Han tenido que ser los propios policías los que le pidan protección al Ayuntamiento de Almería. Protección legal para poder llevar a cabo su trabajo en unas mínimas condiciones de dignidad profesional para actuar contra lo que ellos llaman vecinos rebeldes, presentes en casi todos los rincones de la ciudad, que enturbian la convivencia cotidiana.
Esta pasada semana salía a la luz la noticia de que la Policía de Almería, a través del sindicato UPLBA, le pedía a las autoridades municipales que pusieran en marcha una normativa para poder sancionar las conductas ‘ilegales’ de estos vecinos rebeldes que tantos quebraderos de cabeza le están causando a los agentes de la autoridad.
La policía pide que se elabore y se ponga en marcha una ordenanza municipal que podría llamarse de convivencia, a la que agarrarse a la hora de castigar determinadas conductas que a veces rayan en la delincuencia pero que se escapan a lo establecido en la ley.
Hay lugares en Almería donde los vecinos están sometidos a la autoridad de los más fuertes, de los más violentos, y se ven obligados a tener que soportar situaciones que hacen muy complicada la convivencia como la música a todo volumen, el ruido de las motos trucadas, los coches que pasan a toda velocidad con la música desbordada, los atentados constantes contra el mobiliario urbano sin que la policía pueda hacer nada por ayudarles.
Se trata de conductas que se han hecho cotidianas en muchos rincones de la ciudad hasta convertir algunas calles y plazas en auténticos infiernos, en guetos dominados por los más incívicos que llegan incluso a amenazar a quien se atreva a denunciarlos.
Hasta ahora, nuestros gobernantes municipales han vivido dándole la espalda a este problema, pero ya va siendo hora de que se compliquen la vida porque no afecta solo a los vecinos, sino también, como ha quedado de manifesto en el comunicado de la policía, a los agentes de la autoridad.
Hay quien pueda pensar que se trata de un problema marginal que se localiza en lugares muy concretos, alejados del centro de la ciudad, pero no es así. Es un problema que está presente en el día a día en el entorno de la Alcazaba y en el barrio de la Almedina. Los vecinos de la calle de la Reina llevan algún tiempo soportando a los ‘Fernandos Alonsos’ que suben la cuesta a toda velocidad poniendo en riesgo la seguridad de los vecinos sin que nadie les ponga freno.
En este mismo barrio son frecuentes las llamada de los vecinos que no pueden descansar porque tienen que aguantar la música a todo volumen de otro vecino desocupado que a todas tiene ganas de fiesta. Yo he llegado a contemplar imágenes desalentadoras, cuando la policía, tanto la local como la nacional, se ha visto desarmada ante el ímpetu de los vecinos rebeldes. Le plantan cara sin ningún argumento razonable y sin temor alguno los tratan como si en vez de un policía tuvieran delante a un sereno o al hombre del carrillo de la limpieza, sabiendo que no los van a sancionar, que todos sus actos se van a quedar en el limbo por culpa del vacío legal existente. He contemplado con impotencia como tras quitar la música por requerimiento de los agentes, los infractores han vuelto a darle el volumen que tenían un minuto después de que los policías se marcharan. Los he visto enfrentarse a los agentes sin ningún respeto, con esa fuerza que les da sentirse intocables.
Hay calles inhabitables, donde la suciedad forma parte de su existencia porque los vecinos incumplen las normas arrojando todo tipo de objetos a la calzada o dejando las bolsas de basura en cualquier esquina sin ningún temor a poder ser sancionados. En las últimas semanas, se han vivido escenas de auténtica delincuencia en las inmediaciones de la Alcazaba. En la subida al tercer recinto se quemó un coche y unos días después otros dos vehículos salieron ardiendo enfrente de la ermita de San Antón.
Está en manos del alcalde y de su corporación poner coto a tantos desmanes y de una vez por todas facilitarle el trabajo a la policía, a esos agentes que a veces trabajan con las manos atadas, sin una ordenanza que los respalde.
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