La Catedral de Almería olía a incienso, claro. Pero también -y sobre todo- a Historia. La Diócesis de Almería y su primer templo escribían una línea más en sus biografías con la toma de posesión de don Antonio Gómez Cantero como obispo coadjutor.
La mañana ha dado para mucho. Tanto es así que de la misa se pueden hacer más y más profundos análisis que de cualquier partido de fútbol o de la situación de algunas mociones censura autonómicas. Y también se podría hacer una crónica de sociedad. O política. Y otra religiosa, claro.
¿Por dónde empezar? Por los dos protagonistas, sin duda. Cada cual tiene su estilo y en la Catedral bien claro. Por una parte, don Adolfo González Montes habló en su extensa e intensa homilía de "unidad" reiteradamente e incluso invitaba a cerrar "las heridas de nuestras divisiones". Quizás hacía referencia a sus casi 20 años de episcopado, quizás enviaba mensajes a los que han ejercido de 'oposición' durante ese tiempo o quizás no. Lo cierto es que más de una persona de las presentes se dio por aludida en algún momento de la homilía del obispo diocesano.
Y, por otra parte, están Antonio Gómez Cantero y sus palabras. Menos de siete minutos de intervención al finalizar la misa que culminaron en un largo aplauso al que están poco acostumbrados los muros de la Catedral. ¿Por qué? Quizás por la sencillez de sus palabras, quizás por lo claro y rotundo de ellas o quizás, simplemente, por lo corta que fue la intervención teniendo en cuenta que estaban cerca de cumplirse las dos horas de misa.
"Tanto de párroco, como de obispo, he intentado adoptar la actitud de estar en medio de vosotros, como esos pastores que de niño veía en mi tierra de Carrión de los Condes, en la antigua Castilla La Vieja. Y observaba cómo, muchas veces, la inmovilidad del pastor, apoyado o semidormido en su bastón, hacía que las ovejas le empujaran y sacaran de su letargo, pues eran ellas las que, por necesidad, se acercaban a buscar nuevos pastos. Eso habéis sido para mí, aliento del Espíritu, que mueve a la Iglesia, la saca del inmovilismo y la provoca en las nuevas búsquedas", planteaba el ya obispo coadjutor de la diócesis de Almería.
Y a partir de ahora, a trabajar. Todo, basándose en unos pilares fundamentales que dejó claro el propio Gómez Cantero en su intervención: "simplicidad, humildad, esfuerzo y alegría, aliñadas con unas buenas amistades".
El acto
La pandemia ha convertido esta toma de posesión en un extraño acto que ha dividido a los almerienses en dos (o incluso tres) clases.
Porque el aforo de la Catedral estaba limitado por Salud a 250 asistentes y los compromisos eran muchos. Así, en los bancos estaban las muchas y muy variadas autoridades civiles y militares, en el coro el Cabildo Catedralicio acompañando las celestiales voces del Coro Infantil Pedro Mena de Adra.
En sillas situadas en los laterales del coro, sillas para el pueblo (que hizo cola en la puerta de los Perdones). Y, ya en la girola, el clero, entre el que se encontraba un grupo de especialísimos invitados a los que la pandemia convirtió casi en anónimos: el arzobispo de Granada y obispos de diócesis como las de Guadix, Cartagena, Córdoba o Barbastro acompañaron a Gómez Cantero en su toma de posesión, aunque sus mitras pasaron prácticamente desapercibidas, ‘escondidas’ en la girola y sin concelebrar una misa que, en condiciones normales, habría dejado estampas históricas.
Donde sí estuvo presente el arzobispo fue en la verdadera toma de posesión: un acto celebrado a puerta cerrada en el Palacio Episcopal, en el que se dio lectura a las letras apostólicas. Desde ese momento, y hasta la renuncia de González Montes en noviembre, Gómez Cantero es el obispo coadjutor de Almería. Suerte.
“No os canso más”: un discurso para la nueva era
Los almerienses tuvieron que esperar a las 13 horas y 3 minutos del mediodía para escuchar a Gómez Cantero. Con la misa acabada, el obispo coadjutor dijo sus primeras palabras y, al poco rato paso algo a lo que estamos poco acostumbrados. No habían pasado seis minutos cuando Gómez Cantero dijo “no os canso más”, anunciando el final de su didáctico discurso.
“Termino con una pregunta, que es la única que me hago todas las noches, como examen de conciencia: ¿He servido o me he servido?”. Empezando así, parece prometedora, en todos los sentidos, la era que arranca con su episcopado.
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