Antes de que las familias se reunieran en el salón delante de la tele para escuchar las campanadas desde la Puerta del Sol de Madrid y cumplir con la tradición de las doce uvas, en Almería empezaron a ponerse de moda los cotillones de Nochevieja.
El primer baile de fin de año que se celebró en la ciudad después de la guerra civil lo organizó el Círculo Mercantil, el 31 de diciembre de 1939. Fue un acontecimiento privado, sólo para los socios, que con mostrar el recibo del mes de noviembre, acreditando que estaba pagado, podían formar parte de la fiesta. Con los años, los bailes del Círculo fueron creciendo y llegaron a reunir a tantos invitados que tuvieron que instalarse en el Teatro Cervantes. Quitaban los asientos del cine, subían el patio de butacas a la altura del escenario y colocaban una gran barra, mesas y sillas alrededor de la pista.
El Casino también organizaba sus bailes y en los años cincuenta se incorporaron a la celebración del fin de año las fiestas de la Granja Balear, otro de los cafés de moda que surgieron en el Paseo. La sociedad iba subiendo peldaños, la posguerra iba quedando atrás y cada vez se organizaban más fiestas para recibir al nuevo años. Fue en los sesenta cuando este tipo de celebraciones alcanzó sus cotas más altas. El Casino se convirtió en el escenario de referencia de las parejas de la burguesía local. Sus cotillones eran nombrados, con las mejores vocalistas, las mejores orquestas, sorteos de regalos y batalla de globos para terminar de animar al personal.
En diciembre de 1963 se unió a la lista de organizadores un nuevo establecimiento, el Manolo Manzanilla, que convocaba a cientos de invitados en el salón restaurante del edificio Playa. La orquesta ‘Los Trovadores’, que era uno de los grupos de moda de aquel tiempo, amenizaban el baile hasta la madrugada. Las parejas podían disfrutar de un amplio y variado menú por doscientas cincuenta pesetas el cubierto.
Ese mismo año se incorporaron a la fiesta dos salas de cine, que tuvieron la idea de ofrecerle a sus distinguidos clientes la oportunidad de recibir el año nuevo viendo una película de lujo sin los agobios de los bailes multitudinarios. El Reyes Católicos y el Roma sorprendieron a los almerienses anunciando para la noche del 31 de diciembre grandes estrenos. El Roma puso en cartelera ‘La chica del trébol’, con Rocío Durcal y el Reyes Católicos la película ‘El mundo de Suzie Wong’, con el atractivo de William Holden. Las sesiones cinematográficas de Nochevieja comenzaban a las once y por cada entrada te entregaban una bolsa con doce uvas y coñac.
El experimento le dio un buen resultado al empresario y al año siguiente, para despedir 1964, volvió a abrir los cines con dos estrenos monumentales: ‘Doris Day en el Oeste’, en el cine Roma, y ‘Cleopatra’ en el Reyes Católicos. Volvió a funcionar la iniciativa y en 1965 volvieron a repetirla con las películas ‘El recluta’ de Jerry Lewis y ‘Mary Poppins’. Fue la última vez que hubo cine en Nochevieja.
La juventud de mediados de los sesenta empezó a demandar bailes, amenizados por orquestas de prestigio y por los conjuntos que empezaron a surgir como flores de una nueva época.
Para la Nochevieja de 1965 el gran acontecimiento fue la cena y el baile que dio el Club Náutico, en la playa de las Almadrabillas. El cotillón fue organizado por un joven cocinero, Juan Pedro, que no tardaría en convertirse en uno de los hosteleros más célebres de la ciudad con su ‘rincón’ de la Plaza del Carmen. Aquella noche de 1965 actuaron en el Club Náutico ‘Los huracanes’ y un grupo que estaba empezando a pegar muy fuerte en los ambientes musicales de la provincia: ‘Los Tediad Boys’.
El Manolo Manzanilla seguía organizando sus cenas y sus bailes cada 31 de diciembre y no tardaron en sumarse a la juerga otros dos míticos establecimientos, que aunque nacieron como salas de fiesta, tenían la capacidad de reinventarse con frecuencia. En 1965 la sala ‘Hogaño’ del Zatillo celebró su propia fiesta y al año siguiente le siguió ‘El Chapina’.
Cada año que pasaba eran más los bailes y las cenas que se celebraban. Atrás habían quedado, perdidas en la memoria, las fiestas elitistas del Casino y del Círculo, eclipsadas por el poder de esa nueva clase media que llevaba como ariete a una juventud renovada con otra manera de entender el tiempo libre.
En 1968 la gran novedad fue la aparición en escena de dos grandes complejos hoteleros que organizaron cenas y bailes multitudinarios: el Hotel Aguadulce y el Gran Hotel Almería, que para celebrar su primer año de inauguración trajo una orquesta de Valencia para la Nochevieja.
Por aquellos años la televisión ya se había extendido por todos los rincones de la ciudad y había llegado hasta los arrabales más humildes. La presencia de la tele en las casas hizo que la oferta de diversión se ampliara en Nochevieja. Unos optaban por quedarse al abrigo de la mesa de camilla y de la estufa viendo el especial televisivo y otros por meterse en alguna de las cenas y bailes que se organizaban.
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