La mejor inversión del banquero

Manolo Garrido y Paquita Puig han celebrado sus bodas de diamante

Manolo Garrido y Paquita Puig en la actualidad.
Manolo Garrido y Paquita Puig en la actualidad. La Voz
Eduardo de Vicente
07:00 • 23 may. 2021

Cuando pasea por la calle todavía se cruza con algún cliente antiguo que lo para darle las gracias por aquel crédito que le permitió salir adelante. Manolo Garrido fue uno de los banqueros más famosos de la ciudad, en una época en la que un empleado de un banco o de una caja de ahorros tenía que conocer a todos los clientes por su nombre, preguntarle por la familia y darle un caramelo.



Él ha sido un banquero de vocación desde que en 1949, siendo un adolescente, cruzó por primera vez la puerta principal del Banesto. Era hijo de viuda y en su casa necesitaban un sueldo para salir adelante y qué mejor colocación que en un banco aunque fuera de botones.



Así empezó, y como era un muchacho despierto, con ganas de aprender y de crecer, no tardó en progresar. Don Joaquín Cumella, el magnate del agua de Araoz en Almería y el director del banco, no tardó en quitarle el uniforme y en ponerlo delante del libro de cuentas para que se familiarizara con los créditos. A lo tres meses lo nombró auxiliar y de esta forma fue subiendo escalones hasta convertirse en el máximo responsable de la dirección de zona.



El banco fue su gran negocio, pero quizá su inversión más rentable fue el matrimonio. Manolo y Paquita acaban de celebrar sesenta años de casados. Lo suyo fue un amor a plazo fijo desde que se conocieron en un baile de Nochevieja de los que se celebraban en el Círculo Mercantil. 






Él tenía poco más de veinte años y ella iba camino de los dieciocho. Coincidieron de casualidad, gracias a un imperdible que ella acababa de perder. El broche representaba la figura de dos pájaros enamorados, que debieron volar más de lo previsto, porque por mucho que buscaron los invitados al baile, por tierra, mal y aire, el dichoso imperdible no apareció. Aquella escaramuza le permitió conocerla y como Manolo era un joven de negocios, cuando un día regresó de un viaje a Madrid le trajo un detalle con dos pajaritos idénticos a los fugados.



Así empezaron una relación que se prolongó durante ocho años. Un noviazgo eterno y difícil, ya que el rigor de los padres en aquel tiempo era extremo. Salían los domingos y a las nueve de la noche ya tenía que estar ella  en su casa. A veces tenían que salirse del cine antes del final para que la novia pudiera cumplir con el horario establecido.



Fueron ocho años pensando en casarse, ahorrando, haciendo cuentas. Él tenía un sueldo decente en el banco y ella era la hija del señor Puig, linotipista del Yugo y fabricante de pantalones en sus ratos libres. Por fin, los enamorados pudieron hacer realidad el sueño. El 15 de mayo de 1961 contrajeron matrimonio en la iglesia de San Pedro. Sesenta años después siguen celebrándolo. Han sido felices, a pesar de la profunda herida que dejó en sus vidas la muerte en accidente de tráfico de su hijo Manuel.


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