Don Manuel fue un profesor a medio camino entre los métodos de enseñanza tradicionales y la moderna pedagogía que empezó a imponerse con fuerza en los años veinte. Estaba convencido de que la lección magistral basada en la memorización era fundamental, pero que tenía que complementarse con una metodología que fuera capaz de adaptarse a la realidad de cada alumno. Para conseguirlo necesitaba acabar con la masificación dentro del aula. Él era partidario de clases de no más de veinte alumnos para que la relación con los estudiantes fuera más intensa y directa.
Don Manuel Tornero Segura llegó a Almería en 1917 después de dejar Baeza, su pueblo natal. Vino para tomar posesión de su cargo de profesor auxiliar de la sección de Ciencias de la Escuela Normal de Maestros.
Como el sueldo apenas le llegaba para comer todos los días y afrontar el alquiler de la vivienda, don Manuel tuvo que ponerse a dar clases particulares. Era un buen matemático y dominaba la Física con facilidad. Sus grandes dotes pedagógicas y la fama que le dieron los métodos modernos que utilizaba le sirvieron para ganar prestigio y muy pronto la habitación de las clases particulares se le quedo pequeña ante la gran demanda de alumnos que aspiraban a matricularse.
En 1927 decidió dar un salto importante profesionalmente y embarcarse en la aventura de montar una gran academia. Así nació la Academia Politécnica, de la que fue director y profesor. El nuevo centro de enseñanza estaba ubicado en el número 4 de la calle de Beloy, la actual calle dedicada al Padre Luque, cerca de donde todos conocimos el edificio de Correos.
En su primer curso de funcionamiento, la academia del profesor Tornero llegó a contar con más de cien alumnos de Segunda Enseñanza, muchos de ellos eran muchachos que venían de los pueblos atraídos por su fama, en algunos casos hijos de humildes agricultores que tenían que hacer un gran esfuerzo para poder afrontar los gastos. La llegada al centro de alumnos de la provincia obligó a don Manuel Tornero a tener que habilitar una parte del edificio como viviendas para internos.
Al tratarse de una academia particular la matrícula no estaba al alcance de todos los bolsillos. Una de las medidas que tomó el director fue establecer precios especiales para los hijos de obreros ferroviarios, que acudían al colegio para prepararse de cara al futuro ingreso en el cuerpo de ferrocarriles.
La Academia Politécnica era un gran centro de enseñanza donde se estudiaba el Bachillerato, se preparaban oposiciones y hasta los exámenes de ingreso en la academia militar. Dentro de aquella gran escuela nunca se apagaba la luz. Las clases empezaban a las ocho de la mañana y se prolongaban hasta las diez de la noche, cuando terminaban las clases nocturnas que el centro organizaba para los obreros que estaban trabajando y tenían que acudir al colegio después de cumplir con su jornada laboral.
Cualquier muchacho que tuviera la aspiración de poder entrar en el cuerpo de Correos o de Telégrafos, sabía que el camino más directo era el que le ofrecía la Academia Politécnica, donde se iba a encontrar con profesores que formaban parte de esos cuerpos y sabían perfectamente cómo había que afrontar los complicados exámenes.
En 1929, con el nuevo Plan de Estudios que puso en marcha el Ministerio de Instrucción Pública, don Manuel Tornero tuvo que ampliar la oferta de su academia, creando lo que se llamó la Escuela Mixta Graduada, dedicada a la Enseñanza Primaria, junto con la señorita Encarnación Garrés, toda una institución para los niños de Párvulos, y los maestros José Ruiz Hernández y Juan Mollinedo.
Por la academia pasaron grandes profesionales como el farmacéutico Manuel Martínez Sicilia, que daba clases de Física; el médico Juan Banqueri Salazar, un sabio en Historial Natural y el ilustre historiador Joaquín Santisteban, que fue cronista de la ciudad. Sus clases eran especiales a la hora de enseñarle historia a los alumnos. Le gustaba organizar excursiones a la Alcazaba y desde allí, pisando el terreno y tocando las murallas, impartía su lección a los jóvenes.
La vida de don Manuel Tornero como profesional de la enseñanza fue intensa. Es difícil entender de dónde sacaba el tiempo para poder dedicarse a la academia particular y dar clases después en el Instituto, donde impartía, además de Matemáticas, que era su especialidad, lecciones de Caligrafía.
Don Manuel ejerció el magisterio hasta el final de sus días. Falleció el 17 de abril de 1949, con 60 años recién cumplidos, dejando esposa, Mariana Molina Rosauro, y tres hijos: Ana, María Josefa y Enrique.
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