La estación de tren histórica dejará de sufrir los avatares de Eolo. El Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif) ha anunciado a este periódico que va a colocar unos ‘burletes’ en las puertas que eviten que el hueco existente entre las baldosas y la madera siga siendo un coladero de polvo, papeles o envoltorios que ensucie el brillante suelo del remodelado vestíbulo.
Sin duda esto ayudará al mantenimiento del edificio pero más lo hará el compromiso de “limpiar periódicamente el vestíbulo” para que luzca en las mejores condiciones posibles para recibir la ‘visita’ de almerienses y turistas.
Cabe recordar que este fin de semana se mostraba en este periódico un reportaje en el que se podía comprobar la suciedad que se acumulaba en el interior del edificio después de haber culminado su restauración y seguir cerrada al público esperando la decisión del uso que se le va a dar, así como la culminación de la restauración de los casetones laterales y toda la segunda planta del edificio. Un arreglo que está pendiente de decidir qué uso tendrá para adecuarlo a ello, así como establecer de la mano de qué administración se gestionará y quién pagará la obra, si el Ministerio de Fomento o el Ayuntamiento de Almería.
Poco probable parece un uso ferroviario ya que el diseño de la siguiente fase del soterramiento contempla la creación de una calle entre el edificio histórico y la intermodal.
Negociación
Pero a pesar de esto, todavía no hay un uso definido ya que todo depende de que Ayuntamiento de Almería y Adif se sienten y lleguen a un acuerdo. Desde mayo lleva esperando el alcalde de la ciudad, Ramón Fernández-Pacheco, a que Isabel Pardo de Vera, presidenta de Adif, le dé cita para terminar de cerrar usos y fórmulas para realizar una cesión del inmueble.
Mientras tanto los almerienses seguirán yendo al encuentro de la Patrona de Almería a través de los grandes cristales de su puerta, y los turistas descubrirán el pasado, el presente y el futuro del ferrocarril que ideara Luis Cañadas tratando de fotografiarlo salvando los reflejos del cristal.
Pero al menos al asomarse se encontrarán con un vestíbulo que realmente haya rescatado el brillo de esos tiempos en los que todo viaje en tren pasaba por esa doble puerta, la de entrada y la que conecta con la marquesina de los andenes.
Ahora que ya sabemos que se va a limpiar la estación, la incógnita que queda pendiente a corto plazo es saber cuándo volverá a ver la llegada de trenes. No desembarcarán en ella sus pasajeros pero seguro que echa de menos el mostrar su mejor cara, esa que tanto ha costado reencontrar, a los que llegan a la ciudad.
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