Desde el pasado 30 de noviembre, Antonio Gómez Cantero es el obispo de la Diócesis de Almería. Una deuda millonaria es su principal reto y esta es la primera entrevista concedida a un medio escrito:
¿Cómo está?
Muy bien. Esperanzado y contento.
Decía en su primera carta como obispo que han sido 9 meses como coadjutor. ¿Cómo ha sido el embarazo?
Como todos los embarazos, lento. Cuando uno llega nuevo a un sitio tiene que aprender mucho, mirar mucho, hablar mucho, estar con la gente, escuchar mucho… Y uno se tiene que ir acomodando, en el buen sentido de la palabra, a las personas, los paisajes, la vida social y la vida eclesial... Ha habido días mejores y días peores.
¿Y el parto?
Don Adolfo ha cumplido 75 años y al haber un obispo coadjutor se entiende que pronto, en 15 días o un mes, llega el relevo en el episcopado. Y creo que han sido 15 días o un cosa así, no recuerdo muy bien… No hay una toma de posesión porque ya la hice el 13 de marzo, aunque hay gente que sí quiere hacer algo…
En esos meses ha estado centrado en conocer la realidad de la Iglesia de Almería. ¿Qué es lo que más le ha llamado la atención?
Muchas cosas. Primero, los pueblos son muy grandes. En mi Diócesis de origen y en Aragón, en la Diócesis de Teruel, todo es muy pequeño y con una edad muy madura, anciana. En cambio, aquí la densidad de población es muy amplia y lo que más me ha llamado la atención es que hay 149 nacionalidades, lo cual es un reto de evangelización bastante fuerte. No imposible, pero un reto muy grande.
También me ha llamado la atención la cantidad de gente que ha querido hablar conmigo, sobre todo laicos. Incluso jóvenes laicos, y eso me ha hecho mucho bien.
¿Y qué es lo que no le ha gustado? Si hubiera que destacar una cosa negativa...
No voy a destacar nada negativo, porque me quieres pillar… Siempre hay cosas que te gustan más y cosas que te gustan menos. Lo que puedo destacar y es positivo son las ganas que tiene la gente laica de hacer cosas y las hermandades, las ganas que tienen de hacer cosas y que cuenten conmigo y así yo voy aprendiendo.
De la provincia, ¿qué le ha gustado? Si mañana tuviera que recomendarle algo a alguien de fuera, ¿cuál sería su joya de la corona?
Eso no lo puedo decir porque se me ofenderían otros, pero mira, yo digo que Almería es mi pequeño continente. Tiene de todo. Playas, desierto, montañas rocosas, montañas con pinares, con castaños, ríos y vaguadas… Tiene todo. En Almería te puedes buscar un rincón y no puedes decir “este es”, porque te vas al desierto y tiene rincones tan bellos... No puedes elegir uno. Luego te vas a la Alpujarra, a Cabo de Gata y es todo precioso.
¿Qué reto se marca para su episcopado?
No me marco ninguno, porque yo tengo que escuchar a todo el pueblo santo de Dios, a todas las comunidades y ahora que estamos en sínodo, es que me ha venido Dios a ver: ahora hay que escuchar. Que se reúna la gente y que diga con qué Iglesia sueñan. Y después ya veremos por dónde tenemos que trazar las necesidades de este momento, aquí y ahora, en nuestra Diócesis. Lo primero es que la gente hable. Hay un futuro abierto bueno y de mucho trabajo.
Lo acaba de mencionar... ¿Qué es el sínodo?
Significa ‘caminar juntos’. Es una forma de hacer de la Iglesia desde los primeros siglos: todo se preguntaba y los apóstoles tomaban decisiones después de preguntar. También ha habido momentos en la historia en los que han mandado unos pocos y no se ha preguntado. Pero lo normal es que se haga. El papa intenta que la sinodalidad sea una forma de ser de la Iglesia: no un momento de reunión para ver qué queremos, sino que sea una manera de ser de la Iglesia, igual que es santa, católica y apostólica, que también sea sinodal.
En un mes estará usted en Roma con el papa. ¿Cómo son esas visitas espiscopales?
La visita ‘ad limina’ significa “fuera de los limites”. Van los que están fuera de Roma, los obispos, a unirse con el papa. Va a ser la tercera semana de enero y vamos juntos las diócesis de Andalucía, Murcia y Extremadura y hay muchos actos. Y hay una reunión con el papa: una reunión con un saludo oficial y luego se reúne con todos los obispos en un círculo y se le pregunta y él pregunta.. Antes del Covid también había un cuarto de hora de cada obispo con el papa, pero ahora no lo sé, porque hablamos de una persona muy mayor y va todos los días gente de todos los países del mundo. Incluso no sé si se podrá hacer, a ver cómo va el Covid durante la Navidad.
Hace poco estuvo en Murcia viendo a los seminaristas de Almería, trasladados allí. ¿Cómo están? ¿Qué tal la adaptación a esa nueva realidad?
Las adaptaciones nunca son fáciles. Se necesita tener un espíritu muy abierto y comprender los porqués para adaptarse bien. A mí me dijeron que estaban contentos, que vivir con un grupo de 50 personas es distinto a vivir en un grupo de 7 personas. La primera semana el obispo de la Diócesis Cartagena les llevó a ver el fútbol y a tomar una pizza y estaban contentísimos, me contaban. Cada 15 días aproximadamente vienen a parroquias de los pueblos de Almería a convivir con el párroco y con los pueblos para que aprendan a ser pastor. Es una experiencia positiva, ya dije que era dura, pero no es la unica Diócesis con seminaristas fuera.
