A comienzos del siglo veinte se decía que José González Canet era el hombre más poderoso de Almería por sus negocios como exportador y por su actividad como banquero. Tenía en propiedad un vapor remolcador que operaba en varios puertos del Mediterráneo, era el agente de la línea de vapores Becker, que hacía la ruta directa con New-York y comercializaba los vinos y los aceites que cosechaba en su finca de Santillana, donde viajaba al menos tres veces al año cuando necesitaba aislarse del ruido y descansar.
En cuestiones político sociales lideraba el partido conservador de Almería, era uno de los vocales de la Junta Constructora de los Establecimientos de Beneficencia Provincial y formaba parte del Consejo de Agricultura, Industria y Comercio. El 16 de mayo de 1904 fue elegido presidente del Círculo Mercantil e Industrial, cargo desde el que le tocó luchar por los intereses de Almería en contra del gobierno de Maura por el recargo del veinte por ciento en el impuesto de consumos que desató una oleada de protestas en todo el país.
En enero de 1905, José González Canet se dirigió al pueblo de Almería como presidente del Círculo Mercantil con este mensaje: “El recargo en el impuesto de consumos creado por el gobierno de Maura ha levantado un grito de protesta sin distinción de clases ni colores políticos. Cuando la obra de un gobierno desatentado viene a producir el malestar de todas las clases vivas del país, lo menos que éstas pueden hacer es protestar enérgicamente; y así, el Círculo Mercantil e Industrial de Almería, en representación propia y con la adhesión de los elementos ajenos, pero valiosísimos, que en la tarde de ayer hicieron acto de presencia en la sesión magna que esta sociedad celebró en sus salones, y por acuerdo de los mismos, presentará en la sesión de hoy del Ayuntamiento un escrito pidiendo que aquella corporación se identifique con las legítimas aspiraciones de sus representados y pida al gobierno la supresión del mencionado recargo. Como a todos los almerienses afecta por igual esta petición, esperamos que el pueblo en masa acuda para unirse a la comisión encargada de entregar la exposición referida, robusteciendo con ello la fuerza y la virtualidad de esa reclamación que solo se funda en los supremos dictados de la razón y la justicia”.
Aquella tarde del invierno de 1905, todas las clases sociales acudieron a la voz del Círculo Mercantil, que convocó al pueblo a una manifestación grandiosa, respondiendo a un solo impulso. No era el interés político el que congregaba: allí solo había almerienses identificados en una aspiración común en contra de un gobierno que elevaba en un veinte por ciento los impuestos que gravaban los artículos de primera necesidad, perjudicando los intereses de los menos pudientes, tal y como expresaba el propio González Canet en un artículo publicado en la prensa: “En una población como la nuestra, en la que no existen poderosos medios de fortuna, donde no hay grandes fábricas, y el sueldo más elevado no excede de cuatro pesetas diarias, la vida se hace imposible para la clase media en general y muy particularmente para el proletariado, pues si bien es verdad que al kilo de pan se le rebajan dos céntimos de pesetas, en cambio en la carne, pescado, jabón, harina de maíz, aceite y otras muchas especies, se aumentan tan considerablemente los derechos de consumos que resulta gravado el gasto diario de una familia en más de un veinte por ciento de lo ordinario. Por tanto, suplicamos a la corporación que compenetrándose con los sentimientos generales de la capital, ordene la supresión inmediata del recargo y solicite al Gobierno la rectificación de tal medida”.
Encabezar la rebelión contra el impuesto gubernamental le trajo graves consecuencias. En represalia a su actitud, dos meses después de los incidentes narrados, el Tribunal del Ministerio de Hacienda multó a González Canet por “ocultación de riqueza” en una de sus fincas.
La sanción no mermó las aspiraciones del empresario almeriense, que se mantuvo firme como un promotor incansable que no dudaba en embarcarse en nuevos negocios y abrir nuevos caminos en su trayectoria profesional. Era presidente de la sociedad ‘Nuevos Riegos de San Indalecio’ y de la ‘Sociedad Anónima Más Almeriense’. Dirigía, como agente en Almería, los servicios de los correos reales ingleses para New-York y era el consignatario de uno de los grandes barcos que se encargaban de transportar emigrantes y de llevar la uva de Almería a América, el vapor ‘San Giovanni’, con capacidad para setecientas toneladas de fruta.
Estaba inmerso también en el negocio de las redenciones del Servicio Militar, que llegó a reportarle importantes dividendos. Era el agente en Almería del ‘Gran Centro de Redenciones de Servicio Militar’, establecido en Guadalajara. A los mozos que podían pagar la cantidad de ochocientas pesetas les garantizaban que serían redimidos de la mili. Era un tiempo complicado para los jóvenes, a los que el deber con su patria les cortaba de raíz la juventud y a veces la vida. España tenía todavía reciente el desastre de Cuba y estaba a punto de iniciar una nueva batalla en el norte de África. Ante este panorama, las familias con poder adquisitivo no dudaban en recurrir a los servicios del señor Canet para que librara a sus hijos del ejército.
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