Gestos de preocupación, oraciones, cánticos, muchas lágrimas, temor y el himno de su país. Esos fueron los protagonistas de la vigilia por la paz celebrada en la tarde de ayer en la iglesia de San Nicolás, en la calle Reyes Católicos, templo que sigue el rito de la Iglesia greco católica ucraniana y cuyo párroco es Vasyl Diakiv.
“Este día entrará en la historia de nuestro país como un día de tristeza”, afirmaba entre lágrimas Diakiv al final de ese rato de oración en una de sus pocas intervenciones en castellano.
No obstante, para entender de miedo o comprender la impotencia de ver caer bombas a miles de kilómetros no hace falta saber ucraniano. Una treintena de ucranianos -niños, padres, abuelas- se reunieron en su iglesia para rezar, para hacer lo único que pueden hacer tan lejos de casa y contra unas bombas que no son suyas (ni han pedido): pedir por la paz.
Acompañamiento
“Vamos a intentar acompañar a esta pobre gente”. Así explicaba su presencia allí, solo, sentado en el primer banco y con claro gesto de preocupación, el obispo de la Diócesis de Almería, Antonio Gómez Cantero.
“Todos hemos llorado esta mañana por Ucrania. Lloramos por la tierra, por vuestros padres y abuelos, vuestros tíos, vuestros hermanos y vuestros hijos. Es una situación tremenda y no podemos hacer mucho más que rezar. Quiero que sintáis el calor de nuestro corazón, de todos los que pertenecemos a la misma Iglesia. Que tengáis el calor de toda la comunidad cristiana. Pido al señor por todos vosotros , por vuestras familias. Manteneos fuertes en la fe y en la esperanza”, animó el obispo al finalizar el acto. Por la paz.
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