Cuesta trabajo aceptar la desolación que produce ver los puestos vacíos que se han ido quedando en la Plaza de Abastos en el último año, como consecuencia de la crisis comercial que afecta con crudeza a los negocios del centro de la ciudad y del golpe que ha supuesto la epidemia de Covid.
En el sótano, en la Plaza del Pescado, hay ocho puestos que han cerrado, por los siete que han echado la persiana en la planta de arriba. En la historia del Mercado Central no existe un precedente parecido a este fenómeno de despoblación, a excepción del último año de la Guerra Civil, cuando no había género para abastecer los mercados y fueron muchos los vendedores que tuvieron que cerrar.
Hace diez años, cuando una barraca se quedaba vacía no tardaba en renovarse con un nuevo establecimiento o con la llegada de un familiar que continuaba con el negocio. Hoy, cuando un vendedor echa el cierre porque le ha llegado la hora de la jubilación, es difícil que venga detrás un heredero. Los hijos ya no quieren continuar con una profesión que exige un gran sacrificio y que está sufriendo en sus carnes la crisis comercial que desde hace unos años se ha cebado con el centro de Almería. Llevábamos un tiempo lamentando la pérdida de actividad en el Paseo y en las calles próximas, pero ahora esta queja se extiende también a la vieja Plaza de Abastos que parecía intocable.
Hubo un intento por parte del ayuntamiento de contribuir a la animación del comercio del centro abriendo la Plaza por las tardes, pero casi dos años después de esta iniciativa el remedio no ha dado ningún resultado: no ha tenido aceptación entre el público ni tampoco entre los comerciantes. Si uno se da una vuelta cualquier tarde por el recinto, como mucho se puede encontrar con dos puestos abiertos esperando a que por casualidad aparezca algún cliente rezagado.
Los que hemos conocido el Mercado Central en plena actividad sentimos más de cerca esa herida que sufre ahora el gran zoco de la ciudad. Muchos recordamos, cuando éramos niños, la bulla de la Plaza, la fuerza de ese río constante de vida que inundaba también toda la circunvalación. Eran días de apogeo, cuando hasta las fachadas estaban sembradas de puestos y de barracas, cuando en la calle Obispo Orberá se instalaban los vendedores ambulantes. Era tanta la demanda que hasta la Plaza del Pescado tenía su propia instalación en la acera de enfrente.
El bullicio se ha quedado en un recuerdo y solo en días muy señalados como los sábados a media mañana o en las vísperas de los días grandes de Navidad, vuelve a recuperar una parte de la vida que tuvo. La solución parece complicada porque la actividad comercial del Paseo y de su entorno sigue en decadencia. La iniciativa de reformar a medias la gran avenida no parece un acicate para recuperar el terreno perdido.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/12/almeria/209662/la-plaza-siente-la-crisis-del-centro