Hubo un tiempo, allá por los primeros años 70, en el que los almerienses nos quejábamos amargamente de que aparecíamos poco por televisión y que cuando lo hacíamos era para dar malas noticias. El que más sufría este sentir popular era el corresponsal de TVE en Almería, nuestro cámara oficial, Antonio Cano Gea, al que frecuentemente le dejábamos caer aquella frase de “Usted que tiene mano, a ver si sacan en la tele algo bueno de Almería”.
La cámara de Antonio Cano estaba entonces en todos los acontecimientos importantes que se celebraban en la geografía almeriense, pero es verdad que lo que más interesaba en aquel tiempo para los telediarios eran siempre los sucesos. Él estuvo en Palomares cuando cayó la bomba en el invierno de 1966, en la tragedia del edificio Azorín en septiembre de 1970, en las inundaciones de ese mismo año que dejaron sin hogar a cientos de familias y también en los grandes momentos que nos dejaron los rodajes de las películas. Recuerdo la tarde en la que los almerienses pudimos acceder a la Plaza de la Catedral para ver los tanques de la película Patton, que estaban allí estacionados preparados para ‘entrar en combate’. En medio de la multitud destacaba la figura, siempre erguida, del cámara de la tele que no se perdía un detalle, que no paraba de grabar aunque después no le publicaran mas de treinta segundos.
Allí donde nacía una noticia estaba Antonio Cano, aquel sabio alto y seco como un junco que llevaba la cámara incorporada a su imagen como si fuera una parte más de su cuerpo. Trabajaba con un equipaje como si siempre estuviera preparando un viaje: la cámara, el cajetín colgado del hombro donde llevaba los rollos de recambio de las películas y la maleta negra donde guardaba todo el material.
Cuando los niños íbamos a un desfile o a ver la cabalgata de la feria, el hecho de que estuviera allí nuestro cámara de cabecera tomando imágenes nos hacía pensar que era algo extraordinario: su presencia revalorizaba el acontecimiento aunque solo fuera una corrida de toros o un partido de fútbol. Como buenos catetos que éramos, pasábamos por delante del objetivo varias veces a ver si salíamos en la tele. Por esa época ya empezamos a ver cómo hacía sus primeros pinitos en el oficio su hija María del Mar Cano Pérez, que fue la primera mujer cámara que trabajó en Televisión Española.
Antonio Cano Gea no era solo el cámara de TVE en Almería. Se trataba de un personaje poliédrico, capaz de moverse en terrenos tan diferentes como el Derecho, la poesía y la escalada, campo en el que era considerado un auténtico maestro.
Aunque había cursado la carrera de abogado y llegó a ejercerla, tenía vocación de escritor:hizo guiones de cine e incluso llegó a ver publicado un libro de poemas ‘Cosas del sur’, editado en Granada en el año 1943.
Desde joven sintió también una profunda vocación por la imagen, cuando con un proyector se dedicaba a hacer cine científico que después vendía en los mercados extranjeros. Esa afición le permitió entrar en Televisión Española, que buscaba alguien con experiencia en 16 milímetros para que se encargara de la corresponsalía de Almería.
Detrás de aquel hombre espigado con la cámara al hombro aparecía un personaje de una gran riqueza espiritual y enormemente comprometido con la naturaleza y con los animales en una época donde el ecologismo estaba todavía en pañales. Fue el gran impulsor, allá por los primeros años setenta, del Parque de Rescate de Fauna Sahariana que se puso en marcha detrás de la Alcazaba. En esa época ya formaba parte del Consejo Superior de Investigaciones Científicas donde llegó a alcanzar el cargo de jefe de la sección de vertebrados del instituto de aclimatación.
Antonio Cano dejó una huella imborrable no solo por el éxito que alcanzó en los oficios que ejerció, sino por su bondad, su sencillez y su naturalidad. Falleció el 31 de marzo de 1983, cuando solo tenía 65 años. En el barrio de San Luis hay una calle que lo recuerda.
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