El coronavirus grabado en la piel

La pandemia del coronavirus también hace mella entre los estudios de tatuajes

José David Arqueros trabaja con todas las precauciones sanitarias que exige la nueva realidad.
José David Arqueros trabaja con todas las precauciones sanitarias que exige la nueva realidad. La Voz
Eduardo de Vicente
07:00 • 27 sept. 2020

Llevamos el coronavirus incorporado a nuestro cerebro desde que nos ponemos la mascarilla y salimos a la calle. Todos nuestros movimientos en los últimos meses están marcados por la epidemia: lo que hacemos, lo que dejamos de hacer, tienen en cuenta la situación sanitaria que nos está obligando a vivir una realidad diferente. 



Hay quien no tiene bastante con la dosis de coronavirus que nos golpea a diario y ha querido grabárselo en la piel como si fuera la cara de una novia o la frase de un sabio. La silueta del famoso virus coronado puede convertirse en una tendencia para los amantes del tatuaje, como hace décadas lo fue aquella frase de ‘Amor de madre’ o como en los últimos tiempos lo eran la silueta de Camarón o los rostros de los mafiosos que marcaron una época.



José David Arqueros, uno de los artistas tatuadores que ha sobrevivido a la crisis, se ha estrenado grabando un coronavirus que parece un rey, en el brazo de un cliente. “Es un virus con corona que he creado en tres dimensiones”, afirma. Tal vez, tatuarse el coronavirus sea una forma de aceptar la realidad con menos dramatismo y desprenderse de ese miedo automático que sentimos casi todos cuando escuchamos el nombre de la maldita enfermedad.






La verdad es que el coronavirus artístico de José David no parece tan fiero como esa otra imagen que vemos en los telediarios. Ha sabido dotarlo de un halo humorísitico que lo humaniza como si lo acabaran de sacar de un cómic. Él, está dispuesto a seguir haciendo arte con el virus si se lo piden los clientes, porque el panorama no está para renunciar a nada.



En esta crisis que no nos deja respirar y que se ha llevado por delante a negocios de todo tipo, los maestros tatuadores también se han visto afectados. Varios negocios han tenido que cerrar tanto en la capital como en la provincia y los que han decidido seguir adelante lo hacen adaptándose con el máximo rigor a las exigencias de las autoridades sanitarias. 



Uno tiene la impresión, al entrar en el taller de José David Arqueros, en la calle de Regocijos, que está en la antesala de un quirófano. La pulcritud tiene que ser estricta y el uso de las mascarillas, obligatorio. El gel está presente en todas las habitaciones y los horarios tienen que ser rígidos para que no pueda haber nadie esperando. “Tenemos que seguir trabajando y adaptándonos a la nueva realidad. Cuando terminó el confinamiento se vivieron unas semanas difíciles porque el trabajo no se recuperaba, había miedo en la gente, pero a partir de junio se levantó la veda y las citas empezaron a dispararse. Quizá porque ese dinero que muchos no pudieron gastarse durante el encierro  decidieron invertirlo en un tatuaje”, comenta José David.



Para él, su profesión es también una vocación. Disfruta con lo que hace de la misma manera que disfruta tatuándose su propia piel. Es de los que piensan que un tatuaje no es un  capricho pasajero, sino su mejor forma de  expresión y una manera de ver el mundo. Entiende el tatuaje como la forma de contar una historia y de expresar un sentimiento, más allá de la estética o de la extravagancia de una moda. 


José David Arqueros es un maestro de lo que llaman el realismo en blanco y negro. Si usted quiere tener la estampa del coronavirus en la espalda como si fuera un dios, o prefiere grabarse el rostro de don Vito Corleone en su pecho o la mirada de Alcapone, este joven artista puede ser su mejor destino. Las figuras de el Padrino y de los mafiosos nunca pasan de moda. También domina con sello personal el retrato del cura  con la cruz del anticristo, una ilustración que suele tener muchos adeptos. Su repertorio es tan amplio que también puede echar la vista atrás en el tiempo y grabarle en el brazo un corazón de los de toda la vida con el nombre de una novia o de un marido, como si el amor no tuviera fecha de caducidad.


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