El triste destino de las salas de cine

De algunas, como el cine Moderno o el Katiuska, queda el esqueleto

Entre la  calle Música y José María de Acosta sobresale lo que queda de la pantalla de la terraza del cine Moderno.
Entre la calle Música y José María de Acosta sobresale lo que queda de la pantalla de la terraza del cine Moderno. La Voz
Eduardo de Vicente
17:43 • 10 jul. 2021 / actualizado a las 07:00 • 11 jul. 2021

Un cine abandonado te deja la misma sensación de soledad que una escuela en una tarde de domingo. Al pasar por la calle José María Acosta, camino de la Alcazaba, te sale al encuentro el antiguo edificio del cine y la terraza Moderno, que sigue en pie recordándonos su historia. Hace más de treinta años que dejaron de sonar los disparos de los vaqueros y los cates del muchachillo, pero aún se  puede ver su pantalla, como el último vestigio de un pasado glorioso.



El cine Moderno es uno de los pocos edificios destinados a cine que no han llegado a desaparecer del todo. En los años noventa su propietario, el empresario Juan Asensio, lo reconvirtió en colegio y en gimnasio cuando ya los cines habían dejado de ser rentables.



También sigue con vida el edificio donde estuvo la sala majestuosa del Reyes Católicos, hoy convertida en bingo, y la casa donde en los años de la guerra civil montaron el cine Katiuska, conocido popularmente como el cine Rojo. Existe un proyecto muy adelantado para recuperarlo.



La mayoría de los cines fueron cayendo poco a poco. En la calle Torres, donde estuvo el Listz, hoy se levanta un bloque de pisos. El mismo destino corrió la mítica terraza Imperial y los cines del mismo nombre en la avenida de Pablo Iglesias, que fueron pacto de las palas y un buen negocio para los constructores que lo llenaron todo de ladrillo, hierro y hormigón. 



Del Hesperia tampoco quedó nada. Lo derribaron y levantaron pisos a diestro y siniestro, sin que a nadie se le ocurriera ni colocar un humilde cartel recordando que allí había estado, posiblemente, uno de los cines más importantes de la ciudad por su significado histórico. 



Aquella sala entre la calle del General Segura y la Rambla había nacido en la dictadura de Primo de Rivera, siendo una de las primeras donde llegó el cine sonoro. Durante la guerra civil fue utilizada como refugio para cientos de exiliados que llegaron a Almería procedentes de Málaga, huyendo de la represión del ejército franquista. El Hesperia vivió sus mejores años en la posguerra, cuando se convirtió en el cine más popular de la ciudad, en el destino de varias generaciones de almerienses que en sus butacas de madera soñaban con una vida distinta a la que les había tocado.



En la calle de la Reina desapareció del todo el cine Roma, una joya de los años cincuenta, que no pudo aguantar la competencia del vídeo y acabó cerrando treinta años después. En su solar se levantó un piso despersonalizado que al menos conserva el nombre del cine.



En la Plaza Marín, en lo que fue el Centro Cinematográfico, hoy se alza el edificio de las oficinas municipales de Urbanismo. Fue un cine tardío, de corta vida, que trató de hacerse rentable con varias salas de proyección en una época de crisis. Su recorrido fue parecido al de otra sala de aquel tiempo, el cine Concordia, que empezó a funcionar en la calle Valero Rivera con escaso éxito. El edificio sigue igual que estaba, aunque terminó convertido en un bingo.


En la calle del doctor Gregorio Marañón, en la manzana del centro comercial que llega hasta la Carretera de Ronda, todavía se puede ver el rincón donde estaba la taquilla y la puerta de entrada al cine Emperador, en cuyo local terminó instalándose un local de ocio infantil.


También tiraron el cine Gelu en la calle González Garbín y los cines históricos de los barrios como el Monumental del barrio Alto y el cine Pavía, de los que hoy solo queda el solar. Tampoco pudo aguantar la crisis el cine Los Ángeles, que tanta fuerza tuvo en el barrio, en el corazón de la calle de Marchales. 


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