El sanatorio de la Cruz Roja tiene las horas contadas. Su cierre supondrá el punto y final a una larga historia que comenzó en el verano de 1947, cuando el Ayuntamiento de Almería acordó ceder el edificio a la Cruz Roja para la prestación de servicios médicos.
Desde entonces, este hospital ha estado ligado estrechamente a la vida de los almerienses, no solo a la de los vecinos del Barrio Alto y Regiones Devastadas, que habitaban aquel distrito, sino a todos los que pasaron por sus salas, que llegaban de todos los barrios, lo mismo de la Cañada que de la Plaza de Pavía.
En la Cruz Roja se atendía igual a un herido del Camino de Ronda que a un accidentado en la Almedina. En aquellos primeros años de vida, cuando aún no estaba funcionando el sanatorio del ‘18 de Julio’ ni el de la ‘Bola Azul’, el hospital de la Cruz Roja era el que tenía los mejores equipos de urgencias y hasta una ambulancia propia, que había sido donada para la feria de 1947 por la presidenta nacional de la institutición, la duquesa de la Victoria.
Los niños del Barrio Alto, de Regiones y años después los del nuevo barrio de la Avenida del Mediterráneo, pasaron por la Cruz Roja para operearse las amigdalas o para que el enfermero de guardia les cosiera alguna herida. El hospital fue cambiando con los años, perdiendo transcedencia y convirtiéndose en la última residencia para los enfermos que ya no tenían remedio.
La historia del sanatorio nos lleva a los primeros años de la posguerra, cuando las autoridades decidieron aprovechar unos terrenos municipales que habían quedado libres tras la construcción del Camino de Ronda, para montar un dispensario que atendiera a los enfermos de tracoma, un mal endémico en las zonas más pobres de la ciudad, especialmente en el Barrio Alto.
En aquel tiempo, el dispensario ocupaba una esquina privilegiada y reinaba en solitario en medio de un páramo rodeado de vega, antes de que construyeran la popular barriada de Regiones. Sin embargo, el sanatorio antitracomatoso tuvo muchas dificultades para sobrevivir debido a las restricciones de la época, lo que impulsó a las autoridades municipales a cederlo a una institución como la Cruz Roja para que le diera un nuevo impulso.
En el mes de julio de 1947 se firmó la cesión, siendo alcalde de la ciudad Emilio Pérez Manzuco; a su esposa, la señora Carmen Hernán, le correspondió ser la presidenta de honor del dispensario.
Se trataba de un traspaso gratutito, si bien el ayuntamiento se reservaba la facultad de reclamar el edificio cuando lo estimara conveniente y de disponer de una planta para la instalación del dispensario municipal. El acto de entrega del edificio se confirmó unas semanas después, cuando se desplazó a Almería la duquesa de la Victoria, que quiso ver de cerca aquellas modernas instalaciones y su completo equipo quirúrgico de urgencias. La dama nacional de la Cruz Roja tuvo la gentileza de regalarle al centro un coche ambulancia que no tardó en convertirse en el vehículo más popular de la ciudad. Cada vez que aparecía la ambulancia por un barrio, los niños salían corriendo detrás para enterarse del suceso.
La Cruz Roja empezó a funcionar como tal en aquellos años finales de la década de los cuarenta, cuando la manzana se había urbanizado y tenía que atender a una nueva ciudad que había surgido en las viviendas de Regiones Devastadas. Para poder responder a una población creciente, se establecieron consultas médico-quirúrgicas, rayos x, un centro de laboratorios y doce camas para operados y enfermos.
El dispensario de la Cruz Roja siguió creciendo y para adaptarse a la fuerte demanda de los nuevos tiempos, se transformó en un gran hospital a comienzos de los años setenta, cuando se levantó un nuevo edificio de cinco plantas, tomando el formato que actualmente conocemos. El centro reformado fue bautizado con el nombre de Hospital de San José y Santa Adela, aunque la gente siguió llamándole ‘La Cruz Roja’.
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