciudad y que a la vez ennobleciera la arquitectura urbana de la ciudad.
Cuando los obreros empezaban a abrir los cimientos salieron a la luz las ruinas de una mansión árabe, que por sus características debió ser una importante casa de recreo. El hallazgo atrasó las obras de construcción del colegio, que no estuvo terminado hasta tres años después.
La marcha del diácono en 1912, tras ser destinado a Valencia, sumió al colegio en una crisis que lo obligó tres años después, a cerrar definitivamente sus puertas. Sin niños, sin maestros, el gran edificio se quedó sin vida. En esos años, el Estado andaba buscando un local apropiado en el centro de Almería para poder instalar allí su nueva sede de Correos y Telégrafos. Le ofrecieron un local en la parte baja de la calle Reyes Católicos y otros dos en el Paseo y en la Plaza Circular, que no cuajaron por discrepancias a la hora del precio. Por fin, en diciembre de 1915, la Dirección General de Correos y Telégrafos resolvió adquirir la casa del antiguo Colegio de Jesús, que por aquel tiempo estaba ocupada por la Diputación Provincial. Ya tenían el edificio que buscaban para la casa de Correos, pero no la partida de dinero suficiente para emprender la reforma que el edificio necesitaba. Tuvieron que pasar dos años para que las obras transformaran las viejas aulas del colegio en las nuevas oficinas del Estado. En abril de 1918 se le entregó la llave al administrador de Correos. Ese mismo mes estuvo expuesto al público, en el escaparate principal de la librería Sempere del Paseo, un artístico buzón con cabeza de león, confeccionado y fundido en bronce por los alumnos de la Escuela de Artes y Oficios de Almería. Su director entonces, el señor Rocafull, quiso hacerle este regalo para que fuera uno de los adornos principales de la nueva casa de Correos. El buzón quedó instalado una semana después en la esquina principal del edificio, la que se asomaba al Paseo, constituyendo un auténtico acontecimiento para todo el que se acercaba a contemplarlo, con sus fauces abiertas invitando al público a depositar dentro sus cartas.
El colegio de Jesús Maestro, transformado ya en la sede principal de Correos, estuvo presente en la vida diaria de los almerienses durante cerca de medio siglo, hasta que se fue deteriorando por la falta de mantenimiento y sus responsables, en vez de plantearse su rehabilitación, escogieron el camino del derribo para unirse así a la corriente de modernidad de la época, los años sesenta del siglo veinte, en la que la moda urbanística imponía romper con lo antiguo. En 1967 empezó el derribo del primitivo colegio de Jesús, convertido después en Correos, ante la pasividad de la sociedad almeriense de la época. De lo que había sido no quedó ni rastro: la casa la convirtieron en escombros y el gran león de bronce que hacía de buzón en la entrada desapareció sin que nadie supiera su paradero.
Sobre aquel solar levantaron un edificio caótico, un mastodonte vertical poco funcional y obsoleto desde su construcción, que desde hace diez años amenaza con venirse abajo.
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