Aquel invierno fue el más crudo que se recordaba en toda la provincia. El general invierno nos invadió de verdad durante tres semanas para helarnos de frío y para que la miseria rozara a los pueblos más afectados por la pérdida de las cosechas.
Aquel invierno fue tan extremo que llegó a nevar con solvencia en la misma Almería, dejando estampas que no han vuelto a repetirse. La nieve pintó de blanco calles, plazas y monumentos y fue tan grande el acontecimiento que el hombre que dirigía entonces la diócesis, el vicario Rafael Ortega Barrios, ordenó a su secretario que buscara una máquina de fotos e inmortalizara el espectáculo para que nadie pudiera poner en duda jamás aquel hecho extraordinario. La nevada cayó del cielo como una bendición porque los almerienses de entonces no habían visto nada igual, con todo el paisaje urbano cubierto de blanco como si en vez de Almería estuvieran en Burgos, por lo que acabaron festejándolo, sobre todo los niños.
Aquella nevada insólita de febrero de 1935 nos cogió sin obispo. Bernardo Martínez Noval había fallecido el verano anterior y la ciudad esperaba el nuevo nombramiento, el de Diego Ventaja, que no llegó a Almería hasta julio del 35. Ortega Barrios, que ocupaba el puesto de forma interina, debió de entender la nevada como un milagro y no la dejó escapar. Su fotógrafo particular gastó varios carretes en retratar la Plaza de la Catedral y sus monumentos transformados bajo un manto blanco.
El frío extremo que fue recibido como una gracia divina en la capital, no fue tan amable en algunas poblaciones de la provincia, que estuvieron entre las cuerdas varias semanas, unas por culpa de la nieve y otras por la lluvia que también cortó caminos y carreteras y paralizó las faenas agrícolas.
El temporal, que empezó a finales de enero, se prolongó durante veinte días. En María, las calles se cubrieron con un metro de nieve, quedando dañada la carretera e impidiendo que el automóvil correo que hacía el servicio con Lorca pudiera realizar su ruta. Para poder llevar la correspondencia por los pueblos de la comarca tuvieron que utilizarse caballerías.
En Gérgal llovió con tanta abundancia que el agua acabó derribando el techo de la ermita de San Sebastián, mientras que en Escullar y Abla la nieve arruinó las cosechas, afectando principalmente a los olivos.
El pueblo de Carboneras se quedó incomunicado por las lluvias. Ni un solo sendero quedó transitable durante varios días.
En Chirivel, el comandante del puesto de la Guardia Civil envió un telegrama al Gobernador con el siguiente mensaje: “Persiste el mal tiempo y frío crudísimo, a efecto de haberse cuajado una copiosa nevada en este término municipal y ventisquear en tal forma que el coche correo de Vélez Rubio a Baza no ha podido pasar. Me obliga a tomar medidas contundentes a evitar hambre en familias desvalidas y procurarles leña o combustible para mitigar el frío”.
No se libró ningún rincón de la provincia de aquel temporal extremo. En Bacares la nieve alcanzó una espesura de dos metros llegando a taponar la puerta de la iglesia, donde se formó una capa de hielo que duró varios días y dejó sin misas a todo el pueblo. En Tahal el bloqueo fue absoluto. La nieve se endureció impidiendo el tránsito de carruajes y caballerías, obligando al alcalde a tener que echar mano de las subsistencias para que muchas familias del pueblo pudieran comer y calentarse durante varios días.
La nevada, fue, al menos en la capital, uno de los grandes acontecimientos que se vivieron en 1935. Aquel año fue también el de la apertura de uno de los negocios que iban a escribir la historia de nuestro comercio, Bazar Almería, que ese invierno abrió sus puertas en la calle de las Tiendas.
El año de la nevada fue el del cine Katiuska, que se estrenó junto al callejón de la muralla del Socorro. Fue el año en el que los almerienses pudieron ver por última vez procesionar a su Patrona en la Feria, ya que llegarían después los tres años de guerra y fue el año de la llegada del teléfono automático, que fue celebrado con grandes honores por el comercio almeriense, que llevaba años suplicando para que el nuevo adelanto fuera una realidad.
En 1935 dejó también para el recuerdo la construcción del edificio del colegio de la Salle, en el malecón de la Rambla, que se levantó para albergar el nuevo cuartel de la benemérita.
Fue un año donde no faltaron los problemas sociales, unos tan importantes como el aumento del paro obrero, y otro tan insignificante como el del fútbol callejero, que se apoderó de lugares tan céntricos como las plazas de Santo Domingo y Circular, provocando las quejas de la opinión pública.
En 1935 los almerienses hicieron colas en el cine Hesperia para ver el estreno de la Hermana San Sulpicio y también delante de las oficinas municipales para sacar la matrícula de bicicleta que se hizo obligatoria.
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