Hace diez años, por estas fechas, los escaparates del antiguo local de la Dulce Alianza adelantaban la Navidad a los almerienses con su surtido de mantecados y dulces que provocaban colas delante del mostrador. Entonces la vida corría como un río inagotable por sus dependencias y ni el más pesimista podía pensar que unos años después este local se iba a quedar varado entre el bullicio de la gran avenida. Los propietarios de la confitería, antes de hacer la mudanza unos metros más arriba, anunciaron que tenían la intención de seguir explotando el local antiguo siempre que llegaran a un acuerdo con los propietarios en el precio del alquiler. Casi una década después, La Dulce Alianza navega a toda vela en su nuevo establecimiento mientras que el viejo, donde había estado la confitería desde los años veinte del pasado siglo, no ha encontrado quien lo quiera y se marchita lentamente en el corazón del Paseo con dos carteles anunciando el alquiler.
Otro local histórico que tiene las persianas bajadas es el de la tienda de juguetes de Alfonso, en la calle Castelar. Los niños de los años sesenta y setenta pensábamos que aquel bazar iba a ser eterno cuando nos colocábamos delante del escaparate a descubrir los tesoros que su propietario iba colocando en cada temporada: los indios, los romanos, los ciclistas, los penitentes, las figuras del Belén, los artículos de broma... También era impensable que aquel negocio pudiera tener sus días contados, como así fue. Cuando Alfonso Góngora se retiró, en el otoño de 1995, el local se quedó sin alma y aunque hubo algunos intentos de reflotarlo con tiendas de moda, ninguno llegó a cuajar y el local se fue quedando mustio, tal vez añorando los tiempos de esplendor, desde que en 1950 la tienda de Alfonso se convirtió en la juguetería de cabecera de los niños de Almería.
Tampoco ha vuelto a resucitar el local de Crespo, en la calle de las Tiendas, que durante más de cincuenta años fue un negocio de referencia en la ciudad. En 1942, en plena posguerra, el joven matrimonio formado por Paco Crespo y Lola Valverde fundaron el negocio de ‘Tejidos Crespo’ que ha permanecido abierto hasta que una de sus hijas decidió retirarse hace unos años. Desde entonces, el local está buscando sin suerte nuevos inquilinos, quizá porque por sus características no reúne las condiciones para montar un bar, que hoy es el único negocio que tiene asegurado el éxito en esta manzana del casco histórico.
En esa lista de locales cerrados figura el de la mítica sala de fiestas Chapina, en la calle Lirón, que se mantuvo activo con negocios de alterne hasta que la crisis de la pandemia se los llevó por delante. Tampoco volvió a triunfar el local donde estuvo el recordado cine Moderno, detrás del ayuntamiento. El edificio que construyó Juan Asensio a comienzos de los años setenta, con sala de invierno abajo y terraza de verano arriba, no pudo suportar la crisis de las salas de cine, que se hizo insoportable desde finales de los años ochenta y tuvo que cerrar. Después se reconvirtió en un gimnasio y ahora es un aparcamiento de coches.
En este último año se ha quedado vacío otro local que tiene su importancia por la fuerza del negocio que recibió. Se trata del bar El Andaluz de la calle Marín, que no ha conseguido triunfar en el centro de la ciudad tras haber hecho historia en su emplazamiento primitivo. Hace unos años desembarcó con fuerza en la llamada milla de oro de las tapas, realizando una inversión millonaria en el acondicionamiento de un viejo inmueble, pero ha tenido que cerrar sus puertas contra todo pronóstico y ahora está a la espera de que aparezca un nuevo proyecto empresarial para reflotarlo.
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