1981 fue un año que se viví en la calle con la intensidad con la que la gente respiró los primeros aires de democracia. Fueron meses de una solidaridad desbordante, de una complicidad que se ponía de manifiesto en las manifestaciones multitudinarias de profesores y alumnos de! Bachillerato, en la huelga de los pescadores y sobre todo, en la gran manifestación popular del viernes 26 de febrero, tres días después del intento de golpe de estado.
La ciudad se paralizó durante horas. Cerraron los comercios, los bares echaron las persianas abajo, se
detuvo el transporte público, los institutos no dieron clase y se hizo realidad la estrofa de Gabriel Celaya en su poema ‘España en marcha’, que decía, “A la calle! que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo”.
Almería anunció aquella tarde que no estaba dispuesta a dar un solo paso atrás. Que la apuesta por la
libertad era de verdad, con todas las consecuencias y que iba a luchar por ella. A la vez que media ciudad recorría las calles del centro pidiendo libertad, algunos miembros de la extrema derecha almeriense hacían pintadas y lanzaban panfletos ensalzando a los golpistas y dando las gracias a Tejero por “haber arriesgado su vida y sacrificado su profesión por intentar salvar a España”.
Miembros de aquella extrema derecha fueron los que en la noche del 23 de febrero, en pleno asalto.al Congreso, se pasearon por los bares de! centro anunciando nuevos tiempos con sus camisas azules y sus pistolas en el cinto.
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