La soledad de un músico auténtico

Diego Márquez comparte su vida con la música. Es el camino que decidió tomar

Diego Márquez Domínguez ha montado su vida alrededor del estudio que tiene en la calle Gregorio Marañón.
Diego Márquez Domínguez ha montado su vida alrededor del estudio que tiene en la calle Gregorio Marañón. La Voz
Eduardo de Vicente
07:00 • 30 may. 2021

En el ático que comparte con sus instrumentos no se escuchan los ruidos de la calle ni las prisas de la vida desbocada. El ático es un pequeño santuario donde se impone la mística de la guitarra eléctrica, el teclado y el sintetizador. 



Los instrumentos forman parte de su familia y la música es la compañera de viaje que eligió desde aquel día, cuando tenía catorce años, en el que se compró su primer tocadiscos por tres mil pesetas en una tienda de Madrid. Después vino la primera guitarra, el primer sintetizador, con los que empezó a formar su pequeña familia numerosa.



Diego Márquez es un músico auténtico, de los que viven para la música sin poder vivir de ella. Tiene más de ochocientas creaciones registradas, más de mil grabaciones hechas, pero le ha faltado ese guiño de la suerte que es necesario para poder alcanzar el éxito. Una buena canción no es nada si no encuentra el camino que le lleve al éxito. Una buena canción que nunca llega a salir de la soledad de un estudio se queda solo en una promesa, en una esperanza que el tiempo acaba marchitando.



Su repertorio está repleto de composiciones que podían haber llegado lejos, tanto temas musicales como canciones, pero que por no tener salida se quedaron con él para siempre, en el anonimato de los discos de autoedición que nunca llegaron a lucir en el escaparate de una tienda de moda.



Diego Márquez Domínguez nació en Almería el 24 de abril de 1946, en un viejo edificio de la calle de la Reina, en el piso bajo del colegio de San José. Su padre era cartero de los que repartían la correspondencia en bicicleta y él, un niño soñador que no tenía vocación por los estudios.



De niño jugaba en la puerta del dispensario antitracomatoso que había al lado de su casa, y quizá en una de aquellas escaramuzas contrajo la temida enfermedad. Como Almería no era un buen escenario para curarse los ojos, su padre decidió pedir traslado fuera y la familia acabó marchándose a Madrid.



La experiencia en la capital de España fue crucial para desarrollar su vocación musical. Su adolescencia coincidió con la efervescencia creativa de los años sesenta que fueron para él una fuente constante de inspiración. Cuenta con orgullo que fue uno de los que asistieron al concierto que dieron los Beatles en la plaza de toros de las Ventas.



Tras superar el Bachillerato empezó los estudios de delineante y se colocó en un taller de serigrafía. Con los primeros ahorros se fue directamente a una tienda para comprarse la guitarra eléctrica con la que venía soñando desde el día que la vio por primera vez en un escaparate. Fueron años de vértigo en los que siguiendo los pasos de su padre entró a trabajar en el cuerpo de Correos y pudo decir aquella frase tan perseguida entonces de “ya tengo el futuro asegurado”.


El trabajo le dio estabilidad, pero la música siguió siendo su única pasión. Tocó la guitarra en varios grupos de los que se iban de gira por los pueblos y por los colegios mayores y acabó haciendo sus propias canciones. 


Un día decidió volver. Estaba solo en Madrid y sintió la llamada de su tierra, donde contaba com en el apoyo de sus primos, a los que le unía una estrecha relación sentimental y artística. Tenía el trabajo asegurado en Correos y la posibilidad de seguir creando música. Una tarde del año 1982, al pasar por la tienda de Manolo ‘el voltios’, tiró la casa por la ventana y se compró una guitarra eléctrica, un amplificador y un sintetizador moderno. 


Desde entonces no ha parado de crear, aunque la música no le haya dado un solo euro. Cuando le pregunto qué beneficios ha obtenido de tantas horas de instrumentos, él lo tiene claro: “La satisfacción personal de levantarte todos los días con la ilusión de hacer una canción”.


Diego Márquez puede decir con la boca llena que la música le ha costado dinero, a pesar de sus más de ochocientas creaciones, pero que ha merecido la pena porque ha sido su gran compañera de camino, la fuerza que lo sigue manteniendo en plena actividad artística, soñando todavía con que algún día la suerte lo saque a bailar y llegue un artista de renombre dispuesto a tocar el cielo con alguna de sus canciones.


Temas relacionados

para ti

en destaque