La colonia de la familia Terriza

El barrio de Los Ángeles empezó a brotar a finales de los años 50 sobre terrenos de los Terriza

Manzana norte del barrio de Los Ángeles a mediados de los años sesenta.
Manzana norte del barrio de Los Ángeles a mediados de los años sesenta.
Eduardo de Vicente
07:00 • 22 mar. 2021

Almería inició un crecimiento sin precedentes en los años sesenta. Lo hizo de forma desordenada, a salto de mata, sin tener en cuenta su historia, empujada por el negocio fácil de algunos constructores con la complicidad de las autoridades. 



En ese afán de encontrar nuevos terrenos donde hincar los cimientos modernos, la ciudad tendió sus brazos hacia el este, al otro lado de la Rambla y de la Carretera de Ronda y también hacia ese mundo rural que había sido la zona de La Molineta, que vivía anclado esperando que el cemento y el hormigón se llevaran por delante su mundo de huertas y soledades. 



Toda esa franja norte de la Carretera de Granada empezó a urbanizarse a finales de los años cincuenta y vivió una gran eclosión constructora en las décadas siguientes hasta convertirse en otra ciudad al otro lado de la Rambla. Los Terriza, propietarios de fincas y cortijos en La Molineta, fueron los primeros en tomar la iniciativa para convertir todos aquellos parajes de cuestas y huertos en un barrio más. 



En abril de 1962, Juan Terriza Jiménez, que unos años antes ya había levantado varios bloques de viviendas en la calle Marchales y en la Cruz de Caravaca, emprendió un gran proyecto para construir dieciséis bloques de quince viviendas por bloque en la llamada huerta de Guirado, situada en la esquina entre las calles de Lopán y Marchales. El señor Terriza fue también el promotor de varios bloques en el Camino de la Sismológica y en la calle del Inglés que no tardaron en llenarse de vecinos. 



A mediados de los años sesenta, Almería tenía en marcha un barrio imparable, el de los Ángeles, donde cientos de familias jóvenes, muchas de ellas procedentes de los pueblos, acababan de establecerse. La mayoría de aquellas familias venía cargada de niños, que encontraron en aquellas pendientes de La Molineta un escenario marcado por los grandes contrastes. La barriada de Los Ángeles era una ciudad en continuo crecimiento, un universo de ladrillos y hormigón, en medio de antiguas huertas y balsas que todavía permanecían en pie, unas activas y otras como reliquias de un tiempo que se agotaba. Esa variedad de paisajes fue un gran atractivo para los niños del barrio, que disfrutaron de solares abandonados y de bancales yermos donde poder jugar al fútbol. 



‘Los Ángeles’ se convirtió en una ciudad en sí misma donde era difícil encontrar un piso libre ni un local para poder establecer un negocio. Creció tanto que llegó a tener su propia sala de cine, para que sus vecinos no tuvieran que bajar al centro para ver una película. En septiembre de 1966, el Ayuntamiento le concedió la licencia al empresario Miguel Lozano Román para la construcción de un edificio de cinco plantas en un solar que tenía en la calle Marchales. 



El proyecto contemplaba quince viviendas, locales comerciales y un cine. Dos años después, el sábado 16 de noviembre de 1968, se ponía en marcha con todos los honores el gran salón de cine del barrio con la proyección de la película ‘Fedra West’, una del Oeste rodada entre Italia y España. En su tiempo, el cine de Los Ángeles fue una sala de lujo con cómodas butacas, una gran pantalla con las últimas innovaciones de sonido y un confortable ambigú donde los niños se gastaban las pocas monedas que les sobraban.



La eclosión del barrio de Los Ángeles se llevó por delante toda la ladera sur del cerro de la Molineta, desde el badén de la calle de Granada hasta los pies de la Cruz de Caravaca. Ese imparable proceso de urbanización de lo que había sido un impresionante entorno rural, recibió el aldabonazo definitivo cuando a  comienzos de la década de los setenta el Ministerio de Educación y Ciencia decidió construir dos colegios públicos en el corazón del cerro.



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