Esa decisión fue dura y se tomó, entre otras cosas, para ahorrar los costes de mantenimiento del edificio. ¿Qué se va a hacer con él?
Ahora está vacío y tenemos que darle una salida, un alquiler del edificio (no como se ha dicho por ahí para una residencia de ancianos) que haga que nos sea menos costoso y también para favorecer a la provincia de Almería y alquilarlo por una serie de años hasta que vayamos saliendo poco a poco.
Esta decisión viene de una situación económica dura, con una deuda millonaria. Hay gente en la Iglesia que lo ve muy negro, que cree que no veremos esto solucionado. ¿Hay un mensaje de optimismo, o al menos posibilidad de que la situación mejore?
Se hizo un estudio serio y detrás de mi está el Consejo de Economía de la Conferencia Episcopal, del que también formo parte y se intentará, quizás en bastantes años, solventar. El Covid nos ha traído un descendimiento de participación en las iglesias y en las colectas, pero yo sí que tengo esperanza. La situación es difícil y yo no suelo entrar en estos temas porque luego se interpretan mis palabras, pero es una situación difícil. Hay que seguir poniendo medios y sobre todo siendo muy sobrios y gastando poco. La sobriedad nos va a ayudar y nos va a hacer más humildes, además.
El día que le ordenan obispo en Teruel, ¿se imagina que va a terminar con una calculadora en la mano en Almería?
No, no me imaginaba nada, porque a mí me hicieron obispo con 60 años y a los 75 acabo y creía que iba a estar en Teruel toda mi vida y dejar allí mis huesos, por dejar algo. Cuando el 7 de diciembre del año pasado me llama el Nuncio para decirme que venía aquí de obispo coadjutor, me cambió la vida.
Uno no piensa qué va a ser el día de mañana. Eso no es sano psicológicamente. Yo en mi WhatsApp tengo puesto ‘Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes de futuro’. Lo creo. Pensar en el día de mañana, a no ser que tengas algo que hacer… Pero dónde vas a estar, qué va a ser de mi, dónde voy a ir…Eso es insano.
En estos meses de coadjutor ya ha introducido cambios. ¿Esperamos más grandes cambios a partir de ahora?
En un principio no pensaba hacer ninguno: hasta el 25 de mayo que me dan las funciones de obispo, yo tenía que aguardar a que don Adolfo se jubilara… Mientras, en mi cabeza, al hablar con tanta gente, iba creando una forma de conformar la Diócesis de una manera diferente. Cuando me dan las funciones, tuve que hacer cambios y tomar decisiones. Más que decisiones pastorales, que también, eran decisiones estructurales de la economía. Por eso decido trasladar a los seminaristas a Murcia. Y luego también personas, pero no porque la gente que estuviera en su sitio estuviese mal, sino porque en cuanto mueves una ficha, mueves todas. Esta persona que está enferma quiere moverse de sitio, la otra que necesita un cambio… Si tú atiendes a estas personas, movilizas a otros tantos que no pensaban en ello.
¿Y de ahora en adelante?
Claro que habrá cambios, no tanto de personas sino de forma de hacer. Hay que dar mucha vida, primero a la parroquia. Me encantaría que las iglesias estuvieran abiertas: es un lugar de acogida, donde los seglares también atiendan los despachos parroquiales. Las iglesias tienen que estar abiertas porque es el lugar al que uno entra un rato a orar, o a pedir, o a llorar o a dar gracias. Si las mantenemos cerradas, estamos dando un mensaje negativo. Cuando hablamos de iglesia abierta, también nuestros templos, el edificio, tiene que estar abierto.
Una de las primeras cosas que hizo fue abrir el claustro de la Catedral a la ciudad. Es paradójico que venga un señor de Palencia a descubrirnos el claustro.
No sé, yo cuando lo vi me maravilló y por eso dije que se abriera. Y también, no voy a engañar: la Catedral también tiene su propia deuda y cuando se abre el claustro la gente da un donativo por su utilización.
El día 18 se celebra una misa de despedida de don Adolfo. ¿Sirve para cerrar una etapa e incluso coser posibles heridas en la Iglesia de Almería?
En la Iglesia no hay que cerrar nada, hay que continuar caminando. Los paisajes cambian, los momentos históricos cambian y la vida de las personas cambia. A mí no me gusta hablar de cerrar nada, no hay que cerrar nada: hay que abrir más las puertas y caminar.
En la calle se habla mucho y muy bueno de usted. Se celebra la normalidad de su carácter. ¿Tiene miedo de haber llegado con muchas expectativas y que luego haya decepciones?
Miedo no tengo, pero puede ocurrir, claro. La novedad siempre encanta o encandila, pero la cotidianidad nos pone a cada uno en nuestro sitio. Yo tengo una forma de ser y no me va a cambiar a no ser que sufra mucho y me arrugue, pero no es lo normal. Yo soy como soy y no voy a intentar cambiar; no he venido con una estrategia, pensando en ser de una forma o de otra para gustar. Te perderías. Tienes que ser tú mismo. Cuando me hizo obispo el papa me dijo “sea usted mismo y diviértase como obispo. No cambie”. Y lo intento, aunque no siempre lo consiga, porque las circunstancias te moldean también.
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