Pobre de aquel que un día pase a la posteridad y sea reconocido por el Ayuntamiento con una estatua o con un busto. Más vale no ser recordado si ese reconocimiento tiene que pasar por quedar expuesto de por vida en una calle o en cualquier plaza pública, bajo la amenaza del primer grafitero inspirado que pase con un bote de pintura en la mano o de caer en el abandono más absoluto por parte de las autoridades.
El caso del Emigrante que habían inmortalizado con una estatua en la Plaza de Calderón es todavía más grave, ya que sufrió la mutilación de sus dos piernas a manos de un grupo de aspirantes a cirujanos a los que se les fue la mano en una madrugada de copas. Para no aburrirse la emprendieron a golpes con las tibias del Emigrante, dejándolo cojo de por vida. Este suceso que ocurrió hace tres años, se sumaba a las continuas pintadas que había tenido que sufrir esta misma estatua desde su puesta en valor cuando era alcalde de esta ciudad Luis Rogelio Rodríguez Comendador.
Después de ser destrozado el Ayuntamiento decidió con buen criterio retirar al malogrado Emigrante, no para repararlo, como parecía lógico, sino para hacerlo de nuevo con un material como el bronce, mucho más resistente que la piedra, a prueba de todo tipo de cafres y delincuentes. De aquello han pasado ya más de dos años y si usted pasa por la Plaza de Calderón, esa que linda con la fachada de la tienda de Río Preto Radio, podrá comprobar lo triste que sigue la maleta esperando la vuelta de su propietario. Parece un bulto sospechoso sobre el horroroso banco de piedra que adorna la plaza.
Volvemos a lo de siempre: lo penoso que resulta ser monumento en una ciudad tan cainita como Almería, donde hasta las estatuas molestan o se emplean para tapar huecos. Tenemos todavía muy presente el caso del busto del Padre Ballarín que ha cambiado tres veces de ubicación en la Plaza de Santo Domingo y ha sido diez veces profanado, o el célebre monumento a San Valentín, que nació a bombo y platillo en el corazón del Parque Nuevo, se perdió y lo recuperaron medio siglo después para colocarlo en la calle Arráez.
Otras estatuas con 'mala suerte'
Y que decir del querido busto de don Navarro Rodrigo, que tanta fama le dio al Parque Viejo allá por los años veinte, cuando aquel escenario era el más importante de Almería. Nuestros modernos gobernantes, en un alarde de inutilidad o de desconocimiento, lo exiliaron de su sitio natural y de las columnas que lo arropaban para llevárselo a otro punto del Parque y colocar en su lugar al también querido y recordado don Nicolás Salmerón, que sin pretenderlo le ha usurpado su trono.
De la estatua de Jhon Lennon se podría escribir una novela, de las veces que ha sido atacada y de los constantes cambios de escenario. Parece que estorban las estatuas y cualquier monumento que le dé prestigio a la ciudad. Casi todos recordamos cuando se llevaron la fuente de mármol de la Plaza de la Catedral para ponerla en el aeropuerto que estaba recién inaugurado y casi todos estamos sufriendo el futuro del popular Pingurucho de los Coloraos que se ha convertido en un estorbo dentro del nuevo proyecto hostelero de la Plaza Vieja y está esperando a que se lo lleven a la soledad del Parque.
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