El centro de Almería y otras zonas de intensa actividad urbana están registrando en los últimos meses la creciente demanda dirigida hacia la hostelería. La vida social almeriense parece revitalizada más allá de los niveles de actividad en las terrazas y los bares que se registraban antes de las restricciones relacionadas con la pandemia.
Nunca se habían visto clientes esperando de pie a conseguir una mesa, salvo en momentos excepcionales como fueron siempre las festividades más importantes, es decir, los días críticos de la Semana Santa o de la Navidad. Si un sociólogo analizara esta cuestión quizás incluiría con toda seguridad una reflexión sobre la lógica reacción al largo periodo de contención. De hecho, los sicólogos han explicado con claridad meridiana las consecuencias en el comportamiento y la experiencia emocional originadas por el confinamiento traducidas a en una imperiosidad necesidad de cultivar las relaciones sociales. Para una buena parte de la sociedad está siendo así. La calle se ha convertido en el mejor termómetro colectivo, en la radiografía más explícita de nuestra ciudad.
El levantamiento progresivo de las restricciones podría ser la explicación, en parte, del escenario que ofrecen los bares. Pero, seguramente, un economista también hablaría del incremento de la propensión marginal al ahorro generada durante los meses de contención del gasto y del retraso en las decisiones de compra de bienes de determinado valor o, incluso de carácter patrimonial, como consecuencia de la incertidumbre en torno a las expectativas económicas. Es decir, una parte importante del gasto en vida social -léase salir de tapas- se quedó dormido en las cuentas corrientes desde marzo del pasado año. Como también se cancelaron bodas y otros acontecimientos no fueron necesarias las compras de prendas de vestir y complementos de cierto nivel. Tampoco, los tratamientos de belleza especialmente concebidos para una ceremonia. Infinidad de viajes a Tailandia y a otros destinos se aplazaron durante más de un año, hasta que comenzaron a levantarse las restricciones paulatinamente. En suma, el gasto no necesariamente elevado que supone salir a disfrutar de las terrazas y los bares más solicitados se ha convertido, al parecer, en el destino de una parte del ahorro generado.
La consecuencia de este efecto se ha traducido en un cambio significativo en cierto segmento de la hostelería almeriense. Ahora, los viernes y los sábados es preciso reservar mesa y eso era algo a lo que los almerienses no estaban acostumbrados.
¿Tapas? La presión de la demanda ha inducido a los establecimientos más solicitados y prestigiosos a plantear la necesidad de pedir una ración al menos para obtener una reserva.
La tapa, que son una seña de identidad de la sociedad almeriense y una referencia de primera magnitud para la mayor parte de los negocios del ramo, parece que están dejando un espacio importante a un nivel superior desde el punto de vista hostelero. Las raciones están ocupando parte del espacio que desempeñaban las tapas en los establecimientos más relevantes.
Vaivenes
Puede que esta presión de la demandada que disfruta la hostelería urbana sea un fenómeno pasajero, llamado a remitir cuando las aguas vuelvan a sus cauces. Pero, cabe recordar que la crisis la financiera desatada en el 2008 produjo cambios significativos en la hostelería almeriense y en la de todo el país. En aquel baño de realidad, se perdió una buena parte del mantel, es decir el restaurante convencional. Surgieron otras formas de plantearle al cliente el placer de la cocina profesional y ganó terreno el gastrobar y la taberna selecta. La tapa almeriense se acomodó a la recesión y ha venido conviviendo con las nuevas formas. Ahora, puede que se enfrente a otro escenario.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/12/almeria/223852/bares-de-la-restriccion-a-las-reservas-de-mesa