Aquellos locos que se vestían de corto

Hacer deporte en la posguerra era cosa de raros y en muchas familias estaba mal visto

En 1971 la gente del deporte le rindió un homenaje póstumo a Ginés Valera.
En 1971 la gente del deporte le rindió un homenaje póstumo a Ginés Valera. La Voz
Eduardo de Vicente
20:24 • 09 ene. 2023

El deporte era cosa de locos en una ciudad donde la única instalación decente era el estadio de la Falange, donde casi nunca había agua caliente y donde en los días de viento la tierra se les colaba hasta el estómago. 



En aquella ciudad maltrecha, que salió muy mal parada de la guerra, el hambre y las restricciones eran el pan nuestro de cada día y en ese contexto eran pocos los que podían sacar fuerzas para dedicarse a correr o a saltar las vallas del estadio.



La mayoría de los padres de aquella época consideraban el deporte como una extravagancia en el mejor de los casos, y como una auténtica pérdida de tiempo que distraía a sus hijos y los sacaba del único camino que entonces importaba: el de los estudios o el del trabajo. Había quien jugaba al fútbol, al baloncesto y hacía atletismo a escondidas, saltándose las normas de sus familias.



En aquellos años de la posguerra el deporte, tan mal visto por algunos, fue una vía de escape para intentar olvidar las estrecheces de la época. Se jugaba al fútbol a todas horas, se organizaban frecuentes combates de boxeo en las terrazas de cine y de vez en cuando se celebraban carreras de atletismo, que casi siempre se organizaban en fechas señaladas para festejar algún acontecimiento político o para enriquecer el programa oficial de la Feria de agosto.  Los atletas de entonces lo eran por selección natural: si tenías condiciones innatas para correr, corrías, porque no existía la preparación física ni se conocía la fórmula para fabricar un atleta a base de entrenamiento y dietas.



Para fomentar el atletismo, el Frente de Juventudes creó equipos que puso en escena  con el nombre de centurias, que competían en los campeonatos locales de Falange. 



En la capital las centurias más destacadas de aquellos años eran la de Juan de Dios Calatrava, la de Ángel Montesinos, la de Alejandro Salazar y la del colegio de la Salle. Para los grandes eventos llegaban desde la provincia destacados equipos como la centuria Otumba de Berja, la Bailén de Albox, la Roger de Flor de Laujar, la Santo Tomás de El Ejido y la Trafalgar de Adra, que participaban en aquellos maratones de quince kilómetros que convertían las calles de Almería en un inmenso circuito. 



Entre los corredores que destacaban entonces, estaban los nombres de Rafael Soriano, Valera, Antonio Sáez, Antonio García, Manuel Tamayo, José Rueda, Antonio Yanguas, José Zapata, Antonio Villarino, Juan Aguilera, José Flores, Emilio Esteban, Fernando Taramelli y Francisco Fernández. Teníamos hasta dos campeones en disciplinas tan complicadas como el lanzamiento de peso y de jabalina: Rafaél Gómez Fuentes y José del Pino.



Los atletas de entonces corrían por auténtica vocación, a veces en condiciones tercer mundistas y con los pocos medios que entonces existían. La equipación no podía ser más rudimentaria: la camiseta era la misma que utilizaban los del Frente de Juventudes para ir a los campamentos de verano. Los que tenían más medios podían aspirar a las botas blancas que entonces lucían los atletas de fuera, pero los más humildes corrían con lo que tenían a su alcance, muchas veces con zapatillas que eran zapatillas de verdad, como las que llevaban los hortelanos, con una aspecto de alpargatas que no se podía disimular. A pesar de las dificultades, aquellos jóvenes eran generosos en su esfuerzo y corrían con los puesto y en muchos casos con los estómagos vacíos. 


Uno de aquellos atletas que marcaron una época fue Ginés Valera, un lince corriendo los 100 metros lisos, un malabarista jugando al baloncesto y un aventurero que lo mismo se tiraba a nadar en el puerto que escalaba las montañas más empinadas de la provincia. Su vida, al margen de su profesión como funcionario del cuerpo de Correos, donde llegó a ser interventor de los servicios bancarios, fue el deporte, tanto en sus años de juventud como en su madurez, cuando llegó a formar parte de la primera junta directiva de la Federación Provincial de Atletismo.  


Su muerte prematura, en septiembre de 1971, con solo 48 años de edad, lo convirtió en un mito para los deportistas de su tiempo.


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