Escribía Luis Cernuda que "llega un momento en la vida, en el que el tiempo nos alcanza, que nos vemos sujetos al tiempo y obligados a contar con él".
Dada la imposibilidad real de despedirme personalmente de los casi cien mil pacientes que he atendido en mi dilatada vida profesional, permítanme dar las gracias a través de estas líneas.
En todos estos años he perseguido la excelencia profesional, no siempre alcanzada y he luchado para hacer más accesible y asequible la medicina privada a toda la población. En el ámbito personal, en mi acercamiento a la persona con la piel enferma, me he dejado guiar por la empatía (en pathos -entrar en la enfermedad-) y la compasión (-padecer con-).
Pido perdón por las veces en las que no he sabido o podido curar y en las que no haya cubierto las expectativas del paciente. La medicina es el arte de curar, y si no se puede curar, paliar y siempre, en todos los casos, consolar y acompañar.
Quiero manifestar mi profunda y sincera gratitud:
A todos y cada uno de mis pacientes por su confianza y lealtad en estos más de 42 años de ejercicio profesional.
A mis compañeros de profesión y especialidad por su paciencia y comprensión.
A los enfermos de Lepra de Andalucía y especialmente a los de Almería, a los que considero mis hermanos, por todo lo que les debo y me han enseñado.
Por último, y no en último lugar, a mis maestros, dermatólogos de la escuela de Granada (Profesores Felipe de Dulanto, Armijo, Camacho, Serrano, Naranjo ...) por haber despertado en mí la pasión por la dermatología y mantenerme al día en una materia de cambios trepidantes en las últimas décadas.
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