Comienzan a restaurar la fachada de la vergüenza en Eduardo Pérez

Fue la sede del histórico periódico La Independencia de Vivas Pérez y es un nido de porquería

Un operario comenzaba ayer a rehabilitar la histórica fachada catalogada.
Un operario comenzaba ayer a rehabilitar la histórica fachada catalogada.
Manuel León
18:35 • 23 dic. 2022

Los operarios han comenzado esta semana a limpiar con el punzón y el buril la inmundicia de siglos en la fachada de la casona de la calle Eduardo Pérez, esa que linda con el pub Vértice junto a las Cuatro Calles. Es todo un alivio que, por fin, los propietarios hayan decidido el aseo de ese edificio apuntalado con vigas que amenaza ruina que afea el  entorno y que tiene una historia detrás.



Detrás del pórtico historicista que necesitará de un concienzudo trabajo de restauración, al ser una fachada catalogada, está vacío el solar en el que se presume que en el futuro se promoverá un residencial. 



Los almerienses y turistas que transitan por esa calle Eduardo Pérez, que es como un hilo dental que une la calle Real con la Plaza de la Catedral, la ven a diario: una fachada decrépita que se viene abajo; los restos de una casa desvencijada que da pena verla enfrente de la peluquería de Serafín. Con su restauración, que merece ser urgente, se podrá borrar por fin esa imagen de casa-ruina,  como la secuela de un bombardeo en Beirut o en Sarajevo.



Y aún llama más la atención su estado por el contraste con el aspecto majestuoso de la casa vecina, la mansión señorial más rancia de Almería -con permiso de la de Los Puche- que fue de la señora Remedios Benavides, después de Mariquita Pérez de Perceval y ahora de la familia Ruz Pérez de Perceval.



Era propiedad este inmueble hoy desnutrido del farmacéutico Juan José Vivas Pérez, el prócer almerienses que inventó el salicilato de bismuto, aquel antidiarreico que dio la vuelta al mundo.  Allí estuvo la sede del diario católico La Independencia, cuando aún se llamaba calle del Cid Campeador. De allí salían cada madrugada resmas de periódicos aún con la tinta caliente, que muchachos con baberos voceaban por toda la ciudad con los titulares debajo del brazo. La casa pasó del boticario a su hijo Juan José, ejecutado en la playa de La Garrofa, y después a sus nietos. Tras la Guerra se estableció la imprenta de Carmelo Ortiz, quien murió de un infarto y también residió el farmacéutico José Bueno. Hubo un cartel anunciando una promoción de viviendas hasta el año 2012 bajo la dirección técnica de Luis Góngora Sebastián. 






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