Cuando Gómez Angulo llegó a la alcaldía, todavía no se había perdido la esperanza de que Almería se enganchara definitivamente a ese tren del turismo que había transformado las costas de Alicante y de Málaga, dejando riqueza y un paisaje desolador que se había llevado por delante el alma de muchos pueblos de costa.
Teníamos el sol que no tenía nadie y un catálogo de playas vírgenes esperando que llegaran las inversiones con los hoteles de lujo para los turistas nacionales y extranjeros. Acabábamos de inaugurar el aeropuerto que nos acercaba al mundo y remediaba nuestro aislamiento, aunque seguíamos sufriendo unas carreteras infames que hacían más complicado el resurgimiento.
Teníamos hasta el cine como aliado, los grandes rodajes que habían inmortalizado nuestros paisajes en todo el mundo y la esperanza de que con el aeropuerto y el dinero necesario para levantar unos estudios cinematográficos las grandes productoras nos convirtieran en el auténtico Hollywood de Europa.
Teníamos los primeros hoteles modernos y un pintoresco barrio andaluz que el empresario Luis Batlles estaba construyendo en la ladera de la Alcazaba. Teníamos a Manolo Escobar como estandarte y a Manuel Fraga, el ministro de Información y Turismo, como aliado. Ese compromiso del señor Fraga con nuestra tierra quedó refrendado la mañana del 23 de abril de 1969, cuando Francisco Gómez Angulo, aprovechando una visita oficial a la capital de España, se entrevistó con Fraga y con su esposa para solicitarles la autorización para hacer público que su hija Maribel sería la reina de la feria de ese mismo año.
Era una forma de comprometer un poco más al ministro con nuestra tierra y a la vez de reconocerle sus méritos, ya que se le consideraba “un decidido impulsor del renacimiento turístico de Almería, de su expansión y apertura hacia el exterior”.
La hija, la señorita Maribel Fraga Estévez, no tenía una vinculación especial con la cultura almeriense. Como muchas jóvenes de la alta sociedad de aquel tiempo había hecho sus incursiones por Mojácar en aquellos veranos locos de los sesenta, pero de la capital en sí tenía escasas referencias.
La elección como reina de la niña de Fraga fue considerado todo un logro por parte de Gómez Angulo y de su equipo de Festejos. La noche de la fiesta el alcalde parecía un galán de cine con su traje oscuro y su pajarita, haciendo su entrada triunfante por el arco de la Alcazaba con Maribel agarrada a su brazo y la custodia de la policía municipal con su uniforme de gala. Para que la velada fuera completa, el ayuntamiento se trajo de Madrid al periodista de moda en aquellos años, el mítico escritor Emilio Romero para que diera un pregón acorde con la reina.
Fue una de las noches más inolvidables para Gómez Angulo, en los casi cuatro años que estuvo como alcalde. Un periodo en el que le tocó batallar para intentar organizar una ciudad que había quedado muy tocada desde que en los años sesenta se entregó al imperio del ladrillo.
Los problemas en los barrios eran ten serios como los que sufrían los habitantes de la Chanca, donde había zonas donde aún no había agua potable en las casas. Uno de los proyectos de Gómez Angulo, que no llegó a ejecutarse, fue el de levantar un magnífico parque en la zona de la Joya, donde poco después se montó el centro de rescate de la fauna sahariana.
Durante su mandato se habló también de un viejo proyecto que contemplaba embovedar el cauce de la Rambla en la zona comprendida entre el puente de la estación y las Almadrabillas. Fue el propio alcalde el que firmó un decreto denegando a una empresa constructora el permiso para cerrar la Rambla y edificar sobre su solar.
Aquella fue la Almería de Costacabana, que se convirtió en la primera empresa turística que se instaló en la ciudad, y que acabaría convirtiéndose en un problema para el municipio a causa de los vertidos de las aguas fecales y de ese mal olor que acabó minando el barrio, tan característico como el de la fábrica de papel de la Celulosa, otro de los ‘miuras’ que tuvo que lidiar Gómez Angulo durante su mandato.
Era la Almería que quería tener un pabellón de deportes a extramuros y que suspiraba por tener de una vez por todas ese repetidor de televisión que le permitiera a todos los vecinos poder ver la segunda cadena.
A Gómez Angulo le tocó vivir dos grandes catástrofes: la tragedia del edificio Azorín y la riada de 1970 que dejó a miles de almerienses sin hogar.
Fue el alcalde de la primera visita de los príncipes Juan Carlos y Sofía cuando vinieron a inaugurar el puente que unía la Rambla del Obispo Orberá con la de Belén y al que le tocó retocar la ciudad para que estuviera vistosa en la Semana Naval. Fueron muy recordados sus bandos de limpieza y su obsesión porque se blanquearan las fachadas por primavera.
En los años que estuvo como alcalde dejó huella en el ayuntamiento gracias a su talante abierto, a su amor por la ciudad y a su honradez. Los empleados lo despidieron con un homenaje en septiembre de 1973.
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