La casa de la Torre de los Ángeles

En la Carrera de Limoneros, medio escondido, aparece un palacio del siglo diecinueve

El edificio funciona actualmente convertido en una escuela infantil. En la puerta destaca un enorme ficus.
El edificio funciona actualmente convertido en una escuela infantil. En la puerta destaca un enorme ficus. La Voz
Eduardo de Vicente
13:36 • 11 dic. 2022

En la Carrera de Limoneros, entre la Avenida de Montserrat y la calle del Padre Méndez, sobrevive la mansión que fue la hacienda Torre de los Ángeles. Este espléndido edificio, construido a finales del siglo diecinueve, ha llegado a nuestros días gracias a que al terminar la Guerra Civil las autoridades decidieron convertirlo en un Hogar infantil, y así, destinado a tareas educativas, ha conseguido permanecer en el tiempo. 



La presencia de un ficus centenario en la entrada a la finca nos habla también de la antiguedad de este paraje que en otro tiempo formaba parte de la vega de Almería, tan apartado de la ciudad como si perteneciera a un pueblo lejano. El árbol es lo único que queda del paisaje primitivo, cuando la casa estaba rodeada de campos de cultivo.



La casa la construyó el conde de Torres Marín, que en los primeros años del siglo pasado se la vendió por cuarenta y cinco mil pesetas a los hermanos Rodríguez Dionis: Cecilio y Gregorio. El primero fue un joven aventurero, el indiano que tuvo negocios en Filipinas de donde tuvo que regresar cuando empezó la revolución. El segundo, Gregorio, hizo carrera en Almería llegando a ocupar cargos de gran relevancia: presidió la Junta de Obras del Puerto y fue alcalde de la ciudad en 1906. Cecilio fue miembro destacado de la junta de beneficencia y junto a su hermano compartía la posesión de varias minas en el término de Rodalquilar dedicadas a la extracción de oro. Los hermanos estaban tan unidos que se casaron con dos hermanas: Serafina y Francisca. 



En su tiempo, Gregorio y Cecilio llegaron a ser dos auténticos personajes en la ciudad. Su actividad política y su compromiso social los convirtieron en hombres de gran celebridad. Vivían de las tierras, de las minas y mantenían una batalla constante por dignificar la vida de los sectores más deprimidos de la población. Fueron también promotores urbanísticos y construyeron casas en las calles de Arráez, Bordiú y Eduardo Pérez, entre otras. 



La familia Rodríguez Dionis tenía su lugar de retiro en la hermosa finca que a comienzos del siglo veinte le compraron al conde de Torre Marín. Contaba con 27 tahúllas de huerta con noria, balsa, más de cien higueras, una casa cortijo con cuatro habitaciones y la mansión de recreo con más de quinientos metros de superficie y un espacioso jardín rodeado de plantas aromáticas y de los jazmineros más fértiles que había entonces en la vega almeriense. Las tierras de la hacienda llegaban hacia poniente hasta los límites del actual Camino de Ronda. 



Contaba además con una capilla donde la familia celebraba las ceremonias más íntimas y con un amplio escenario, junto al jardín, en el que se organizaban largas tertulias y conciertos musicales en las noches de verano. Casi todos los personajes destacados de la sociedad almeriense en las primeras décadas del siglo veinte pasaron por la finca de los Rodríguez Dionis, que también fue lugar de encuentro de los miembros del partido conservador. 



El esplendor de la finca estuvo ligado a la vida de sus propietarios. Tras la muerte de Gregorio, en agosto de 1912, la casa perdió gran parte de su actividad social y entró en una decadencia que se agudizó ocho años después, cuando en febrero de 1920 falleció Cecilio. La Torre de los Ángeles volvió a ser propiedad de sus fundadores, los Torres Marín, ya que uno de sus hijos, Francisco, contrajo matrimonio con la hija de Cecilio Rodríguez Dionis. Fueron los últimos que la habitaron.




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