Almería tuvo su particular Julio Iglesias que fue un belga con voz de terciopelo llamado Louis Neefs. Encandiló al jurado con una dulce melodía y ganó el primer premio del I Festival Internacional de la Canción en la Ciudad Luminosa de la Costa del Sol. Acababa de nacer en el primer día de agosto de 1970 una de las principales palancas de promoción turística de Almería auspiciada por ese Ayuntamiento del tardofranquismo presidido por Francisco Gómez Angulo.
Germinó el festival almeriense de la canción ligera en ese momento en el que el Régimen seguía sumido en su letargo apostólico romano, mientras la sociedad almeriense ya había empezado a cambiar, ya andaba por otro camino, aunque oficialmente la ciudad siguiese bajo el manto de una Dictadura.
Almería copió a Málaga, que dos años antes había inaugurado su propio festival, como Málaga emuló a Benidorm y ésta a San Remo. España ardía en festivales desde finales de los 60 y Almería no iba a ser menos, en ese tiempo en el que todo estaba por hacer y había prisa por hacerlo; en ese tiempo de muchachas en minifalda y hombre con pantalón de elefante y zuecos en los pies, que querían dejar atrás la neftalina de los Festivales de España de sus padres o las actuaciones de Coros y Danzas de Educación y Descanso.
Todo se preparó al detalle y sin escatimar gastos porque se creía que ese festival iba a ser el definitivo revulsivo para poner a Almería en el mapa, aunque no hubiese carreteras en condiciones ni trenes a ninguna parte, aunque se acababa de inaugurar el aeropuerto, había un Gran Hotel y Leone se había sacado las ramblas de Tabernas de la chistera como trampantojo del Lejano Oeste Americano.
El patio ajardinado de la Salle fue el escenario elegido para el Festival que, aunque no era Babilonia, cumplía su papel con una vistosa escenografía cubierta de flores, con la elegancia de las estrellas invitadas y con la orquesta de Televisión Española dirigida por Rafael Ibarbia y por Manolo Gas y con Adolfo Suárez en el Comité de Honor, como director del ente público, lejos aún de fundar la UCD y ser presidente del país.
Toda la organización había sido controlada por el propio alcalde y por el concejal de Festejos José García Ruiz, quienes no escatimaron en gastos. En esa primera edición en los jardines lasalianos, en una noche agosteña, actuaron como mantenedores el presentador del momento, Joaquín Soler Serrano y Marisol González, los rostros más famosos de la incipiente televisión de entonces. Ganó el belga Louis Neefs que se llevó un cuantioso premio de 150.000 pesetas de la época. En segundo lugar quedó Eduardo Rodrigo, que venía de vencer en Benidorm y en tercera posición el grupo Los Magos de oz, como arietes de los nuevos ritmos de la música moderna. Como fin de fiestas y fuera de concurso, actuó el almeriense Manolo Escobar y sus guitarras y el humorista Andrés Pajares. Fue todo un éxito, con un patio de La Salle donde llegaron a entrar casi 4.000 personas y con una pléyade de periodistas musicales como Fradejas a los que había que pagarles hasta el Americano que se tomaba en el kiosco Amalia, aunque consiguieron que, esos días, Almería fuese el epicentro de la España musical. El sistema de selección comenzaba en la primera jornada con una semifinal compuesta por veinte intérpretes y una final en la que se elegían los tres primeros puestos entre los diez clasificados. A pesar de todo, como los premios fueron en aumento hasta las 300.000 pesetas, hubo muchos cantantes derrotados que se explayaron en la prensa hablando de los tongos que se producían en el Festival de la Canción de Almería porque el jurado estaba comprado.
Lo cierto es que el certamen almeriense fue ganando en predicamento y cada vez opositaban más grupos internacionales llegados de Inglaterra, Irlanda Francia, Bélgica o Argentina. Otra de las bazas interesantes fue que los intérpretes contaban para dar realce a sus canciones con el trio Lalala, orillado en el escenario, que habían obtenido fama con Massiel cuando ganó Eurovisión.
Fueron seis ediciones, hasta 1975 -la última en la Plaza Vieja- las que se celebraron y más de un centenar de cantantes y grupos, entre ellos algunos almerienses que despegaban en ese tiempo como Los Puntos, que obtuvo premio con Magdalena o Andrés Caparrós con Gitana o Paco Urrutia. Y también estrellas ya consagradas que venían fuera de concurso para dar más realce a la gala como Mari Trini, Camilo Sexto, Albano, Cecilia, Rocio Jurado y Lola Flores, que tuvo que cancelar porque el día antes tuvo una indigestión. Otros de los intérpretes que se batieron el cobre para ganar esos años el Festival de Almería fueron Hilario Camacho, Manolo Galván, Jeanette, Vino Tinto, Cal y Canto y tantos otros.
En las dos últimas ediciones empezó a cuestionarse la calidad de algunos participantes y el dispendio que suponía para las arcas municipales traer a todos los artistas invitados, a los presentadores como Tico Medina o Kiko Ledgard a los periodistas especializados como Pepe Domingo Castaño o Miguel de los Santos y todas esas veladas que culminaban con opíparas cenas de agasajo en el Club de Mar o en los salones de La Parra. Se mantuvo con dignidad el Festival de la Canción almeriense, aunque el nuevo tiempo político y las nuevas preocupaciones sociales le dieron la puntilla el mismo año que murió en la cama el Dictador.
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