Cuando aún estamos esperando una solución para el acceso principal a la Alcazaba por la calle de Almanzor, un año y medio después de que derribaran las viviendas de los vecinos; cuando la Plaza Vieja sigue estancada en tierra de nadie y en discusiones políticas; cuando el ambicioso proyecto del Mesón Gitano se ha quedado en nada y el entorno vuelve a presentar síntomas de abandono; cuando estamos inmersos en la táctica de los grandes proyectos que se van quedando a medias, el Ayuntamiento de Almería ha puesto el foco ahora en el Cerro de San Cristóbal y su entorno para convertirlo en ese espacio de recreo y en ese mirador privilegiado por el que lleva suspirando la ciudad hace un siglo.
Allá por los años veinte del siglo pasado, cuando el escritor Gerald Brenan pasó por Almería, en una de sus incursiones por la historia de la ciudad visitó el barrio de San Cristóbal y se quedó impresionado por su belleza y apenado por el deterioro que presentaba el barrio, incluyendo las históricas murallas que lo coronaban.
Desde entonces han sido muchas las ideas para intentar rescatar este espacio, sin que se haya conseguido ninguna solución. Hace tres décadas, cuando derribaron las chabolas y las casuchas que componían aquel poblado a los pies del Corazón de Jesús, se dijo que era el comienzo de una nueva vida para el barrio, el primer paso para la recuperación definitiva. Pero todo quedó en nada, un espejismo, que se selló con la construcción de una barriada de nuevas viviendas de una estética que no encajaba en el entorno histórico del lugar y que a la larga han contribuido a eternizar la condición de arrabal de todo el entorno.
Las viviendas fueron un parche como lo puede ser ahora la baranda de acero inoxidable que acaban de colocar en la cumbre como se coloca una bandera en una tierra recién conquistada. No se trata de levantar barandillas de acero, ni de un lavado de cara quitando la basura y limpiando los matorrales. Para rescatar de verdad el Cerro de San Cristóbal hace falta un plan integral del entorno, extenso y ambicioso, que pase por la recuperación de unas murallas que se están viniendo abajo y por su integración dentro del casco histórico de la ciudad.
Hay que acercar el Cerro de San Cristóbal a la gente y para conseguirlo hay que convertirlo en un espacio habitable, que se eliminen los miedos escénicos y se echen abajo las barreras que impiden que el barrio se integre como una parte más del patrimonio monumental de Almería. No se puede rescatar el cerro sin asumir la realidad del entorno. Podemos invertir muchos millones en cambiarle el aspecto y disfrutar de grandes titulares en los periódicos, pero si no se invierte también en mantenimiento, si no se garantiza la seguridad, tendremos otra vez un caso similar al del Mesón Gitano, donde se ha tirado el dinero.
Hay que alabar las buenas ideas y el afán de cambiar el casco histórico de nuestras autoridades, pero tienen que abrir los ojos de una vez, pisar el suelo, asumir la realidad y comprender que barrios tan atractivos como el del Mesón Gitano y el de San Cristóbal siguen rodeados de entornos hostiles que impiden su puesta en valor porque no existe una vigilancia adecuada. Si queremos hacer del casco histórico nuestra bandera para atraer al turismo, hay que dotar de seguridad a los enclaves más importantes, a esa ruta que uniría el Cerro de San Cristóbal, el Parque de la Hoya y la Alcazaba, hoy dejada de la mano de Dios.
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Eduardo de Vicente