Pasar a la historia no siempre es la consecuencia de un gran hito, un éxito empresarial repentino o una épica batalla. Hay veces en las que el papel del azar es imprescindible.
Fue el caso de Iván, que este 18 de marzo cumple su primer año de vida. Llegó al mundo a los pocos días de decretarse el estado de alarma y de forma prematura después de que su madre fuese una de las primeras ingresadas con Covid-19 en el Hospital La Inmaculada de Huércal-Overa.
Hasta aquí la labor del azar. Porque su historia no está exenta de sufrimiento, lucha y una gran capacidad de superación frente a a las adversidades a las que tuvo que enfrentarse María Espinoza, la mujer que con 26 años dio a luz pero que no pudo abrazar a su pequeño hasta que transcurrieron 36 días desde su nacimiento.
Separada de su hijo
Cuando Iván vio la luz de este mundo por primera vez su madre tuvo que conformarse con escucharle “llorar a lo lejos” mientras ella se quedaba en una solitaria cama. Pocas horas antes, su pareja y padre de la criatura (con quien comparte nombre) vio por primera vez un listado con síntomas de la Covid-19. Los relacionó de inmediato con lo que le ocurría a María.
La enfermedad derivó en una neumonía que obligó a provocar el parto para poder aplicarle la medicación necesaria sin dañar a su hijo. Iván salió del cuerpo de su madre con la placenta para evitar el contacto con ella. En aquel entonces no se conocían como hoy las posibilidades de transmisión de madre a hijo. Fue uno de los primeros partos del país con el coronavirus de por medio.
“Tienes cinco minutos para llamar a un familiar y que se haga cargo del crío”, recuerda que le advirtió el médico tras comunicarle su positivo. El trato de los profesionales sanitarios del Hospital La Inmaculada y su cariño es algo que tampoco ha olvidado y que no se cansa de agradecer una y otra vez. De hecho, la cesárea fue exitosa pero la penitencia no había hecho más que comenzar.
María permaneció cinco semanas separada de su hijo -a quien cuidó su hermana- hasta que tuvo su segundo resultado negativo en una prueba de coronavirus. Durante ese tiempo no solo tuvo que soportar la incertidumbre de su enfermedad y la lejanía de su hijo.
Fue víctima de bulos de todo tipo y que hicieron circular por Huércal-Overa (lugar donde reside) noticias más que alarmantes, incluso sobre su estado de salud, hasta que, al fin, llegó el reencuentro. Pero no fue como esperaba. “Cuando llegué el bebé relacionaba a mi hermana como su madre. Esperas ese momento con toda la ilusión del mundo y ves que no te reconoce...”, cuenta antes de reconocer que incluso a día de hoy “los días 18 de cada mes me siento un poco rota por lo que pasamos”.
El coronavirus no solo ha dejado en su vida cicatrices psicológicas. También físicas. Pese a que no presentaba patologías previas, desde que sufrió la Covid-19 necesita medicación en forma de aerosoles.
A pesar de todo, un año después su situación es radicalmente distinta, si bien aún son visibles esas cicatrices que deja en el alma un mes de emociones tan encontradas y de situaciones que por las que han pasado muy pocas personas más en este país.
Ahora, la cara de Iván se ilumina cuando está en los brazos de su madre y son una familia feliz. Esta vez sí. Nada les impedirá celebrar el primer año de Iván, que tendrá como regalo todos los abrazos y besos que tardó 36 días en poder sentir.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/12/almeria/210904/el-parto-que-lleno-de-luz-los-dias-mas-grises