Francisco Carpio e Isabel Rojas nunca olvidarán el viaje del Imserso que los trajo a Almería, desde Sabadell, hace justo un año. Imposible borrarlo de su memoria cuando venían para una semana y se quedaron más dos meses. El tiempo que se prolongó una pesadilla que, por fortuna, pueden contar.
El 9 de marzo de 2020 este matrimonio septuagenario puso rumbo a Almería, la única provincia andaluza que les quedaba por conocer. Era lunes y unos días antes había soplado un aire muy frío en su ciudad, de ahí que a ninguno le extrañase el malestar que empezó a instalarse en Francisco. Ahora miran una foto suya en el autobús en la que se le ve “cara de pena” y piensan la que se les venía encima.
El primer síntoma que los hizo inquietarse fue que la comida del hotel no sabía a nada. Luego comenzó a molestarle la garganta y a subirle fiebre. Le recetaron unas pastillas, pero llegó un momento en que no salían de la habitación y decidieron volver a casa.
“El primer gran contratiempo se produjo cuando desde el seguro del Imserso nos dijeron que con fiebre no nos podíamos marchar”, recuerda esta pareja que lleva medio siglo unida. Como aún respiraba bien, pensaban que no era Covid-19, esa enfermedad de la que poco se sabía entonces, pero que empezaba a copar la actualidad.
Cuando la fiebre de Francisco se abonó al 39,5, se fueron al Hospital Virgen del Mar, donde una radiografía determinó que tenía neumonía bilateral. Como allí no disponían de una UCI aislada, pronto lo trasladaron a Torrecárdenas. Antes, Carpio quiso despedirse de los suyos: llamó a sus hijos y a su compañera de vida le dijo que la volvería a buscar. “Cuando me despedí, estaba sereno, pensaba que, al contrario de otros, tenía la suerte de poder decirles adiós; a partir de ese momento, no recuerdo nada más”.
El día 15 de marzo, coincidiendo con su cumpleaños, Francisco se convirtió en la primera persona que entraba en una UCI en Almería por coronavirus. Ese día empezó a escribirse también la odisea a la que tuvo que enfrentarse Isabel. Porque a las llamadas en las que le alertaban del estado de la extrema gravedad de su marido, se sumó que, una vez cerrados los hoteles, sin quedó en la calle y sin conocer a nadie. Ahí se inició un deambular del Hotel Avenida, donde se alojaban trabajadores esenciales, al apartamento de una pareja que se apiadó de ella.
Tras un mes en UCI, Francisco pasó a planta con problemas de movilidad y pocas fuerzas. Quién le iba a decir que acabaría teniendo por compañera de habitación a su mujer, que terminó contagiada después de pasar tantas horas de desvelo a su lado. Perdieron ocho kilos cada uno, regresaron a Sabadell en ambulancia y aún tienen secuelas, pero aseguran que volverán a saldar su cuenta pendiente con Almería y con la gente de aquí que tan bien los trató.
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