La conquista de la carretera de Aguadulce

La mejora de la temida carretera propició la llegada de nuevos negocios

Carretera de Aguadulce.
Carretera de Aguadulce. La Voz
Eduardo de Vicente
20:00 • 04 dic. 2022

Fue en los años sesenta cuando se acometió la necesaria transformación de la carretera que nos unía con el poniente. Hasta entonces era un camino de curvas peligrosas entre las rocas del cerro y el barranco que daba al mar, una auténtica aventura para los que la atravesaban.



En aquel tiempo, antes de que se iniciara el gran proyecto de reforma, la carretera de Aguadulce era el refugio de dos negocios que marcaron una época en la vida social y comercial de Almería: la Venta Eritaña y la antigua Venta de Ramírez. En el siglo XIX, aquel mesón de carretera fue lugar de reunión de todos los que transitaban por esos lugares solitarios donde de vez en cuando aparecía un carro de mulas de los que venían desde Roquetas cargados de sal buscando el puerto. Por allí cruzaban las diligencias y las tartanas que cubrían el servicio de viajeros con los pueblos, y que casi siempre solían hacer un alto en la venta aunque sólo fuera para que el cosario recogiera o dejara alguno de los encargos que llevaba en su agenda.



En aquellos tiempos, la venta tenía una romana donde iba la gente a pesar el esparto que recolectaban por los cerros a cambio de unas monedas, y un comedor para solaz de los caminantes que se detenían a la hora del almuerzo. Contaba también con habitaciones  donde pasar la noche y con establo y cuadradas para el reposo de las caballerías. Se decía que el fuego siempre estaba encendido y que el humo de la chimenea no cesaba ni de noche ni de día. En las madrugadas de tormenta los escasos viajeros que transitaban por la zona buscaban refugio al calor del fuego de la venta, y frente a la lumbre los caminantes se contaban sus historias hasta que caían rendidos por el sueño.



La Venta de Ramírez fue un escenario abierto a todo tipo de personajes y de comercio. Lo mismo recibía a los esparteros o a los viajeros de las diligencias, que a los contrabandistas que operaban siempre  en el anonimato de aquellos acantilados. Fue lugar de reunión de la gente del alijo y a la vez parada obligada de las parejas de carabineros que vigilaban los caminos. Una escena que se repetía con frecuencia era la de los carabineros sentados a la sombra en el zaguán, separados por un fino tabique de  la habitación donde una silenciosa partida de hombres hablaban de sus negocios de contrabando mientras apuraban unas jarras de vino de Albuñol. Había semanas que la venta se quedaba sin vida  cuando un temporal de viento o una tormenta arrastraba las piedras  del cerro y cortaban el camino.



Cuando la Venta Ramírez se fue quedando aislada a un lado de la nueva carretera Almería-Málaga, un joven empresario de la época, Ramón Gómez Vivancos, que ya destacaba en la ciudad por sus brillantes ideas y su carácter emprendedor, gestó un ambicioso proyecto para llenar de vida aquel tramo de carretera. En 1970 presentó su plan, que en un principio se centraba en la construcción de un gran hotel con gasolinera y restaurante a la entrada de Almería, en la zona conocida por las canteras, antes de llegar al primer túnel. 



Sus ideas no pudieron pasar de un papel al negarse la Junta de Obras del Puerto a negociar por los terrenos, que eran de su propiedad. Ante esta negativa, Gómez Vivancos no se desanimó y puso la vista en los terrenos que existían al pasar el túnel, frente al castillo de San Telmo, donde había estado ubicada la vieja Venta de Ramírez. El empresario almeriense recuerda que cuando fue a comprar la parcela podía haber adquirido también el castillo, que  entraba dentro de aquellos terrenos. 



No lo tuvo fácil para poder llevar a cabo su sueño. Las obras se alargaron más de lo previsto y también el coste al tener que levantar grandes muros de contención para prevenir las posibles avenidas de la rambla que iba a desembocar al barranquillo de San Telmo. A pesar de las dificultades, la constancia del promotor hizo posible que en marzo de 1972 se inaugurara el complejo Bayyana, que en sus primeros meses ofreció al pública una moderna estación de servicio de primera categoría, con gasolinera y restaurante de tres tenedores. 



Ramón Gómez Vivancos quería centrar en torno a aquel complejo, que fue galardonado en su día con el primer premio nacional a la mejor estación de servicio de España, el creciente tráfico de la nueva carretera de Aguadulce.  


Para darle fuerza a la firma que él había creado, Gómez Vivancos puso en marcha también los llamados Premios Bayyana, que se convirtieron en uno de los  acontecimientos sociales más importantes en la Almería de los años sesenta. Se rodeó de los nombres más relevantes de la cultura a la hora de formar el jurado para premiar a los más destacados del año. Los premios dieron prestigio a la ciudad y estuvieron presentes durante quince largos años.


Los años setenta fueron cruciales para seguir humanizando la carretera. Aguadulce se había convertido ya en una ciudad y los negocios que se habían instalado en el camino, como era el caso del Bello Rincón, de la discoteca Baroque y del complejo Bayyana, eran puntos de referencia de la nueva cultura del ocio que había nacido en la década anterior.



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