La llegada a la presidencia de la Comisión de Festejos de Ángel Gómez Fuentes en el año 1967 trajo algunas novedades que en el contexto de la época tuvieron un cierto aire revolucionario.
Fue un concejal intervencionista, que no se conformó con darle continuidad a lo que habían hecho sus antecesores. Llegó al cargo con ideas y las plasmó en la realidad. Una de las primeras medidas que tomó fue modificar el calendario de los Festivales de España, que oficialmente se presentaban con el nombre de Festivales de Arte de la Alcazaba por haber sido este el escenario donde habían conseguido echar raíces. El nuevo responsable de Festejos tuvo la iniciativa de cambiarlos de fecha para sacarlos de la Feria y que el programa quedara mucho más desahogado. Pensó que al quitar los festivales de las noches de feria se beneficiaban las casetas y las atracciones y también el público que acudía a dichos festivales, que dispondría de más tiempo para organizarse.
Los Festivales de España en la Feria coincidían en el almanaque con importantes corridas de toros, con bailes, con cenas, con toda clase de actos sociales que atosigaban a los espectadores. El que quería ir a una corrida y luego a la Alcazaba tenía el tiempo justo para llegar a su casa, cambiarse de traje o de vestido y coger de nuevo el camino.
Ángel Gómez Fuentes modificó la costumbre y organizó los prestigiosos festivales dos semanas antes de la Feria, y además los cambió de escenario. Se los llevó del monumental recinto de la Alcazaba a la humilde Plaza Vieja, lo que significaba dar un paso atrás en la estética del entorno, pero acercaba un poco más los festivales al público, los colocaba en el corazón de la ciudad.
El responsable de Festejos argumentó el cambio explicando que en el tercer recinto de la Alcazaba, que era el lugar elegido para las actuaciones, existía un foso que ocupaba toda la parte central. Los servicios técnicos del Ayuntamiento detectaron que la cubierta del mismo, sobre la que ponían las sillas, estaba dañada, por lo que era aconsejable buscar otra alternativa para llevarse las actuaciones de agosto. Ese fue el razonamiento oficial, aunque detrás había otro motivo que justificaba el cambio de escenario: subir al tercer recinto de la Alcazaba se convertía en una odisea para muchos de los asistentes, que tenían que subir por las empinadas cuestas y por los escalones, los hombres enfundados en sus incómodos trajes y las mujeres con sus vestidos de noche y sus tacones, una auténtica aventura.
La Plaza Vieja no tenía las vistas de la Alcazaba ni el atractivo de sus murallas, pero estaba a un paso de todos y solo hubo que invertir unas cuantas miles de pesetas en pintar paredes y balcones para que se quedara curiosa.
El cambio de escenario supuso una ruptura importante ya que los festivales de la Alcazaba se habían convertido en una tradición, dede que en agosto de 1955 se organizaron allí los primeros. Se trataba de un acontecimiento artístico de primer nivel que sirvió para presentar oficialmente la nueva cara de la fortaleza. Aquellas veladas sembraron de flores y de artistas La Alcazaba y reunieron entre sus murallas a lo más granado de la sociedad almeriense de la época.
El éxito social que supuso la organización de los festivales animó al Gobernador Civil, Ramón Castilla Pérez, a promover la construcción del nuevo camino de acceso para que se pudiera subir en coche hasta el tercer recinto bordeando la ladera sur del cerro que daba al mar.
En septiembre de 1958, el Gobernador puso a disposición del municipio la cantidad de quinientas mil pesetas para que se iniciaran los trabajos del nuevo camino. Antes, hubo que expropiar las últimas viviendas que quedaban en pie en esa franja del cerro, un total de veinte casas que costaron trescientas mil pesetas al Ayuntamiento.
El 18 de julio de 1959, aprovechando el día de fiesta nacional, se inauguró el camino de acceso que suponía poder alcanzar el último recinto bordeando el cerro, con la posibilidad de subir en coche.
La nueva carretera facilitó la organización, en el mes de agosto, de los Festivales de España, ya que los camiones repletos con la tramoya que requerían los espectáculos, pudieron entrar directamente hasta la parte más alta de La Alcazaba. Para evitar atascos y hacer más operativo el camino, cada noche que había actuaciones los municipales tomaban la nueva carretera de acceso para impedir que entraran los peatones y los coches de caballos, que ralentizaban el tráfico. Sólo los coches de motor podían subir hasta la cima y los vehículos oficiales, donde iban las autoridades, tenían el privilegio de contar con un aparcamiento reservado arriba.
Después de inaugurarse el camino, continuaron las obras para adecentar toda la ladera meridional de la fortaleza. Uno de los proyectos fundamentales fue llevar la luz por todo el recorrido. Además, el camino se embelleció con la instalación de bancos y el paisaje se fue transformando con la plantación de seis mil chumberas, dos mil pitas, dos mil pinos, seiscientos cipreses y mil eucaliptus.
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