El 29 de marzo de 1924 regresó a la alcaldía. En los primeros meses al frente de la ciudad, González Egea centró sus esfuerzos en aspectos sociales y sanitarios, especialmente preocupado por la pobreza y la mendicidad, y por los estragos que causaban en la población más menesterosa la enfermedad del tracoma y sobre todo, la tuberculosis.
Si el tracoma causaba ceguera, la tuberculosis se llevaba las vidas de niños y ancianos, sin distinciones. Un año después de ser nombrado alcalde, Antonio González Egea promovió la creación de la Junta provincial Antituberculosa, asumiendo la presidencia e implicando en esta empresa a personajes de enorme peso social. Junto a él, formaban la directiva: Francisco Romera Riva, José Godoy Ramírez, Eduardo Pérez Cano, Guillermo Langle Rubio, Miguel Solves Aguilar, Guillermo Verdejo Acuña, Juan Company Jiménez, Andrés Restoy Mateos, Esteban Jiménez García, Luis Gay Padilla, Concepción López de Pérez Cano, Josefa Padilla y Juan Durich.
Otro de los grandes retos de González Egea en su segunda aventura al frente de la alcaldía fue la de mejorar el aspecto de las calles y los servicios públicos. Puso en marcha el proyecto para recuperar la Plaza de Careaga y la del Conde Ofalia mediante la construcción de nuevos espacios verdes y abrió una nueva avenida en el centro de la ciudad (actual calle de Antonio González Egea), como prolongación de la calle Infanta. Esta apertura recibió las críticas de la oposición, que acusaba al alcalde de hacer obras en beneficio propio, ya que la nueva avenida que se creaba revalorizaba las posesiones urbanas del señor Egea.
Aquella Almería de mediados de los años veinte era una ciudad complicada, que ya empezaba a soñar con crecer ganándole terreno a la vega, pero que se encontraba una y otra vez con los obstáculos derivados del escaso presupuesto municipal para emprender grandes proyectos. La labor del alcalde era costosa debido a las limitaciones y a las críticas constantes de la prensa opositora, que con frecuencia ponía en entredicho el trabajo y la honorabilidad de los mandatarios.
Antonio González Egea, que no era un político vocacional, que no entendía la política como una forma de vida, no aguantó dura mucho tiempo las presiones y mantuvo graves enfrentamientos con las estancias superiores y acabó provocando su destitución. El 23 de abril de 1926 el Gobernador civil, don Pablo de Castro, lo invitó a marcharse junto a siete de sus concejales. Fue sustituido en el sillón municipal por Francisco Rovira Torres.
Dejar la alcaldía no supuso la retirada de la vida política de Antonio González Egea ni tampoco un paso atrás en su vinculación con la vida social de la ciudad. Siguió siendo uno de los grandes personajes y el banquero de referencia. Cualquier proyecto donde estuviera en juego el futuro de Almería pasaba tarde o temprano por sus manos; cualquier acto institucional necesitaba de su presencia.
En la primavera de 1927, un año después de dejar el bastón de mando, González Egea fue uno de los promotores de la visita que el general Primo de Rivera realizó a nuestra provincia, siendo Presidente del Consejo de Ministros, o lo que es lo mismo, el hombre más influente del país en aquellos años de dictadura.
El viernes 22 de abril de 1927, Primo de Rivera llegó al puerto a bordo del crucero Princesa de Asturias. Lo recibieron las máximas autoridades: el Obispo don Bernardo Martínez Noval, el Gobernador civil señor Huelin, el Gobernador militar, general Zumel, el alcalde Francisco Rovira y el banquero Antonio González Egea, que esperaba al dictador con su auto de lujo para llevarlo personalmente a visitar las obras del campamento, tan necesario para instalar en sus dependencias las brigadas de intervención en África.
Sin duda, la visita de Primo de Rivera en abril del 27 fue clave para que el dinero del campamento llegara a tiempo y también para que los agricultores que aquella temporada se habían visto afectados por un ciclón pudieran salvar sus fincas. Después de pasar revista a las obras de las dependencias militares de Viator, Antonio González Egea llevó al dictador a recorrer los campos de parrales que se habían visto afectados en Pechina y en los pueblos de la comarca, consiguiendo una importante ayuda económica por parte del Estado. En el trayecto, el señor González Egea le habló a Primo de Rivera de un magno proyecto que podía cambiar el rumo de la economía almeriense: la explotación de la cuenca aurífera de Rodalquilar.
En agosto de 1929 el soñado campo militar era una realidad y la ciudad pedía a las autoridades una inauguración a la altura de la importancia del acontecimiento, tal y como lo reflejaban las palabras que González Egea pronunció en una comida de trabajo que celebró con las fuerzas económicas de la provincia: “El Campamento de Sotomayor, con su brigada completa, con su campo de tiro y prácticas militares, ha de dar importancia sumamente grande a nuestra ciudad”, dijo entonces.
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