Cierra la histórica confitería ‘La Colmena’

La confitería de la familia Gonzálvez fue fundada en 1961 en la Rambla de Alfareros

Fachada y escaparate de la confitería ‘La Colmena’, abierta en 1961 en la Rambla de Alfareros.
Fachada y escaparate de la confitería ‘La Colmena’, abierta en 1961 en la Rambla de Alfareros.
Eduardo de Vicente
17:32 • 07 nov. 2017

‘La Colmena’ estaba a cincuenta metros de la Puerta de Purchena, pero tenía más de confitería de barrio que de negocio del centro de la ciudad. Tenía un aire  familiar  que la hacía diferente, más cercana, como aquellos comercios antiguos en los  que los dueños se jugaban el tipo a  diario dando la cara ante el público con la calidad de  sus productos. El propietario era el que elaboraba los pasteles, el que salía al mostrador para escuchar las opiniones de los clientes y el que hacía de relaciones públicas saliendo a saludar desde lo más profundo del obrador aunque estuviera cubierto de harina. ‘La Colmena’ estaba a dos pasos de la Puerta de Purchena, pero siempre conservó ese carácter reservado que la diferenciaba de la opulencia de las pastelerías del Paseo y sus calles céntricas. Alejada de las grandes colas y del bullicio infantil, siempre mantuvo una clientela fiel que le permitió sobrevivir durante más de medio siglo.



Los niños de mi generación íbamos los domingos aunque solo fuera para mirar el pequeño escaparate de su fachada donde destacaban como obras de arte aquellas medias lunas gigantescas que nosotros saboreábamos dejando nuestro aliento grabado en el cristal.  Aquellos domingos de  cine y paseos, de ropa limpia y olor a colonia, de nuestros primeros duros en el bolsillo que nunca alcanzaban para comprarnos la milhojas de tres pisos o aquellos dulces de cabeza de gato cubiertos de chocolate. Aquellos domingos de los primeros años setenta cuando todavía era una tradición salir en familia a dar una vuelta por la mañana y de regreso comprar un papelón de pasteles para el café. Aquellos domingos de parejas de novios y de niños en bandada a la salida del cine, domingos que de pronto entristecían cuando caía la tarde y solo nos quedaba la esperanza de los caramelos de la confitería para olvidarnos de la presencia fatídica del lunes.



De ‘La Colmena’ nos gustaba la grandiosidad de su escaparate, donde los pasteles se insinuaban sin artificios. Los glaseados parecían los primeros glaseados de la Tierra y las medias lunas encerraban todos los sueños de varias generaciones de niños que habían mirado aquellas obras de arte de la misma forma en la que Carpanta miraba los muslos de pollo inalcanzables de sus historietas.



‘La Colmena’ acaba de cerrar sus puertas tras cincuenta y seis años de historia. Su dueño, José Gonzálvez Crespo, se ha jubilado después de toda una vida dedicada al negocio. Se puede decir que fue pastelero desde niño, desde aquel día de marzo de 1961 en el que su padre, José Gonzálvez Ruiz, puso en marcha la confitería en el número cinco de la Rambla de Alfareros. Fue una aventura de juventud. Se había cansado de ser un empleado más del obrador de la célebre confitería ‘La Corona’ y junto a otro trabajador de este mismo negocio, su amigo Antonio Iglesias, decidió montar su propia empresa y diferenciarse del resto con nuevos productos que llevaran su sello personal. Fueron famosos sus ‘plátanos’, sus ‘chumbos’, sus ‘ana-marías’ y sobre todo, los gatitos de chocolate que él mismo creó aprovechándose de una casualidad: aquel pastel surgió cuando estaba limpiando una de las mangas que utilizaba para el relleno, de la  que se desprendieron unas gotas de merengue que al caer en la mesa le inspiraron la figura de un gato que quedó inmortalizada en una filigrana de azúcar y chocolate.



La familia Gonzálvez, que vivió la época dorada de los años sesenta y setenta, cuando las confiterías estaban de moda y el colesterol era un lujo exclusivo de los ricos, supo atravesar con dignidad los tiempos complicados cuando los dulces pasaron a estar bajo sospecha. Tras más de medio siglo de trabajo, el último de la saga ha cerrado para siempre. Se ha ido una de las últimas confiterías con historia, pero quedan los recuerdos, aquellas imágenes que muchos niños de entonces llevamos grabadas en el paladar, cuando de la mano de nuestras madres nos quedábamos con los ojos pegados a los tarros redondos de cristal donde se guardaban los pequeños tesoros de los Sugus, los Snipe y los caramelos de café con leche.






Temas relacionados

para ti

en destaque