Desde lejos, los zapatos, perfectamente alineados, parecían gravitar en los escaparates de la tienda, llamando la atención de todo el que pasaba. Garach ocupaba la esquina frente a la iglesia Santiago y se extendía por la calle de las tiendas, donde estaba la puerta principal y por la calle de Hernán Cortés, donde destacaba uno de los escaparates , el destinado a los zapatos de hombre.
La aparición en escena de Calzados Garach, en el mes de agosto de 1952, supuso una auténtica novedad en el comercio de zapatos de la ciudad, ya que venía con nuevos aires y con una apuesta decidida por el calzado artesano de “alta calidad” como así se anunciaba con letras de bronce en la parte superior de la fachada.
Calzados Garach fue una apuesta del empresario Francisco Garach Espinosa, que quiso exportar a Almería un establecimiento original como el que ya regentaba en la Gran Vía de Granada. No quería abrir una tienda más, por lo que realizó una inversión arriesgada dejando en manos del arquitecto Guillermo Langle el diseño y la decoración del negocio. Apostó por combinar el mármol y el bronce para hacer más espectacular y llamativa la fachada, buscando la complicidad de esa clase media alta a la que iba destinada su empresa. En ningún otro lugar brillaban con tanto esplendor los zapatos de charol de niño y aquellos zapatos bicolor de caballero, en blanco y negro, como los que llevaban los actores de cine en la gran pantalla.
Garach contaba con cuatro escaparates, dos de ellos custodiando la entrada, y otros dos en la calle de las Tiendas y en Hernán Cortés. Entre unos y otros destacaban dos farolillos decorativos que al iluminarse de noche le daban a la facha un aire de intimidad. Calzados Garach llegó en el verano de 1952 a un escenario, la calle de las Tiendas, que era una de las principales arterias comerciales de la ciudad. Cuando abrió sus puertas, en esa misma avenida existían negocios tan importantes y de tanta solera como la tienda de El Valenciano o el Blanco y Negro, que ya formaban parte de la historia comercial de Almería.
En la calle de las Tiendas, el año en el que llegó Garach, reinaba ya la firma de Marín Rosa, que además tenía otra sucursal abierta en el Paseo. Era la calle de las Tiendas de Hermes, el negocio de encajes donde las madres compraban los complementos para los trajes y los vestidos de Primera Comunión.
Era la calle de la platería, relojería y óptica de Martín de Santos Pascual y de las filigranas de Casa Martín, que traía todas las novedades en loza, cristal y en artículos de regalo. En aquella calle de las Tiendas de 1952 destacaba también el comercio de Armería Ibáñez, que el empresario Manuel Ibáñez Adra había abierto en la posguerra para vender artículos de pesca y que desde 1948 se especializó también en artículos de caza. A los niños de los años 60 y 70 nos gustaba mucho aquella pequeña tienda con aire antiguo porque vendía camisetas de fútbol, balones y juegos de naipes.
Calzados Garach también compartió la calle en sus inicios con la Casa Leal, la sombrerería que abrió José Leal Estévez en 1948, donde venían los vecinos de los pueblos a comprarse los sombreros y las boinas y donde los militares se hacían las gorras a medida. Era la calle de las Tiendas de Seguros la Patria Hispana y de los célebres Almacenes San José, que daban la vuelta por la calle Azara. Los Almacenes San José eran propiedad de la sociedad ‘Viana y Rodríguez’ de Barcelona, aunque el hombre que los dirigía en Almería, como apoderado general, fue don Juan Morata, toda una institución del comercio almeriense. En 1955 los propietarios de Almacenes San José traspasaron el local al dueño de primitiva tienda de La Sirena, Joaquín Pérez Romero, que necesitaba un lugar más amplio para poder desarrollar sus innovadoras ideas.
En aquella calle de las Tiendas de los años 50, donde era imposible encontrar un local libre, aparecía la firma de Tejidos Crespo, que desde 1942 se había establecido en una de las esquinas. Era la calle de la tienda de comestibles de Juan Viciana, con su servicio de carros que llevaban los encargos hasta las casas de los clientes. Viciana sobrevivió a la guerra civil y una semana después de terminar la contienda volvió a abrir las puertas con el nombre de ‘La Mundial’. A pesar de las restricciones, la posguerra fue un tiempo de crecimiento para la tienda, que además de tener una extensa clientela era proveedora del Seminario y del Palacio Episcopal.
Era la calle de Rosaflor, donde lo mismo podías encontrar los botines de moda que la colonia que más se vendía en Madrid. En aquella década ya era una institución la marca Bazar Almería, que con sus artículos de regalo, con sus bicicletas y motocicletas y con sus aparatos de radio marcaba tendencia en la calle de las Tiendas y en el Paseo.
En la lista de negocios históricos que ya destacaban en los cincuenta en la calle de las Tiendas no puede quedarse atrás la perfumería Danubio de Vicente Baena, antes de que en 1961 la tienda quedara completamente destrozada por un incendio.
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