Cuando en la primavera de 1931 se proclamó el nuevo régimen que desbancaba a la monarquía, una de las primeras medidas que tomaron las autoridades de la ciudad fue poner el callejero patas arriba y cambiar los nombres de las calles para que empezara a notarse que los tiempos habían cambiado de verdad, que había una revolución en marcha. El Paseo, por ser calle principal, no se libró del cambalache, así que le quitaron el nombre de Paseo y el apellido de ‘el Príncipe’ para convertirlo en Avenida de la República.
Para la mayoría de los almerienses siguió siendo el Paseo de toda la vida, nuestra pasarela oficial, la artería donde latía con más fuerza el pulso de la ciudad, donde estaban los grandes comercios, donde sucedían los acontecimientos importantes, donde el pueblo festejaba las fiestas y donde se lloraban las penas colectivas.
El nuevo Paseo de la República seguía arrastrando algunos viejos problemas heredados de la época anterior, principalmente el de la mala iluminación que lo llenaba de tinieblas cuando al llegar la madrugada se apagaban las luces de las casas y solo se quedaba encendido el alumbrado público, que no solo era escaso, sino que además tenía que competir con las frondosas sombras del arbolado que tapaban la luz.
El tramo principal de lo que entonces era la Avenida de la República era el mismo que ahora: empezaba en la Puerta de Purchena y llegaba hasta la esquina con la calle Rueda López. El segundo tramo, lo que se conocía como el Bulevar, no tenía la importancia vital que el primero, pero sí sufría el mismo problema con la iluminación. Desde la Puerta de Purchena hasta la Plaza Circular la iluminación pública consistía en 42 faroles de gas de los que solo la mitad, 21, permanecían encendidos de madrugada. A las once de la noche, el Paseo de Almería se quedaba, y nunca mejor dicho, a media luz.
En 1934, las autoridades republicanas de nuestra ciudad buscaron soluciones para darle a la avenida principal la luminosidad que merecía. Se tomaron algunas medidas importantes, como la de dejar encendidos todos los faroles durante la noche y combinar las luces de gas con el alumbrado eléctrico. Esta iniciativa pasaba por colocar en las principales fachadas de las casas brazos artísticos con lámparas eléctricas encerradas en globos de cristal y que este alumbrado extraordinario luciera durante cinco horas diarias, costeado a medias entre los propietarios de las viviendas y el municipio.
En aquellos años de la República, la avenida principal de Almería se llenó de música gracias a los conciertos que daba la Banda Municipal, con tan buena acogida por el público que el ayuntamiento decidió construir un gran templete en el corazón del Paseo. La música la ponían también los comercios. Se extendió la costumbre de colocar altavoces en las puertas de algunas tiendas para emitir discos gramofónicos o emisiones de radio, que no solo animaban el ambiente, sino que además servían de reclamo para los negocios. En el Paseo fue muy célebre el amplificador del Bar Viena. Su propietario entonces, don Emiliano Uroz Espinar, colocaba tres grandes altavoces por los que sonaban las coplas de moda de aquel tiempo. El ayuntamiento le puso límite a las emisiones: de 13 a 15 horas y de 19 a 22 horas en verano, mientras que en la temporada de invierno el horario de la tarde se adelantaba una hora, tanto para el comienzo como para el cierre de la emisión.
Aprovechando aquella fiebre musical de los años de la República, el director de emisora Radio Almería, Miguel Soto Román, quiso unirse a la fiesta y solicitó permiso para instalar dos altavoces en la ciudad, uno en la Puerta de Purchena y otro en el Paseo para una mayor divulgación de sus programas.
Además, se le ocurrió la idea de colocar un micrófono permanente en el templete de la música, tan pronto como estuviera terminada la obra para poder radiar los conciertos de la Banda Municipal.
Esta iniciativa de Radio Almería no tuvo una buena acogida por parte de algunos medios de comunicación. Los directores de los periódicos locales se opusieron ya que entendían se estaba produciendo una competencia desigual si dejaban a la emisora emitir sus programas en la vía pública y de forma gratuita para todos los almerienses. A pesar de la oposición, la comisión municipal encargada de valorar el informe del señor Soto Román, acabó dándole el visto bueno.
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