Sara Hernández, una joven almeriense de 35 años, ha pasado en apenas dos años de trabajar en una empresa de ropa y “no tener ni idea” de ganadería ovina a convertirse en toda una experta en el arte del esquilado de ovejas y en la propietaria de una de las principales empresas de España del sector.
La inesperada y prematura muerte por un cáncer de su tío, José Antonio Guerrero Marfil, la convirtió en 2020 en heredera única de la empresa ‘El esquilador guerrero’, con sede en Órgiva, en la Alpujarra granadina, que él había creado de la nada años atrás y que en ese momento ya cortaba la lana a cerca de un millón de ovejas en España – sobre todo en Andalucía, aunque no en Almería, Extremadura, los Pirineos y Aragón- y en Portugal para cientos de clientes.
“Cuando mi tío enfermó, sobre 2018, dejé mi trabajo en la tienda de Marbella y me vine a Órgiva para estar cerca de él. Monté aquí otra tienda de ropa y también me dediqué a fregar platos en un restaurante y a limpiar en cortijos. Poco antes de morir, me pidió que me quedara con la empresa. Le dije que sí, aunque en realidad no sabía en qué me estaba metiendo”, rememora Sara.
Aunque el mundo se le vino un poco encima cuando comprendió realmente lo que había aceptado, su respuesta fue dedicarse durante las 24 horas del día a su nueva empresa. Comenzó a estudiar concienzudamente los tipos de ovejas de la península y a visitar a los clientes de su tío. “Tenía que apuntar sus nombres en un papel para acordarme. La verdad es que al principio lo pasé fatal, porque hay que tener muchos ovarios para hacer lo que hice”, relata a este periódico mientras regresa de un viaje para visitar a unos clientes en Albacete.
No se arrepiente de nada
Sin embargo, afirma con rotundidad que no se arrepiente de nada, y explica su éxito, el hecho de que haya podido dar continuidad a la empresa heredada, “en el miedo que tenía a fracasar”, que le llevó a dedicarse de pleno en su nuevo proyecto vital. “Le puse tantas ganas, tanto tiempo, tanto esfuerzo, tanta dedicación, que al final ha funcionado”, exclama con la alegría de saber que no ha defraudado a su tío. Es más, su idea es la de poder ampliar su clientela en unos años, dedicándose a esquilar ovejas de leche, trabajo que se hace dos veces al año, y en cebaderos, lo que podría aumentar significativamente sus meses de actividad.
Pero no es solo que haya funcionado, sino que Sara reconoce que ahora está plenamente implicada con la empresa, hasta el punto de que podría decirse que se ha convertido en su pasión. “Gracias a mi nuevo trabajo he conocido a la España vaciada, que es espectacular, también el mundo de la ganadería, y puedo decir que he aprendido mucho en estos dos años, porque es otra forma de ver el mundo”.
Y aunque al principio se mostraba un poco asustada por lo que podría encontrarse, ahora admite que los ganaderos, que en su inmensa mayoría son de edad bastante avanzada, se lo han puesto todo muy fácil, mucho más de lo que esperaba, sin ninguna duda. “Tengo que decir que en los ganaderos nunca he percibido ningún tipo de machismo. Es más, me han tratado como si fuera su hija, me han ayudado y aconsejado: me han dicho por ejemplo, Sara, por ahí no vayas, ve por aquí”, dice.
En estos dos años, Sara ha recorrido ya toda España para conocer a sus clientes, sobre todo durante la campaña de la esquila, que empieza en el mes de marzo y suele terminar a finales de junio, antes del verano, para que las ovejas “no se asfixien con el calor”. “Muchas veces acompaño a las cuadrillas y me dedico a visitar a los dueños del ganado para preguntarles si están satisfechos con la esquila”.
Un centenar de empleados
Nunca suele tener problemas porque cada año contrata a cerca de un centenar de expertos esquiladores de Uruguay y Argentina. “En España no hay”, dice. En una ocasión reclamó trabajadores al Servicio de Empleo: “Me ofrecieron a varias personas, pero unas estaban trabajando en otras cosas, otra era una peluquera y otro estaba jubilado”, explica. Este es uno de los principales problemas para que la empresa pueda crecer, la falta de trabajadores cualificados en España: “No tengo gente para todo el año porque además de que se necesita formación, es un trabajo muy duro y pocos jóvenes quieren dedicarse a él”, se lamenta.
De pastor en el Pirineo a empresario
El punto de partida de ‘El esquilador guerrero’ fue el abuelo de Sara, que tenía ovejas. De ahí a que su tío José Antonio quisiera trabajar como pastor, y decidiera marcharse a los Pirineos para aprender el oficio. Allí no solo lo aprendió, sino que también se dio cuenta de que en España faltaban esquiladores. De ahí a que decidiera contratar a un puñado de hombres y a dedicarse a esta actividad primero solo con una furgoneta. Luego fue ampliando contrataciones y acabó formando la empresa, que fue pionera en España”, explica con orgullo su sobrina y heredera.
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