Las obras de rehabilitación de las casas consistoriales y la Plaza Vieja de la capital llevan ocupando la actualidad de la ciudad toda una vida -y toda la trayectoria profesional de la que escribe-. Y es que desde que en el año 2000 (hace ya 23 años) se decidiera que era necesario arreglar los muros que sujetaban la casa de todos los almerienses, esta actuación ha estado rodeada de enfrentamientos administrativos, problemas inesperados, complicaciones con las empresas adjudicatarias, y en los últimos tiempos hasta problemas judiciales.
Para aquellos a los que les ha costado seguir el hilo de una obra que lleva en marcha dos décadas y a la que aún le faltan un par de años para terminar la urbanización de la plaza, hacemos un breve recorrido por esos hitos que exponen el principal problema que tienen las actuaciones importantes en Almería: se eternizan.
Inicios difíciles. Arreglar el Ayuntamiento de Almería era uno de esos retos que se marcó la ciudad para la llegada de los Juegos Mediterráneos de 2005. Era una de las 23 actuaciones incluidas en un papel en el año 2000 en el que también estaba el Cerro de San Cristóbal (está en obras ahora) o el Cable Inglés (acabó en Semana Santa). Vamos, una lista de deseos inacabada.
Tuvieron que pasar tres años para que en mayo de 2003 se firmara entre la consejera de Obras Públicas, Concepción Gutiérrez, y el alcalde de Almería, Santiago Martínez Cabrejas, el acuerdo que permitiría que al llegar 2005, tras problemas en los soportales, arrancara la obra en uno de los edificios laterales. Comenzaba la primera fase de las obras de las casas consistoriales.
Aldesa, el transformador y las moratorias
Apenas cuatro meses duraron las buenas noticias con estas obras. Mientras de la parte noble del Ayuntamiento tenían que huir el área de Alcaldía y el archivo tras hundirse parte del suelo del despacho del alcalde en febrero, sería en abril de 2005 cuando llegaron los primeros líos con Aldesa que se encontró con que había que trasladar un transformador de la luz que no estaba previsto y la diferencia del coste del cambio supuso la paralización de las obras tres semanas. Al final se cambió de sitio pero en octubre amenazó con irse de las obras por impagos, en realidad no estaban de acuerdo en algunos costes, y no sería hasta enero de 2006 cuando se alcanzara un acuerdo para continuar las obras. El acuerdo no se cumplió, hasta tres ultimátum se le dio a la empresa por parte del Ayuntamiento, y al final, se pagó lo que pedían pero no volvieron hasta abril. Vamos que en poco más de un año estuvo más tiempo parada que en marcha.
Llegó entonces el turno de la aparición de restos arqueológicos, casi un año se tardó en que la Junta de Andalucía realizara el informe de Cultura, y cuando ya se volvieron a realizar obras comenzaron las peticiones de moratorias. Primero cuatro meses, después dejaba el final para julio de 2008, pero las llaves del ‘nuevo’ Ayuntamiento no llegarían a los bolsillos del alcalde, Luis Rogelio Rodríguez-Comendador, hasta abril de 2009. La obra iba a durar 18 meses. Tardó más de cuatro años.
Proyecto para la segunda fase
Mientras estaban en marcha los trabajos de la primera fase de las obras, en torno al verano del año 2006, comenzaron las prisas para el proyecto de la segunda fase de las obras de rehabilitación de las casas consistoriales. Se trataba de rescatar la ‘parte noble’ del inmueble con su salón de plenos, el archivo, y para ello trabajaba José Ramón Sierra, el arquitecto ganador del concurso. Llegaría el proyecto en octubre de 2007 y con eso en las manos, tocaba ver la financiación.
Sería en junio de 2008 cuando se logró llegar a un acuerdo con la Junta de Andalucía que cedía al Ayuntamiento ser el encargado de la contratación de la empresa que hiciera las obras. Los trabajos estaban previstos en 18 meses y la financiación se mantenía al 50%.
Se la prometían muy felices y creían que tras la Feria se llevarían los muebles para empezar las catas en el inmueble, había prisa por arrancar, y más después de que cayera un trozo de balcón en la entrada por la Plaza de la Administración Vieja, aunque no sería hasta octubre de 2008 cuando se precintara la plaza y se marcharan los últimos servicios y el Grupo Municipal Socialista que seguían aún en esa parte del edificio.
Los retrasos, la pancarta y los Hermanos Marx
Las obras de esta parte ‘noble’ de la Casa Consistorial estaba previsto que comenzaran en octubre del año 2009 pero, como todo en esta obra que siempre pareció gafada, no fue así.
Cambios en el proyecto marcados por las catas en el inmueble, aparición de restos arqueológicos, y lo que es más importante, la entrada en una crisis económica galopante, llevó a que la ciudad viviera tiempos de absoluto enfrentamiento entre el Ayuntamiento de Almería y la Junta de Andalucía por el desarrollo de una obra que iba a estar terminada para los Juegos Mediterráneos.
Llegamos así al año 2011 en el que todavía no se habían iniciado los trabajos, el edificio había continuado con un deterioro brutal, y el alcalde decide colocar sobre la fachada una gran lona a modo de trampantojo con una imagen de tiempos mejores del edificio.
