Cuando en 1965 el concejal Gómez Fuentes se hizo con la ‘cartera’ de Tráfico, el servicio de taxis en Almería era muy deficiente. Carecía de una reglamentación moderna y un número importante de las licencias que se concedían pasaban por el conducto del amiguismo y a veces por tener que pagar por ellas un precio abusivo.
Los más de noventa taxis que trabajaban en la ciudad lo hacían manteniendo una estructura primitiva, careciendo de los taxímetros reglamentarios que ya funcionaban desde muchos años antes en otras ciudades del país. Había quien cobraba a ojo y había quién se pasaba de listo cobrando de más, por lo que el servicio estaba expuesto a un libre albedrío que perjudicaba la reputación del sector.
Se contaba entonces la anécdota de un soldado al que un taxi le cobró seiscientas pesetas por una carrera desde la Estación de Ferrocarril hasta la Caja de Reclutas. Esta historia llegó al despacho del concejal de Tráfico, que nada más hacerse cargo del puesto inició un proceso de modernización del taxi que no fue un camino de rosas.
El propio concejal fue el encargado de redactar el reglamento municipal de taxis que trataba de poner orden y cordura en medio del caos. La primera orden que dio, de obligado cumplimiento, fue que las tarifas estuvieran expuestas al público en todos los vehículos y en un lugar visible, para que nadie se pudiera sentir engañado. En febrero de 1966 una carrera de doscientos metros costaba diez pesetas, y se le iba sumando una peseta más por los siguientes doscientos metros recorridos. Se puso en marcha, además, el suplemento de retorno, que se aplicaba en todas las carreteras de salida de la ciudad. Cuando un taxi atravesaba los límites de la capital cobraba un plus de cinco pesetas al cliente.
Pero el gran caballo de batalla en el que se implicaron a fondo tanto el concejal Ángel Gómez Fuentes como el alcalde Guillermo Verdejo Vivas fue en la implantación del taxímetro, una batalla que resultó bastante complicada, ya que suponía una importante inversión económica para los taxistas y una demora temporal significativa, ya que los aparatos había que pedirlos fuera y tardaban semanas en llegar. Estos contratiempos obligaron al ayuntamiento a conceder varias prórrogas, hasta que por fin, en abril de 1966 casi todos los taxis de Almería circulaban ya con sus correspondientes taxímetros colocados en el lugar más visible del coche, entre el conductor y el cliente.
En aquellos primeros años de modernización del taxi se habilitaron nuevas paradas, entre ellas la que se instaló en la Plaza Alejandro Salazar, junto al kiosco de Amalia, y la parada de la Plaza de Barcelona, llamada a nutrirse del tránsito de pasajeros que generaba la estación de autobuses. En 1967, cuando se habilitaron las nuevas paradas, todavía convivían en la ciudad los viejos coches de caballo y los taxis. La presencia de los carruajes era tan importante aún que en la Estación de Ferrocarril eran mayoría. El perfume de las boñigas de los caballos se mezclaba en nuestras calles con el olor de la gasolina.
En aquellos años, la mayoría de los taxistas había conseguido renovar su vehículo, siguiendo el proceso que se había iniciado en febrero de 1959, cuando el director de la mutua de auto-taxis de España, Julián Calderón, llegó a un acuerdo con la casa Seat para que todos los taxis del territorio nacional fueran de esa marca y del mismo modelo. La iniciativa fue una gran revolución para los taxistas, que pudieron guardar en los garajes los viejos vehículos de trabajo.
Cuando en diciembre de 1963, don Julián Calderón Millán vino a Almería para inaugurar los nuevos locales de la mutua en la calle García Alix, fue recibido como un héroe por los taxistas, que salieron a darle la bienvenida a la Cuesta de los Callejones, con carteles instalados en el techo de los coches donde se podía leer: “Señor Calderón: Bienvenido a nuestra ciudad. Este coche realiza su último viaje como taxi y será remplazado por nuevo material”.
Cuando comenzó el proceso de transformación, el Ayuntamiento de Almería acordó la uniformidad en el sector. La nueva norma exigía que todos los taxis locales fueran de color negro brillante con una franja roja en el lateral, y que en la puerta del coche llevaran instalado el escudo de Almería como referencia.
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