De niño, recién llegado a la ciudad, cuando se vino de su pueblo, lo que más le gustaba era fugarse de su casa y darse un baño en el mar. Su madre, que sufría cuando se imaginaba que el niño estaba otra vez nadando, le regañaba diciéndole: “Manolico, no tomes tanto el sol que te vas a poner como una castañuela”, el nombre popular con el que se conocía a ese pescado de color marrón oscuro que abundaba en las aguas del puerto.
Bañándose disfrutaba tanto como cuando se iba con los ‘Bisbales’ y con los hermanos González a intercambiar golpes en medio de un descampado. Como tantos adolescentes de la posguerra, Manuel quiso ser boxeador y soñó con ganar, con hacerse famoso, con labrarse un porvenir. No llegó a triunfar con los guantes, pero en la vida laboral nunca le faltó un trabajo y escribió un extenso currículum antes de llegar a la hora de la jubilación, cuando era un destacado funcionario municipal. Manuel Sánchez Alonso (octubre de 1929-octubre de 2015) será recordado siempre como el administrador del Mercado de los Ángeles, cargo que desempeñó con entusiasmo desde que la nueva Plaza se puso en funcionamiento a orillas de la Rambla, el 16 de octubre de 1986.
Nació en el pueblo de Bacares. Era hijo de un minero de Serón que en los años treinta, cuando las minas dejaron de ser un buen negocio y empezaron a cerrar las galerías, tuvo que hacer el equipaje y traerse a su familia a la ciu-dad. El niño tuvo una infancia corta marcada por el estallido de la Guerra Civil. Como le ocurrió a tantos muchachos de aquel tiempo tuvo que ponerse a trabajar sin apenas pasar por la escuela. Siendo todavía un adolescente ya empezó a formarse sirviendo vasos de vino detrás de la barra de un bar. Después vino el servicio militar y como era costumbre, la necesidad de conseguir un trabajo, de echarse novia y de formar una familia. En 1954 contrajo matrimonio con Mercedes Andújar en la iglesia de San Roque y un año después vino al mundo su primer hijo. El nacimiento los obligó a dejar la casa de sus padres, donde vivían, y buscarse un alojamiento en la posada del Conde de la Puebla. Allí echaron raíces y allí vieron nacer a sus tres hijos, en aquella vieja pensión habitada por militares y guardias civiles y frecuentada por los buscavidas del muelle que venían cargados de mercancía de Melilla para después venderla de estraperlo en el patio de la posada. Cuando la familia fue progresando se mudó a uno de los pisos recién construidos que levantaron en la calle de Alborán, un escenario nuevo lleno de familias numerosas que acababan de llegar al barrio.
Fueron años de intenso trabajo y de un peregrinar continuo para poder sacar a la familia adelante: el bar los Alpes, los años de camarero en el Sotanillo del Círculo Mercantil, el Hotel Goya y un puesto en la farmacia municipal que parecía su destino si no se hubiera cruzado por medio la oportunidad del Mercado de los Ángeles. En 1986 lo nombraron para ejercer el cargo de administrador. Era un puesto de máxima responsabilidad, pero supo adaptarse de tal forma que dejó una profunda huella en todos los comerciantes.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/12/almeria/222844/recordando-a-manuel-el-de-los-angeles