Era febrero cuando se cerraba el proyecto definitivo pero las administraciones no conseguían el acuerdo para actuar. Pasaba el tiempo y la decisión que toma Rodríguez-Comendador en diciembre de 2013 es lanzarse a la guerra, coloca dos pancartas con el mismo diseño de la cartería de la administración autonómica a cada lado de esa lona con el lema “Obra paralizada por la Junta de Andalucía”. Comienza entonces un intercambio de cartas con la consejera de Obras Públicas, Elena Cortés, pidiendo o la firma de un convenio para poder arrancar las obras o que permita al Ayuntamiento quedarse con el proyecto y arrancar en solitario, llega más adelante incluso a ofrecerse a comprarlo.
Finalmente se alcanza un acuerdo para licitar las obras en julio y que llegaran los obreros en otoño. Es el famoso convenio de los ‘Hermanos Marx’, el que comprendía dentro de la segunda fase tres subfases diferentes de actuación.
Las obras y el mal estado
El cierre del edificio central el Ayuntamiento de Almería dejó tras la lona un inmueble muy deteriorado, más de lo previsto, hasta el punto de que para mantener los muros había casi que recubrirlos con otros muros nuevos.
Además, esta nueva etapa de las obras hizo descubrir a los almerienses que su Casa Consistorial era un trampantojo, es decir, la balaustrada y los frontones de la fachada no eran de piedra sino de escayola. El supuesto techo de madera del salón de plenos era escayola pintada al igual que los frontones de las puertas. En las paredes se utilizaron periódicos como aislamiento de la humedad.
En resumen, el de Almería era un ayuntamiento pobre, hecho con materiales pobres pero que lucían como los más caros.
Esto supuso un importante problema para la rehabilitación del inmueble una vez que arrancaron las obras de la fachada en
noviembre de 2015.
Las fases
A partir de esos trabajos, después de varios convenios pero sin grandes problemas, Junta y Ayuntamiento han ido acometiendo fases de las obras en los últimos años.
Primero se rehabilitó la fachada, después el interior del edificio y ahora está en marcha y se espera que termine antes de final de año, la adecuación de todo el inmueble para su puesta en uso. Será en 2024, 24 años después de que se firmara el primer convenio. Pero claro, aquí no acaba la rehabilitación, aún queda la Plaza Vieja, y ahí encontramos otro de los líos.
La Plaza Mayor almeriense
Desde que comenzara el proyecto de rehabilitación hay varios elementos que han sobrevolado sobre la urbanización de la plaza. El primero fue la construcción de un aparcamiento subterráneo desechado rápido porque bajo el adoquinado hay una necrópolis. Pero el segundo ha llegado hasta casi nuestros días: Pingurucho de Los Coloraos sí o no.
En los primeros tiempos se abogó por mantenerlo y después, conforme avanzó el tiempo se fue dejando cada vez más en abierto hasta el punto de hacer un referéndum por parte de la Concejalía de Participación Ciudadana que entonces gestionaba GIAL a través de Trinidad Moreno, que tuvo de todo menos participación, sobre su ubicación.
Sería ya en abril de 2018 cuando se hiciera público el proyecto que el equipo de Gobierno municipal del PP consideraba como el más adecuado para el espacio: una plaza diáfana sin ficus ni Pingurucho. Comparaban la idea con las plazas mayores castellanas.
A los tribunales
Comenzó entonces una polémica, guerra, movilización ciudadana y críticas ante un diseño que dividía a los almerienses.
Cuando lo que era un dibujo comenzó su andadura para convertirse en realidad a través de una modificación puntual del Plan General que permitiera eliminar los ficus que conforman un anillo perimetral inconcluso en la fachada principal, arrancó entonces la maquinaria legal.
El PSOE se marchó a los tribunales acogiéndose a una normativa del propio PGOU y estos le dieron la razón. Con lo cual, los ficus se quedaban en la plaza.
Con el Pingurucho la cosa parecía más compleja. Tenía hasta sitio para colocarse, el Parque Nicolás Salmerón, pero llegó la Asociación del Bicentenario de Los Coloraos, las manifestaciones pidiendo que se quede, los debates sobre si era viable trasladarlo sin romperlo, y al final, hace apenas unas semanas, la declaración del monumento como Lugar de Memoria Liberal por parte del Gobierno central y la decisión municipal de hacer un nuevo proyecto dejando árboles y Pingurucho.
Pendiente
El desarrollo de la urbanización de la Plaza Vieja, cuya redacción del proyecto está aún sin adjudicar, será el final de una actuación que en el año 2000 se preveía que estaría lista en cinco años y que posiblemente no esté terminada en su totalidad hasta 2025. Un cuarto de siglo para la rehabilitación de un edificio que si bien lleva siglos acumulando la historia de la ciudad, sin lugar a dudas en estas dos décadas ha vivido sus peores momentos. Todos se peleaban por él, pero no miraban por él.
Las otras curiosidades
Todo lo contado aquí es parte de la historia totalmente real de lo ocurrido a lo largo de unos trabajos complejos, polémicos y que se han ido atragantando a cada paso, pero es cierto que detrás siempre hay mucho más que se queda en el tintero.
Nada se ha hablado de las críticas tras la recepción de la primera fase de las obras ante un salón de plenos “muy moderno”, “sombrío”, “frío” y con asientos de mármol al que hubo que poner focos para acompañar a la lámpara con la A de Almería. Tampoco de los problemas con los restos aparecidos durante los trabajos o el estado del reloj y su fandanguillo. Eso ya, para otro día.
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